Continuación de la entrada de ayer, titulada Inmanencia de Dios, Espíritu Santo y Convivencia Vibracional, que se estructuró en los siguientes apartados:
1. La Inmanencia de Dios.
2. Lo que “es” y lo que “no es”: la “paradoja de consciencia”.
3. El Espíritu Santo y la convivencia vibracional.
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4. El “alma”
Todo lo que se describió en la entada de ayer es primoroso. Y es el preámbulo de algo todavía más radiante: la Inmanencia del Espíritu (plano de lo No Manifestado) en las manifestaciones intangibles o tangibles (plano de lo Manifestado) posibilita la activación vibracional de las manifestaciones inmateriales y materiales y el aumento de su frecuencia hacia niveles vibratorios por encima de lo que en sí les corresponden.
Al Amor de Dios no le basta que lo Manifestado forme parte intrínseca de la Creación; tampoco que a ello se sume su Inmanencia en él. El Amor es tal que logra más: gracias a la convivencia vibracional y por influjo del Espíritu, se activa una dinámica dirigida a multiplicar la gradación vibracional de las manifestaciones intangibles y tangibles (en nuestro caso, el cuerpo humano) y a integrarla (absorberla) en la propia Esencia divina. En el lenguaje cristiano, el Padre (Principio Único) envía a su Hijo (Espíritu o Amor) para que se encarne (Espíritu Santo) en el mundo (convivencia vibracional) y resucite la carne (materia), consiguiendo que ésta suba al Cielo (el incremento de su gradación vibratoria hacia escalas divinales).
Retomado lo expuesto en la entrada Principio Único (“Padre”) y Espíritu (“Hijo”), publicada el sábado 21 de noviembre, se logra así que el proceso “de arriba hacia abajo” (Principio Único, Padre, “big” -Emanación de la Esencia divina y del Verbo a ella asociado-; Hijo, “bang” -expansión de la Esencia como Espíritu y del Verbo-; e Inmanencia de lo No Manifestado –Espíritu Santo- en lo Manifestado -condensación del Verbo: manifestaciones inmateriales y materiales-) tenga su correlato “de abajo hacia arriba” mediante la generación de una nueva energía vibracional en el plano de lo Manifestado. Una energía sembrada por la Consciencia Perfecta (semilla) a partir del “big-bang” y que brota y va subiendo de gradación vibratoria en una dinámica que la irá aproximando (Absorción) a la que es propia del Espíritu y la Esencia divinal. ¿Cómo sucede algo tan extraordinario?. A través de lo que diversas religiones conocen como “alma”.
Para entender cómo aparece el alma y cuáles son sus perfiles y características, hay que hacer referencia al “efecto de heterodinaje”: un fenómeno sobradamente conocido por la ciencia y aplicado actualmente en ámbitos relacionados con campos y frecuencias vibratorias Por ejemplo, en la ingeniería de sonido, que nos muestra cómo al combinarse dos ondas de distinta frecuencia vibratoria –una mayor y otra menor- se genera una tercera con un nivel vibratorio que se mueve entre los de las dos primeras. Aplicando esto a lo que aquí ocupa, significa que de la convivencia vibracional entre la alta frecuencia del Espíritu y la baja de la corporeidad surge una tercera gama o esfera vibracional, usualmente llamada alma, con una gradación que oscila entre la frecuencia de la corporeidad y la del Espíritu. En este orden, las funciones del alma son tanto de enlace y bisagra vibratoria entre Espíritu y cuerpo como de transmisor vibracional y batería energética.
Por una parte, el alma actúa de bisagra en cuanto a que opera como espacio vibratorio de encuentro y conexión entre los campos vibracionales del Espíritu y el cuerpo, facilitando que se produzca la aludida convivencia vibracional, pero sin que haya ni “mezcla” ni “contacto” directo. Y es que la mezcla no puede darse, pues conllevaría la alteración de las cualidades del Espíritu como Esencia divina, lo cual es imposible ya que el Ser Uno es inalterable y su Esencia y naturaleza no pueden ser modificadas. Como tampoco es viable el contacto, pues es tan descomunal la diferencia en intensidad de los dos planos vibratorios que, en el supuesto de que existiera contacto directo entre el Espíritu y las manifestaciones (nuestro cuerpo físico entre ellas), éstas sufrirían enormes distorsiones que bloquearían su evolución biológica, anulando el desarrollo de formas de vida, más o menos sutiles, en lo Manifestado.
Por esto, centrando la reflexión en los seres humanos, la convivencia vibracional entre Espíritu y cuerpo implica, mediante el efecto de heterodinaje, la generación natural y automática del alma cual tercera gama o esfera vibratoria. El alma ensambla ambos planos vibratorios y hace factible la convivencia entre los dos a través de ella, sin que Espíritu y cuerpo se mezclen ni entren en contacto directo.
