GRUPO DE ESTUDIOS TEOSÓFICOS DE SEVILLA
SUBGRUPO 2: “DE LA TRANSFORMACIÓN INTERNA A LA EXTERNA”
Texto base: “De la transformación interna a la externa”, de Joy
Mills
RESUMEN DE LAS REUNIONES DE
FECHA 11 y 21/12/2017
(Con base en el capítulo 3
del texto citado)
Sobre el Sendero
Convertirse en el sendero mismo
La transformación es un proceso que desemboca en una regeneración y
una reforma total de nosotros mismos. Cuando pensamos en un proceso así, lo
contemplamos como un camino o sendero en el que ir avanzando.
Sin embargo, en La Voz del
Silencio (I,58) se nos indica:
“No puedes recorrer el Sendero antes de que te hayas convertido en el Sendero
mismo”. ¿Qué significa esto? Pues que no estamos buscando un camino exterior a
nosotros mismos y que, realmente, nos estamos examinando a nosotros mismos:
nuestros motivos, nuestra naturaleza interior, las raíces mismas de nuestro
ser. Y ningún aspecto debe quedar fuera de este examen (a este respecto es de
gran utilidad el conocimiento de la constitución septenaria del ser humano y su
revisión en cada uno).
En este marco, se pueden citar,
esquemáticamente enunciado, dos actitudes que precisas, al unísono, para
recorrer el sendero: visión y atención.
El sendero de la visión: Empezar por “mi ocasión
única actual”
¿Por dónde comenzar? En palabras de
Tsong-Kha-Pa, por “mi ocasión única actual”. Se le llama también el “sendero de
la visión”: solo podemos empezar donde estamos. Es decir, el punto de arranque
no se sitúa en nada teórico, sino en algo eminentemente práctico: hemos de
situarnos en la manera que, en el momento presente, tenemos de actuar en el
mundo; preguntarnos dónde estamos en la vida ahora mismo.
Esta es la primera y esencial pregunta que hemos de responder. Y la
contestación a la misma no conduce a nada fútil, sino al reconocimiento de la
transcendencia e importancia de una encarnación en la forma humana, que es algo
precioso: un auténtico regalo y una valiosa oportunidad en nuestra evolución
espiritual y en el proceso de auto-consciencia de nuestra alma.
El sendero de la atención: Y teniendo presente el
objetivo de lo que seremos
Además de centrarnos en dónde estamos, siempre debemos tener
presente el objetivo de aquello que seremos –se puede denominar el objetivo del
Bodhisattva-, para que dirija nuestra acciones. Es el denominado “sendero de la
atención”: necesitamos la visión próxima y la mirada y la atención lejanas.
Hemos de centrarnos y concentrarnos en nuestra ocasión única actual y ver y
prestar atención al paso siguiente.
En este orden, date cuenta de esto: la vida está llena de
sufrimiento porque está hecha de deseo. Constantemente surge en nosotros el
deseo de algo más, de algo diferente, de alguna alteración externa de la
circunstancias… Sin embargo, vivir realmente supone estar libre de los deseos
egocéntricos y los apegos egóicos, incluido el deseo de llegar a ser uno con el
sendero o el proceso que lleva a una transformación.
Y con el telón de fondo de esta práctica completa de visión y atención,
en La Voz del Silencio se describen
los tres “vestíbulos” que esperan al “peregrino” en su recorrido del sendero.
Los tres “vestíbulos” del “peregrino”
Primero: El Vestíbulo de la Ignorancia (“Avidya”)
Es un estado de no-conocimiento. Pero no con relación a las cosas
materiales y las personas, sino en lo relativo a una falta de consciencia
acerca de la Verdad esencial y Una.
Ahora bien, no hay que olvidar que es en tal estado donde empieza
nuestro proceso de despertar: es aquí, en la encarnación física, en la
oscuridad de nuestra ignorancia, donde percibimos el resplandor de la luz. De
ahí que haya que insistir en la importancia de la encarnación física: cada paso
hay que darlo en esta encarnación; es en ella donde hemos de plasmar nuestra
inmortalidad.
Nos dejamos llevar por el río de la vida, pero no confiamos en ella
y no practicamos ni la aceptación (que es fruto de esa confianza) ni la acción
correcta (basada en la Sabiduría-Compasión), que se fundamente en la confianza
en la vida y en la consiguiente aceptación y ausencia de queja. Es por ello que
nos agarrarnos a lo que parece deseable y rechazamos lo que la mente concreta
juzga cual desagradable.
Y entonces, en algún momento, nos percatamos de que nuestros pies
(símbolo de la comprensión) están pisando el lecho de la corriente, el suelo
firme debajo nuestra que sostiene el río. Y de alguna manera sabemos que el río
no es simplemente el reino de la experiencia (Samsara), sino que también es el
río de la libertad (Nirvana). Y es solo nuestro movimiento en él o nuestra
respuesta a él lo que hace que el río parezca mantenernos en el mundo de la
experiencia o que nos libere. Por consiguiente, como afirmó el sabio budista
Nagarjuna, “Samsara es Nirvana; Nirvana es Samsara. Entre los dos no hay
diferencia”.
