En los últimos días se han publicado en el Blog dos entradas relativas a la Geometría Sagrada (Genes empaquetados y Geometría Sagrada y Geometría fractal, del 14 y 15 de septiembre, respectivamente). En vuestr@s comentarios al respecto hay una especial insistencia en torno al número 8 y el por qué de su importancia entre tradiciones iniciáticas latinoamericanas y europeas, como, por ejemplo, la templaria, que otorgan una gran relevancia al 8 y al octógono –verbigracia, las célebres capillas octogonales que el Temple construyó por media Europa-.
Consultando obras y escritos de simbología hallaréis cuantiosas claves al respecto, que redundan en una creencia arcaica que sitúa al 8 como el número de los números (lo que, causalmente, se ha refrendado en la actualidad por la tecnología digital, en la que todos los números se forman precisamente tomando partes o trazos del dígito 8). No obstante, sin desmerecer lo anterior, el valor simbólico del 8 y el octógono es de bastante más calado y engarza con la encarnación misma de cada uno en el plano humano y el inefable punto de encuentro en el que nuestra dimensión espiritual y corporal se funden para dar lugar a cada persona. Aquí radica la trascendencia del 8.
Para entenderlo adecuadamente, hay que recordar que ya antes de nacer sabemos las potencialidades y los atributos kármicos que vamos a disfrutar y las experiencias energéticas y vibracionales que viviremos: ya estaban aquí como potencial y entramos de nuevo en el plano humano para vivirlas. E, igualmente, antes de venir conocemos los potenciales de las personas con las que nos vamos a encontrar: las sincronicidades con aquéllos con los que tendremos encuentros y, dentro de esto, escogemos a nuestros padres. Cuando estamos al otro lado del velo, en la dimensión de la inmortalidad, que es la del Espíritu que somos, se eligen desafíos para poder enfrentarlos y resolverlos. Nadie vino aquí a sufrir, sino a desentrañar el rompecabezas de la vida. Y los Buscadores están interesados en desentrañar la vida, en abrir la caja de la verdad hasta constatar que cada uno de nosotros somos parte del Todo y el Todo mismo. No procedemos de ningún lugar. El Espíritu, no está en un lugar. Dios "Es". Y siempre fuimos; ya "éramos" antes de que se creara el Universo. Elegimos venir a la Tierra por una razón que, en realidad, no tiene tanto que ver con este planeta como con el Omniverso: desplegar nuestras energías en la Tierra experimentado en libre albedrío la ilusión de individualidad para elevar nuestro grado de consciencia, expandir así la consciencia de la suma a la que pertenecemos y, por medio de ello, contribuir a la expansión de la consciencia de la Unidad.
Pero, ¿en qué momento preciso nuestra dimensión espiritual conforma su unión con el nuevo cuerpo físico?. Pues en el momento de la fecundación del nuevo ser humano. Lo que nos conduce al número 8 y su simbología.
Consultando obras y escritos de simbología hallaréis cuantiosas claves al respecto, que redundan en una creencia arcaica que sitúa al 8 como el número de los números (lo que, causalmente, se ha refrendado en la actualidad por la tecnología digital, en la que todos los números se forman precisamente tomando partes o trazos del dígito 8). No obstante, sin desmerecer lo anterior, el valor simbólico del 8 y el octógono es de bastante más calado y engarza con la encarnación misma de cada uno en el plano humano y el inefable punto de encuentro en el que nuestra dimensión espiritual y corporal se funden para dar lugar a cada persona. Aquí radica la trascendencia del 8.