Y, por otro lado, el alma actúa de transmisor y batería energética, ya que propicia que la fuerza vibratoria del Espíritu se canalice hacia la corporeidad y aumente la frecuencia vibratoria de ésta en el sentido antes expuesto. Un fenómeno que no es difícil de comprender, pues tiene su punto de partida analógico en los principios de Entropía y Entalpía (del griego “thalpein”, “calentar”), que a colación, por ejemplo, del encuentro entre masas de agua fría y caliente, muestran cómo el resultado de la combinación de ambas será una masa acuosa de temperatura intermedia, por pérdida de energía calorífica del agua caliente a favor de la fría.
Los contenidos de estos dos principios físicos pueden ser analógicamente aplicados a la convivencia vibracional entre Espíritu y cuerpo, aunque con un elemento de enlace o bisagra, el alma, que no existe en el ejemplo del agua caliente y fría. Concretamente, la alta gradación vibracional del Espíritu (agua caliente) se canaliza de modo natural hacia el bajo nivel vibratorio del cuerpo (agua fría), si bien lo hace a través del alma, que es la que adquiere una gradación vibracional situada entre los dos extremos (el caliente y el frío).
Eso sí, la vibración del Espíritu es infinita. Siguiendo con el caso del agua, es como si la caliente estuviera vinculada a una fuente de energía que le permitiera volver a calentarse permanentemente, superando así el transitorio menoscabo promovido por el contacto con el agua fría. El Espíritu es inalterable, pues es Esencia divina, y emite hacia el cuerpo, con el intermedio del alma, su elevada frecuencia. Por esto, la gradación vibracional y energética hacia el alma tiende a ir en aumento en el contexto de un proceso que se examina en el próximo epígrafe: la “dinámica vibratoria interactiva” (el agua caliente, al volver a calentarse constantemente, terminará elevando hacia su nivel calorífico al agua fría con la que está en contacto). Metafóricamente, la Luz habrá vencido a las Tinieblas; y la carne resucitada (la materia vibracionalmente activada por la convivencia con el Espíritu) ascenderá a los Cielos. Como señala Jesús: “Yo he venido al mundo como Luz, para que todo el que crea en mí no quede en las Tinieblas” (Juan, 12,46).
5. La “dinámica vibratoria interactiva”
El papel del alma es, por tanto, fundamental como bisagra y enlace vibracional entre Espíritu y cuerpo; y como transmisor de la fuerza vibracional del primero hacia el segundo y batería energética (como explicación alternativa, pero basada en los mismos principios, podríamos plantear la inducción de corrientes de energía eléctrica en circuitos en los que el flujo magnético varía: el flujo magnético sería el Espíritu Santo; el circuito sería el Alma; y la corriente eléctrica generada, también de naturaleza ondulatoria, sería la parte Manifestada o cuerpo).
Para desempeñar tal papel, el alma opera como filtro, usando la terminología científica relativa al heterodinaje. Un filtro es un circuito vibratorio que deja pasar determinadas frecuencias, pero no otras. Y en lo que aquí interesa, hay dos clases principales de filtros: “filtro pasa bajos”, que deja pasar todo aquello que sea igual o se encuentre por debajo de una frecuencia vibratoria denominada “frecuencia de corte del filtro”; y “filtro pasa altos”, similar al anterior, pero al revés, pues deja pasar todo lo que sea igual o se halle por arriba de la frecuencia de corte.
¿Cómo actúa el alma en un ser humano?. Pues la frecuencia de corte del filtro está definida con exactitud por el grado de consciencia de la persona: la frecuencia vibracional del grado consciencial funciona como frecuencia de corte. A partir de ahí, según el sentido Espíritu-cuerpo (agua caliente hacia agua fría) o cuerpo-Espíritu (agua fría hacia agua caliente) de los flujos vibracionales, el alma actúa como filtro pasa bajos o filtro pasa altos, respectivamente. Se trata de la “dinámica vibratoria interactiva” (el “modelo” puede complicarse al objeto de explicar un cierto fenómeno selectivo de la frecuencia de paso hacia el cuerpo: tendríamos así los circuitos de los aparatos de radio, en los que una resistencia variable y un condensador seleccionan la frecuencia de la emisora que queremos oír).
Supongamos una persona cuyo grado de consciencia es 3 (ni que decir tiene que es sólo una hipótesis numérica de carácter didáctico). Ante la enorme fuerza vibracional que emite el Espíritu, el alma opera como filtro pasa bajos: recibe y transmite hacia la corporeidad toda la energía vibracional que sea tanto igual como inferior a la frecuencia vibratoria de corte, esto es, 3 (grado de consciencia). Esta energía es recogida por el cuerpo, que funciona como “oscilador local” (expresión científica referida a un circuito vibratorio que se encarga de generar una onda de una frecuencia específica para mezclarla con la frecuencia recibida), y se plasma en un determinado estadio de conciencia que lleva al ser humano a desplegar una serie de experiencias. Si como consecuencia de éstas se produce una elevación del grado de consciencia de la persona, por ejemplo hasta el nivel 4, el alma recibe el incremento energético actuando como filtro pasa altos: recibe la fuerza vibratoria que se sitúe igual o por encima de la frecuencia de corte definida por el grado consciencial anterior, esto es, por arriba de 3.