Así pues, el objetivo no se encuentra en ningún punto exterior: los
dos se hallan presentes dentro de nosotros. Puede decirse que el Sendero
procede de Samsara y va al reino de Nirvana. La naturaleza última de Samsara es
Sunyata; y su característica principal, la de manifestarse como sufrimiento. En
cuanto a Nirvana, su naturaleza última también es Sunyata, mientras que su
característica principal es la liberación de todo sufrimiento. Samsara y
Nirvana no son dos entidades, sino dos términos para describir una sola
experiencia. Y dado que Samsara y Nirvana son una sola y misma cosa, la
experiencia que describen se basa en nuestra actitud
Segundo: El Vestíbulo del Aprendizaje
Es el momento del despertar, el instante en el que vemos la luz… Contemplamos
el primer resplandor de la luz en el Vestíbulo de la Ignorancia. Allí nos damos
cuenta de que la corriente de la existencia es, a la vez, samsárica y Nirvánica
y, por ende, puede tanto cegarnos como liberarnos. El pasaje que permite el
acceso al Vestíbulo del Aprendizaje exige ahora que actuemos sobre lo que hemos
visto. No es que el estudio, el aprendizaje y el adquirir conocimientos y
comprensión tengan que despreciarse. La Sabiduría no se consigue tan
fácilmente. De hecho, se compara a un cierto precio: la experiencia en la
encarnación, donde aprendemos a discriminar lo real de lo irreal, lo verdadero
de lo falso. Porque la discriminación se consigue solamente cuando hay
opciones: en el Vestíbulo del Aprendizaje nos encontramos constantemente con la
elección.
El Vestíbulo del Aprendizaje es, al mismo tiempo, la etapa en la se
pone a prueba tanto nuestro conocimiento, visión y comprensión como nuestro
valor, constancia y confianza en nosotros mismos y en el maestro. Todo esto se
somete a probación en el horno de la experiencia, de la existencia encarnada:
el Vestíbulo del Aprendizaje es nuestro mundo exterior.
La persona que pasa con éxito las pruebas, que abre su consciencia
a un horizonte más amplio (percepción global) y percibe la realidad subyacente,
la esencia presente en toda apariencia, ha entrado en el Vestíbulo de la
Sabiduría.
Tercero: El Vestíbulo de la Sabiduría
La entrada en él se efectúa porque ha tenido lugar un proceso
constituido por tres partes: destruir tu cuerpo lunar; purificar tu cuerpo
mental; y limpiar tu corazón
Hay que transformar nuestra herencia proveniente del grupo conocido
como los “pitris lunares”, el “cuerpo lunar” o forma astral producida por el
principio kármico –deseos egóicos y hábitos egocéntricos-, diluyendo el viejo
esquema para que pueda surgir uno nuevo. La mente quedará limpia también de sus
apegos, de sus prejuicios y tendencias (eskandas); y el corazón se liberará de
todo deseo egoísta.
Encontrar “al que ha de darte nacimiento” y hacer
una rigurosa elección
La entrada en Vestíbulo de la Sabiduría señala un cambio
fundamental en nuestra naturaleza. Sin embargo, no es la conclusión de nuestro
viaje: ahora la búsqueda comienza en serio y hay que hacer más elecciones. Es
momento, como se indica en La Voz del
Silencio, de buscar y encontrar “a aquel que ha de darte nacimiento”: el
Maestro que llevará al discípulo hasta el "nacimiento espiritual” o “segundo
nacimiento” (“nacer de nuevo” lo denominó Cristo Jesús).
Desde luego, llegados a este punto, el margen de maniobra de las
elecciones se va haciendo cada vez más estrecho. Aunque sería más certero
señalar que la verdadera elección solo puede tener lugar ahora, porque mientras
la mente y el corazón estén ofuscados por el deseo egóico, la elección no es
libre y el cuerpo lunar es sólo un conglomerado de hábitos, condicionamientos,
preocupaciones egocéntricas y tendencias que nos llevan a reaccionar
automáticamente, sin auténtica libertad, por lo que no puede hacerse ninguna
verdadera elección. Y no penséis que esta elección es tan fácil como parece…
Eso sí, aunque haya que hacer siempre una elección, existe también
el misterio de una unión interior de caminos: una unión en la cual la cabeza y
el corazón, el conocimiento y la compasión, están unidos por y a través de la
presencia de Uno en el mundo.
Y ahora se requiere una rigurosa elección y estar seguros del
sendero que queremos tomar: hemos de escoger entre lo que se llama “Sendero
Abierto”, el camino hacia el paraíso del egoísmo, y el “Sendero Secreto”,
seleccionado por los Budas de la perfección, que sacrifican el Yo a los Yoes
inferiores. El primer sendero es el de la liberación para el yo individual, en
tanto el segundo es una liberación interna que permite a la persona vivir
solamente en beneficio de la humanidad, después de renunciar a los frutos de la
liberación. En este caso, el dharma o camino inherente en el planteamiento
teosófico es el del Bodhisattva, el sendero de la renunciación.
Las elecciones que hagamos y el sendero que escojamos van a
determinar nuestra manera de actuar en el mundo. En este sentido, es el momento
de abordar la “Acción Correcta”, de lo que Mills se ocupa en el siguiente
capítulo de su libro "De la Transformación interna a la externa".
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Autores: Lola Rumi y Emilio Carrillo
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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