Introducción:
ver el primer post en este Blog, con fecha 18/04/2019
EL GANSO DE ORO
Están pasando nubes doradas sobre nuestra ciudad,
gritaron un día la gente de Benares, porque el cielo estaba cubierto de oro. No
era una nube ni tampoco el oro que una estrella puede dejar a su paso; el oro
fluía de las alas de un ganso, un hermoso ganso, volando lenta y
majestuosamente en el aire.
El rey miró arriba desde la torre de su palacio. Gran
pájaro, exclamo asombrado. Eres verdaderamente el rey de aquellos que surcan el
espacio.
Y llamó a sus cortesanos, tocaron música, trajeron
guirnaldas de flores y perfumes y así el
rey honoraba a su hermoso visitante. El ganso miró hacia abajo y viendo el rey
y a sus cortesanos, las guirnaldas de flores y escuchando una dulce música, se
volvió hacia la bandada de gansos que le seguían... ¿Por qué me honra el rey de
esta manera? preguntó.
Señor, seguramente el desea ser su amigo, le
contestaron los gansos. Entonces el
pájaro dorado descendió al suelo y saludó al rey, retornando luego con sus
compañeros en el cielo.
El siguiente día el rey caminaba por los jardines
cerca del lago Anokkatta, cuando el gran pájaro vino de nuevo a él, trayendo
agua en un ala y polvo de madera de sándalo en la otra. Su visita no fue más
larga que la anterior, porque después de rociar al rey con el agua y espolvear
el polvo de sándalo sobre él, se reunió de nuevo con sus compañeros y voló
hacia su reino de Cittakutta.
A medida que pasaba el tiempo, el rey de Benarés.
Añoraba más y más volver a ver el pájaro dorado. Cada día paseaba cerca del
lago Anokkatta y cada día mirando al lejano horizonte, suspiraba diciendo:
¿vendrá mi amigo otra vez?
Pero el dorado ser estaba lejos en las montañas de
Cittakutta con su manada de noventa mil gansos. Todos ellos amaban a su rey y
eran muy, muy felices.
Pero un día, los dos más jóvenes de la manada fueron
al rey y tras una profunda reverencia le dijeron: venimos a despedirnos ¡oh
rey! No vamos a correr una carrera con el sol.
Pequeños míos, dijo el rey, vuestras pequeñas alas son
demasiado débiles para volar con el sol, podríais perecer en el camino, así que
sed sabios y no os vayáis.
Pero los jóvenes gansos persistieron y lo pidieron una
segunda y tercera vez, escuchando
siempre la misma respuesta de su rey,
por lo que decidieron irse sin su permiso.
Así que, antes del amanecer, se fueron al monte
Yughandara y esperaron allí la salida
del sol.
Pero el rey sabía que los pequeños locuelos gansos
habían partido y que estaban esperando en Yughandara. Voló rápidamente a la
montaña y cuando el rojo sol apareció en el cielo y los dos pequeños gansos
extendieron sus alas, los siguió.
Cuando el más pequeño había volado unas pocas horas,
sus alas batían débilmente sin ya poder seguir llevándole más lejos. Pero el
rey volaba a su lado, y cuando vio que el joven estaba a punto de caerse al
suelo, se le acercó, lo tranquilizó y le llevó sobre sus alas a Cittakutta.
Entonces, el dorado ser voló de vuelta junto al otro
pequeño ganso, y volando más rápido que el sol, le alcanzó y voló a su lado.
Señor, gritó el joven ganso, no puedo volar más. El
gran pájaro le tomó entonces cuidadosamente sobre sus alas y a él también le
llevó de vuelta a Cittakutta.
¿Y si hiciera yo una carrera al sol que ahora mismo se
encuentra en su cenit?, pensó el gran pájaro. Y traspasando las nubes y
taladrando el espacio, sobrepasó el sol mil veces.
Pero después de un rato pensó; ¿qué es el sol para mí,
por qué tendría que competir con él? Una misión más grande me espera. Iré junto
a mi amigo el rey de Benares y le hablaré sabiamente y el y su pueblo se
sentirán felices.
Entonces voló atravesando el mundo entero, de una
punta a la otra, hasta que finalmente llegó a Benares.
De nuevo la ciudad se iluminó de un color dorado y
descendiendo despacio se posó al suelo.
Mi amigo ha venido, gritó el rey lleno de alegría. Y
resonaron aclamaciones de júbilo en todo el palacio. El mismo rey trajo un
trono de oro para el pájaro y le rogó: Ven y siéntate conmigo.
Y tras refrescar sus alas con perfumes y darle a beber
agua dulce, el rey se sentó a su lado para que pudiesen conversar juntos.
¿De dónde vienes, hermoso pájaro? Desde que
sobrevolaste Benares, he anhelado verte de nuevo, de dijo el rey. Vengo de
Cittakutta, del silencio de las montañas, contestó el gran ganso. Y le explicó
entonces al rey, la historia de su carrera con el sol. Los ojos del rey
brillaban, ¿sería posible que pudiera ver tu carrera con el sol? pidió
humildemente al pájaro.
No, respondió el ganso, eso nunca se puede ver. Pero
es posible que te pueda mostrar de otra
manera la velocidad de mi vuelo. ¿De qué manera, hermoso pájaro? preguntó el
rey.
Llama a tus arqueros, dijo el pájaro, y ordénales que
disparen todos a la vez, sus flechas a
la pared, y antes de que ellas la toquen yo las cogeré con mi pico.
¡Maravilloso!, exclamó el rey. ¿Puede tu velocidad ser comparada con alguna
otra en el mundo, oh milagroso ser? Si, contestó el pájaro, hay una velocidad
más grande que la mía. Cien veces más rápida, miles de veces, cientos de miles
de veces más rápida; es la velocidad del tiempo. ¡Placeres, ricos palacios!...
¡El tiempo se los lleva más rápido que mi veloz vuelo!
Al escuchar estas palabras, el rey tembló de miedo.
Pero el ganso le consoló diciéndole
amablemente: Oh rey, no temas. Si amas a tu pueblo y tratas de hacerlo feliz,
¿qué importancia tiene que el tiempo pase?
De los ojos del rey brotaron lágrimas. Gran ser, dijo,
no me dejes mandar sólo. Permanece a mi lado en el palacio y háblame de que yo
puedo ser feliz y hacer feliz a mi gente. No, contestó el dorado ser, no me
quedaré. Puede que un día, después de que hayas bebido vino, ordenes: matad al
pájaro y haremos un festejo con él.
Nunca probaré el vino mientras tú permanezcas aquí,
exclamó el rey.
Las voces de los leones y de los pájaros son claras y
verdaderas, dijo el ganso, pero las palabras de los hombres no son tan
verdaderas. No, regresaré a mi reino y si me quieres seremos amigos en la
distancia.
¿Nunca volveré a verte? exclamó el rey. Quizás un día
vuelva, dijo el ganso, y podamos vernos
de nuevo
Con estas palabras, desplegó sus alas y se elevó hacia
el cielo que se tornó nuevamente dorado y el reino vivió feliz para siempre.
Ya
sabéis, os puedo ir mandando estos cuentos de Noor Inavat Khan en PDF, escribir a deeeli@gmail.com
Finalmente
aprovecho por si alguien quiere lo publicado, anteriormente, por Deéelij en
este Blog sólo ha de decirlo en el mail antes indicado