Por tanto, ¿qué hago yo ahora?: Amar incondicionalmente y movilizar la Compasión ante el dolor ajeno. Ante quien lo padece, amor al prójimo; ante quien lo causa, perdón; ante la situación o hecho que lo provoca, poniendo el dedo en la llaga de su sinrazón.
Y aquí podría dar por finiquitadas estas reflexiones acerca del qué hacer. Pero por honestidad con vostr@s y conmigo mismo, debo extenderlas a unas últimas consideraciones que estimo no menos significativas. Porque todo lo hasta ahora expuesto ha de desembocar, forzosamente, en una manera concreta de vivir y de mirar al mundo. Y esto nos sitúa ante la tesitura de cuestionarnos con sinceridad y honradez interior si tu manera y la mía de vivir y mirar el mundo es realmente distinta de la de esos que tanto dolor ocasionan a los demás por codicia, avaricia, ambición, egoísmo, egolatría, orgullo, frivolidad, miedo, recelos, ignorancia, complejos o necesidad de reconocimiento.
Sí, ya sé que tú y yo nos indignamos frente a ese dolor; y que nos sale de dentro el cambiar las cosas. Vale. Pero, ¿hasta que punto tu modo y mi modo de vivir y mirar al mundo es realmente diferente al de ellos?; ¿estamos de verdad seguros de que los ojos con los que tú y yo miramos al mundo no son semejantes a los de ellos?, ¿y si las diferencias entre ellos, tú y yo fueran sólo de escala, de circunstancias, pero, cada uno a su nivel y situación, reprodujéramos un modelo idéntico de vida y una forma similar de ver el mundo?.
Vaya por delante, que estaríamos en nuestro derecho. El libre albedrío es una ley cosmogónica. Cada cual es libre de elegir como vivir y como mirar al mundo. Nada de dar lecciones. Pero tampoco vale engañarse a uno mismo. Hay que optar con libertad, pero también con consciencia: los ojos para mirar el mundo los elegimos nosotros, cada uno; y el mundo es distinto según los ojos con los que lo miramos. ¿Te sorprende?. No deberías. A estas alturas no tendrías que albergar dudas: creer es crear. Es tu elección; es mi elección.
Fíjate: el perdón, o el no perdón; no enjuiciar, o criticar, etiquetar y clasificar; Amor Incondicional y contra Resistencia, o amor por predilección (al ser amado, al familiar, al amigo, al que se comporta bien conmigo,…); hablar claro para poner en evidencia lo que origina dolor, o callar, disimular o refugiarme en discursos huecos y planes, muchos planes para el futuro.
¿Más ejemplos de elección?. Veamos: servicio a los otros, o el poder sobre los otros (ojo: repito, cada cual en su escala); compartir con los demás, o acumular para mí; practicar el sentido común en la cobertura de mis necesidades, o aplicar las reglas del consumismo; vivir el presente y ocuparme de Ser, o preocuparme de lo que no Es y dar bandazos entre el pasado (que sólo existió cuando fue presente) y el futuro (que sólo existirá cuando sea presente).
¿Suficiente?. Permíteme que continúe un poco más: disfrutar la felicidad en la austeridad, el equilibrio, la armonía y la honestidad interior, o perseguirla a través de las ficciones mentales, los objetos materiales, la obsesión por el cuerpo y la estética, el qué dirán y el éxito social; parar de vez en cuando y buscar el silencio íntimo, o pasar los días en el ajetreo incesante de lo que me rodea; sentirme parte integrante y responsable de la naturaleza y el planeta, o contemplarlos como meros instrumentos para mi propia satisfacción.
Conoces la totalidad de estas alternativas y otras muchas tan bien o mejor que yo. Sabes que elegimos entre ellas cotidianamente. Sabes que no son palabras, sino hechos. Pues bien, con ellos forjamos nuestro mundo, la Realidad.
Y aquí podría dar por finiquitadas estas reflexiones acerca del qué hacer. Pero por honestidad con vostr@s y conmigo mismo, debo extenderlas a unas últimas consideraciones que estimo no menos significativas. Porque todo lo hasta ahora expuesto ha de desembocar, forzosamente, en una manera concreta de vivir y de mirar al mundo. Y esto nos sitúa ante la tesitura de cuestionarnos con sinceridad y honradez interior si tu manera y la mía de vivir y mirar el mundo es realmente distinta de la de esos que tanto dolor ocasionan a los demás por codicia, avaricia, ambición, egoísmo, egolatría, orgullo, frivolidad, miedo, recelos, ignorancia, complejos o necesidad de reconocimiento.
Sí, ya sé que tú y yo nos indignamos frente a ese dolor; y que nos sale de dentro el cambiar las cosas. Vale. Pero, ¿hasta que punto tu modo y mi modo de vivir y mirar al mundo es realmente diferente al de ellos?; ¿estamos de verdad seguros de que los ojos con los que tú y yo miramos al mundo no son semejantes a los de ellos?, ¿y si las diferencias entre ellos, tú y yo fueran sólo de escala, de circunstancias, pero, cada uno a su nivel y situación, reprodujéramos un modelo idéntico de vida y una forma similar de ver el mundo?.
Vaya por delante, que estaríamos en nuestro derecho. El libre albedrío es una ley cosmogónica. Cada cual es libre de elegir como vivir y como mirar al mundo. Nada de dar lecciones. Pero tampoco vale engañarse a uno mismo. Hay que optar con libertad, pero también con consciencia: los ojos para mirar el mundo los elegimos nosotros, cada uno; y el mundo es distinto según los ojos con los que lo miramos. ¿Te sorprende?. No deberías. A estas alturas no tendrías que albergar dudas: creer es crear. Es tu elección; es mi elección.
Fíjate: el perdón, o el no perdón; no enjuiciar, o criticar, etiquetar y clasificar; Amor Incondicional y contra Resistencia, o amor por predilección (al ser amado, al familiar, al amigo, al que se comporta bien conmigo,…); hablar claro para poner en evidencia lo que origina dolor, o callar, disimular o refugiarme en discursos huecos y planes, muchos planes para el futuro.
¿Más ejemplos de elección?. Veamos: servicio a los otros, o el poder sobre los otros (ojo: repito, cada cual en su escala); compartir con los demás, o acumular para mí; practicar el sentido común en la cobertura de mis necesidades, o aplicar las reglas del consumismo; vivir el presente y ocuparme de Ser, o preocuparme de lo que no Es y dar bandazos entre el pasado (que sólo existió cuando fue presente) y el futuro (que sólo existirá cuando sea presente).
¿Suficiente?. Permíteme que continúe un poco más: disfrutar la felicidad en la austeridad, el equilibrio, la armonía y la honestidad interior, o perseguirla a través de las ficciones mentales, los objetos materiales, la obsesión por el cuerpo y la estética, el qué dirán y el éxito social; parar de vez en cuando y buscar el silencio íntimo, o pasar los días en el ajetreo incesante de lo que me rodea; sentirme parte integrante y responsable de la naturaleza y el planeta, o contemplarlos como meros instrumentos para mi propia satisfacción.
Conoces la totalidad de estas alternativas y otras muchas tan bien o mejor que yo. Sabes que elegimos entre ellas cotidianamente. Sabes que no son palabras, sino hechos. Pues bien, con ellos forjamos nuestro mundo, la Realidad.
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