A partir de aquí se repite el proceso en el contexto de la dinámica vibratoria interactiva, pero con la nueva frecuencia de corte derivada del nuevo grado de consciencia (ya no es 3, sino 4). El alma, ante el elevado influjo vibracional del Espíritu, vuelve a operar como filtro pasa bajos: recibe y transmite hacia la corporeidad energía vibracional tanto igual como menor a la nueva frecuencia vibratoria de corte, es decir, 4 (nuevo grado de consciencia). Esta energía es tomada por el cuerpo y se concreta en un determinado estadio de conciencia que conduce al ser humano a vivir un conjunto de experiencias. Si debido a éstas se produce una elevación del grado de consciencia de la persona –verbigracia, hasta el nivel 5-, el alma acoge el incremento energético actuando como filtro pasa altos: recibe la fuerza vibratoria superior a la frecuencia de corte definida por el grado consciencial anterior, esto es, mayor que 4.
Y así sucesivamente, con la única e importante salvedad de que el ser humano goza de libre albedrío, por lo que sus experiencias en un determinado grado de consciencia (verbigracia, el 3 con el que antes se arrancó) y estadio de conciencia pueden no llevarle a un ascenso en tal gradación consciencial, sino a un mantenimiento (seguiría siendo 3), o, incluso, provocar un decremento (por ejemplo, a 2). En este último supuesto, el alma, funcionando ante la fuerza del Espíritu como filtro pasa bajos, recibiría y canalizaría hacia la corporeidad energía vibracional tanto igual como inferior a la nueva frecuencia vibratoria de corte, es decir, 2. Esta energía sería acogida por el cuerpo y se plasmaría en un determinado estadio de conciencia que llevaría al ser humano a vivir una serie de experiencias. Si como consecuencia de éstas se produce una elevación del grado de consciencia de la persona –verbigracia, hasta el nivel 3-, el alma acogería el incremento energético actuando como filtro pasa altos: recibe la fuerza vibratoria superior a la frecuencia de corte definida por el grado consciencial precedente, esto es, mayor que 2. Aunque también puede ser que, como consecuencia de las experiencias, tuviera lugar un estancamiento o una nueva bajada de la gradación consciencial (por ejemplo, a 1).
En definitiva, la dinámica vibratoria interactiva es la visión energética y vibracional de la interacción “consciencia–conciencia–experiencias”. En cualquier caso, no hay determinismo alguno, sino un potencial que el ser humano, en su experiencia de individualidad en libre albedrío, puede hacer efectivo, o no, a través de su voluntad y comportamiento (experiencias en un determinado estadio de conciencia). Si lo hace, la elevación de grado vibracional y consciencial que le ha llevado a ese estadio de conciencia (los ego, triunfador, dador, buscador, vidente o espíritu de capítulos precedentes) no será canalizado hacia un nuevo aumento de tal grado. Pero si la persona plasma el citado potencial en su conducta, inclinaciones y afectos –es decir, en Amor-, provoca un efecto de retroalimentación vibracional que impulsa una nueva elevación de su gradación consciencial, volviéndose a repetir la dinámica descrita.
De esta forma, con la reiteración y reproducción de la dinámica vibratoria interactiva, el ser humano (unidad de espíritu, cuerpo y alma) puede elevar su grado de consciencia (caminar hacia la plena consciencia de su auténtico ser), lo que se verá acompañado del avance en el estadio de conciencia: la sustitución de comportamientos ligados a los apegos e inercias de la materia (objetivos egoístas, riqueza y dinero, poder, fama, éxito, reconocimiento social, qué dirán,…) por pautas divinas de acción (Amor: bondad, misericordia, benevolencia, altruismo, generosidad y desprendimiento, humildad, vocación de servicio, amor al prójimo, compasión,…). La prioridad por estas pautas muestra un acercamiento consciencial y vibratorio al “Bien”, mientras que la prevalencia de los apegos materiales indica un acercamiento al “Mal”, aunque ambos términos tienen un significado muy distinto al que comúnmente se les suele otorgar.
La antigua polémica teológica sobre si todos los seres humanos poseemos o no alma o si ésta tiene que ser “fabricada por cada uno” es un debate estéril. Por supuesto que todos tenemos alma, pues constituye el fruto natural de la convivencia vibracional, con el consiguiente efecto de heterodinaje, entre nuestro ser profundo (Espíritu) y el cuerpo físico. Pero cada alma, cual bisagra, acumulador y comunicador vibracional, ostenta una frecuencia vibratoria distinta según el grado de consciencia (frecuencia de corte del filtro) de la persona, pudiéndose tal grado elevar, mantener o reducir mediante la dinámica vibratoria interactiva que se acaba de resumir.