En la tarde de ayer tuve ocasión de disfrutar la muestra fotográfica “De la Tierra al Universo: la belleza de la evolución del Cosmos” que, hasta el próximo 27 de septiembre, se expone en la Casa de la Ciencia de Sevilla (Pabellón de Perú. Avda. de María Luisa, s/n):
http://www.casadelaciencia.
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Aconsejo vivamente que la visitéis, tanto los que residáis en la capital andaluza como a los que, por cualquier motivo, paséis por ella.
A partir de una colección de imágenes de la Unión Astronómica Internacional, la Red de Espacios de Divulgación Científica y Técnica de Andalucía ha confeccionado 44 paneles que ofrecen una visión nueva y más cercana de la Astronomía (en 2009 se celebra su Año Internacional, lo que ha impulsado la organización de la exposición) y del Cosmos. Paseando entre tan espléndidas fotografías se puede entender mejor lo que tantas tradiciones espirituales enseñan: la conexión cósmica del ser humano.
En la Creación, todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es, a su vez, el Todo. Tal es la grandeza de la Divina Unidad, que se expresa tanto en términos físicos y materiales como energéticos y vibracionales. Lo anterior es perfectamente aplicable a cada uno de nosotros.
Como ser humano soy suma de partes, ya que estoy conformado por multitud de órganos y células que en mi unidad vital se vivifican. Y formo parte de una suma superior: la humanidad; y, aún más, el planeta Tierra, ser vivo en el que vivo y me vivifica. Igualmente, la Tierra se encuentra dentro del sistema solar de Ors, del que como ser humano formo parte y en el que vivo. Y su Sol, astro central, es un ser vivo que me vivifica.
Ors pertenece y se halla en un brazo menor (denominado brazo de Orión, por su proximidad a esta constelación) de una galaxia, la Vía Láctea (200.000 millones de estrellas), de la que como ser humano formo parte. Su Centro es un ser vivo que me vivifica, aún estando a 27.000 años luz (es conocido, junto a su entorno inmediato, como «bulbo galáctico», que contiene estrellas binarias de rayos X, radiación de alta energía procedente de la interacción de monumentales nubes moleculares con supernovas y un agujero negro gigante llamado Sagitario A).Y la Vía Láctea se integra en un Grupo Intergaláctico o Cúmulo de Galaxias, una treintena aproximadamente (algunas cercanas en valores relativos -como la Nube de Magallanes, a 200.000 años luz- y otras más lejanas -la llamada El Triángulo está a 2,7 millones de años luz-; unas enormes -la mayor es Andrómeda- y otras más pequeñas -como su vecina M33-), del que formo parte y en el que vivo y cuyo Centro Intergaláctico es un ser vivo que me vivifica. Este Cúmulo Galáctico es uno de entre los muchos que acogen a los miles de millones de galaxias que conforman el Universo. Y éste se integra, por fin, en el colosal y multidimensional Omniverso, del que formo parte y en el que vivo, en el que conviven diversos Universos en distintas dimensiones.
En este espectacular marco se desarrolla la vida en una innumerable cantidad de modalidades de existencia, encuadrables en muy distintos planos dimensionales y de frecuencia y rango vibratorio. Y todos estos planos están íntimame relacionados entre sí.
De hecho, los seres humanos estamos conectados con el planeta en el que vivimos, la Tierra, y con nuestra estrella, el Sol, configurando un sistema que opera a modo de repetidor. Primero, cada uno de nosotros mantiene una relación energética y vibracional con la Tierra y, a través de ésta, con el Sol. Y segundo, ambos interactúan energéticamente y operan vibratoriamente configurado un sistema repetidor que nos incluye a nosotros.
En concreto, hay un patrón circular de resonancia e interacción energética y vibracional entre cada persona y la Tierra y, por medio de ésta, con el Sol. Es más, nuestro planeta, además de interactuar con sus pobladores y con el Sol, lo hace con su satélite, la Luna, y con los restantes astros integrados en Ors. Y éste, y cada uno de nosotros dentro de él, interacciona en el contexto de la Vía Láctea, cuyo Centro influye energética y vibratoriamente en todos sus componentes de manera análoga a como el Sol incide en nuestro sistema solar, en la Tierra y en cada ser humano.
Es algo tan natural y espontáneo que ni nos percatamos de ello. Pero tan real como el hecho de que nuestro organismo, intelecto y energía corporal y vital notan la diferencia entre el día y la noche o entre el invierno y la primavera.
Por tanto, cada ser humano está conectado al Cosmos. Emitimos energía que influye vibracionalmente en la Tierra, que la repite hacia el Sol y, desde éste, al Centro Galáctico, desde dónde sale hacia los cuerpos celestiales -como las supernovas- situados más allá de la Vía Láctea. Recíprocamente, los cuerpos celestiales transmiten energía al Centro Galáctico; éste, a toda la galaxia, incluido el Sol, que lo hace, a su vez, a la totalidad de Ors y, por tanto, a la Tierra; y ésta, finalmente, la propaga a todo lo que la conforma, incluida cada persona. Es crucial tener esto en muy en cuenta cuando tanto se habla del célebre 2012.