Para entenderlo adecuadamente, hay que recordar que ya antes de nacer sabemos las potencialidades y los atributos kármicos que vamos a disfrutar y las experiencias energéticas y vibracionales que viviremos: ya estaban aquí como potencial y entramos de nuevo en el plano humano para vivirlas. E, igualmente, antes de venir conocemos los potenciales de las personas con las que nos vamos a encontrar: las sincronicidades con aquéllos con los que tendremos encuentros y, dentro de esto, escogemos a nuestros padres. Cuando estamos al otro lado del velo, en la dimensión de la inmortalidad, que es la del Espíritu que somos, se eligen desafíos para poder enfrentarlos y resolverlos. Nadie vino aquí a sufrir, sino a desentrañar el rompecabezas de la vida. Y los Buscadores están interesados en desentrañar la vida, en abrir la caja de la verdad hasta constatar que cada uno de nosotros somos parte del Todo y el Todo mismo. No procedemos de ningún lugar. El Espíritu, no está en un lugar. Dios "Es". Y siempre fuimos; ya "éramos" antes de que se creara el Universo. Elegimos venir a la Tierra por una razón que, en realidad, no tiene tanto que ver con este planeta como con el Omniverso: desplegar nuestras energías en la Tierra experimentado en libre albedrío la ilusión de individualidad para elevar nuestro grado de consciencia, expandir así la consciencia de la suma a la que pertenecemos y, por medio de ello, contribuir a la expansión de la consciencia de la Unidad.
Pero, ¿en qué momento preciso nuestra dimensión espiritual conforma su unión con el nuevo cuerpo físico?. Pues en el momento de la fecundación del nuevo ser humano. Lo que nos conduce al número 8 y su simbología.
Como es sabido, la fecundación es la unión de dos células sexuales o gametos (el espermatozoide masculino y el óvulo femenino) en el curso de la reproducción sexual, dando lugar a la célula cigoto donde se encuentran reunidos los cromosomas de los dos gametos. Y de la multiplicación celular del cigoto (2, 4, 8, 16, 32,… células) parte la formación del embrión. En este orden, la ciencia actual comienza a hablar de unas “células madres” o base celular del nuevo ser, que son exactamente las 8 primeras. De hecho, el avance celular de 2 a 4 y de 4 a 8 es muy rápido, mientras que al llegar a 8 se produce una especie de parada en el camino antes de pasar a 16 y continuar la multiplicación.
Es en ese estadio -cuando el embrión está configurado por las 8 células madre- en el que la dimensión espiritual se asocia al cuerpo. También es el momento en el que se inyecta divinidad en el ADN, implementando en él -en dos capas interdimensionales llamadas ”Registro akásico del ADN”- los componentes y recuerdos de otras vidas precisos para las experiencias conscienciales y concienciales que, en libre albedrío, corresponden ahora vivir. Por esto, algunas tradiciones espirituales denominan a esas 8 células las “células del alma”.
En este hecho francamente trascendente -la base celular octogonal que define el momento preciso en el que, tras la fecundación, se funden las dimensiones espiritual y física- reside la significación profunda del 8 y el octógono. La humanidad lo conoció en la noche de los tiempos. Y escuelas espirituales y tradiciones iniciáticas de los cinco continentes mantuvieron vivo este conocimiento, volcándolo en la simbología numérica. De ello bebieron muchas antiguas culturas de América Latina; y está en la razón de ser de la prevalencia del octógono entre los constructores medievales y en las edificaciones templarias.
Es en ese estadio -cuando el embrión está configurado por las 8 células madre- en el que la dimensión espiritual se asocia al cuerpo. También es el momento en el que se inyecta divinidad en el ADN, implementando en él -en dos capas interdimensionales llamadas ”Registro akásico del ADN”- los componentes y recuerdos de otras vidas precisos para las experiencias conscienciales y concienciales que, en libre albedrío, corresponden ahora vivir. Por esto, algunas tradiciones espirituales denominan a esas 8 células las “células del alma”.
En este hecho francamente trascendente -la base celular octogonal que define el momento preciso en el que, tras la fecundación, se funden las dimensiones espiritual y física- reside la significación profunda del 8 y el octógono. La humanidad lo conoció en la noche de los tiempos. Y escuelas espirituales y tradiciones iniciáticas de los cinco continentes mantuvieron vivo este conocimiento, volcándolo en la simbología numérica. De ello bebieron muchas antiguas culturas de América Latina; y está en la razón de ser de la prevalencia del octógono entre los constructores medievales y en las edificaciones templarias.
hola me siento entusiasmado
ResponderEliminarMe alegro de que sea así.
ResponderEliminarSaludos