Más allá de sus aspectos técnicos, la planificación estratégica es una manera de gobernar el territorio en un clima de consenso y de participación colectiva; posibilita superar la imprevisión, concebir el futuro deseable y definir los medios reales para alcanzarlo. Por lo que la planificación estratégica puede ser conceptualizada cual respuesta desde el territorio a “los tres cómo”: ¿cómo somos?; ¿cómo queremos ser?; y ¿cómo gestionamos el cambio (cómo pasamos del cómo somos al cómo queremos ser)?. Observe que los seres humanos, de manera innata, como consecuencia de nuestra capacidad intelectiva, aplicamos espontáneamente esta “triada de cómos” a nuestra vida cotidiana, por lo que la planificación estratégica significa llevar a lo colectivo la forma de actuar en lo individual. En este orden, es importante destacar que en la planificación estratégica, siendo un todo, pueden y deben diferenciarse dos ámbitos, interrelacionados, pero de distinta naturaleza conceptual y operativa: la planificación estratégica socioeconómica (productiva, tecnológica, empresarial,...); y la planificación estratégica físico-territorial (espacial, urbanística, organización del territorio,...).
Por una parte, la planificación estratégica es de naturaleza socioeconómica, productiva, tecnológica y empresarial. Proporciona una visión global de la ciudad en un proceso de cambio permanente y para ello establece prioridades y concentra esfuerzos, sistematiza objetivos y delimita proyectos infraestructurales y emprendedores dirigidos al desarrollo y a la generación de renta y empleo, fomenta la colaboración público-privada, crea una cultura estratégica común, refuerza, ante la comunidad, los diferentes liderazgos (institucional, social, económico, etc.) y, finalmente, desemboca en un programa de acciones.
Pero, por otra parte, la ciudad es ante todo una realidad física, por lo que esa “ciudad que queremos” ha de concretarse en el “territorio que tenemos”. Por ello el modelo de ciudad, su plasmación efectiva, exige una planificación física y urbanística coherente con el referido modelo, apta para llevarlo a la realidad, y capaz de dirigir el timón del desarrollo urbano y territorial de la ciudad hacia donde sus ciudadanos han señalado. Una política que configure un urbanismo responsable y racional que reconduzca el sistema urbano hacia bases más sostenibles y un mayor equilibrio territorial, actuando de manera conjunta e integral sobre el territorio, el medio ambiente, la cultura local, las tecnologías, la esfera social, la economía y los intangibles con incidencia en el desarrollo con el objetivo fundamental de mantener y mejorar las condiciones de calidad de vida de sus habitantes.
Por tanto, la que de forma tan común como impropia solemos denominar planificación estratégica -la socioeconómica- y la que de manera insuficiente llamamos normalmente planificación urbanística -que debe ser entendida y ejecutada cual planificación estratégica físico-territorial- son las dos caras de una misma moneda (en el caso de los municipios españoles, a diferencia de otros de
Marco planificador y modelo de territorio cuya utilidad consiste no sólo en programación, sino, obviamente, en su efectiva plasmación en la realidad de cada colectividad. Esto lleva a referirse a las estrategias de desarrollo local.
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