Por tanto, el Cosmos entero está interconectado, lo que, lejos de empequeñecernos, nos engrandece, pues, siendo parte, somos el Todo. Esto ha de aumentar espectacularmente nuestra consciencia y sentido de responsabilidad: un pensamiento o acto sin Amor transmite y repite energéticamente el dolor que lleva asociado por todo el Cosmos; un pensamiento con Amor, expande éste hacia los confines del Universo. Cuando adquirimos consciencia de esta pertenencia a la Unidad cósmica y de nuestra íntima conexión con el Omniverso, nos convertimos en participantes activos de tan colosal interconexión energética y vibracional.
¡Lo que puede dar de sí una exposición!.
Aconsejo vivamente que la visitéis, tanto los que residáis en la capital andaluza como a los que, por cualquier motivo, paséis por ella.
A partir de una colección de imágenes de la Unión Astronómica Internacional, la Red de Espacios de Divulgación Científica y Técnica de Andalucía ha confeccionado 44 paneles que ofrecen una visión nueva y más cercana de la Astronomía (en 2009 se celebra su Año Internacional, lo que ha impulsado la organización de la exposición) y del Cosmos. Paseando entre tan espléndidas fotografías se puede entender mejor lo que tantas tradiciones espirituales enseñan: la conexión cósmica del ser humano.
En la Creación, todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es, a su vez, el Todo. Tal es la grandeza de la Divina Unidad, que se expresa tanto en términos físicos y materiales como energéticos y vibracionales. Lo anterior es perfectamente aplicable a cada uno de nosotros.
Como ser humano soy suma de partes, ya que estoy conformado por multitud de órganos y células que en mi unidad vital se vivifican. Y formo parte de una suma superior: la humanidad; y, aún más, el planeta Tierra, ser vivo en el que vivo y me vivifica. Igualmente, la Tierra se encuentra dentro del sistema solar de Ors, del que como ser humano formo parte y en el que vivo. Y su Sol, astro central, es un ser vivo que me vivifica.
Ors pertenece y se halla en un brazo menor (denominado brazo de Orión, por su proximidad a esta constelación) de una galaxia, la Vía Láctea (200.000 millones de estrellas), de la que como ser humano formo parte. Su Centro es un ser vivo que me vivifica, aún estando a 27.000 años luz (es conocido, junto a su entorno inmediato, como «bulbo galáctico», que contiene estrellas binarias de rayos X, radiación de alta energía procedente de la interacción de monumentales nubes moleculares con supernovas y un agujero negro gigante llamado Sagitario A).Y la Vía Láctea se integra en un Grupo Intergaláctico o Cúmulo de Galaxias, una treintena aproximadamente (algunas cercanas en valores relativos -como la Nube de Magallanes, a 200.000 años luz- y otras más lejanas -la llamada El Triángulo está a 2,7 millones de años luz-; unas enormes -la mayor es Andrómeda- y otras más pequeñas -como su vecina M33-), del que formo parte y en el que vivo y cuyo Centro Intergaláctico es un ser vivo que me vivifica. Este Cúmulo Galáctico es uno de entre los muchos que acogen a los miles de millones de galaxias que conforman el Universo. Y éste se integra, por fin, en el colosal y multidimensional Omniverso, del que formo parte y en el que vivo, en el que conviven diversos Universos en distintas dimensiones.
En este espectacular marco se desarrolla la vida en una innumerable cantidad de modalidades de existencia, encuadrables en muy distintos planos dimensionales y de frecuencia y rango vibratorio. Y todos estos planos están íntimame relacionados entre sí.
De hecho, los seres humanos estamos conectados con el planeta en el que vivimos, la Tierra, y con nuestra estrella, el Sol, configurando un sistema que opera a modo de repetidor. Primero, cada uno de nosotros mantiene una relación energética y vibracional con la Tierra y, a través de ésta, con el Sol. Y segundo, ambos interactúan energéticamente y operan vibratoriamente configurado un sistema repetidor que nos incluye a nosotros.
En concreto, hay un patrón circular de resonancia e interacción energética y vibracional entre cada persona y la Tierra y, por medio de ésta, con el Sol. Es más, nuestro planeta, además de interactuar con sus pobladores y con el Sol, lo hace con su satélite, la Luna, y con los restantes astros integrados en Ors. Y éste, y cada uno de nosotros dentro de él, interacciona en el contexto de la Vía Láctea, cuyo Centro influye energética y vibratoriamente en todos sus componentes de manera análoga a como el Sol incide en nuestro sistema solar, en la Tierra y en cada ser humano.
Es algo tan natural y espontáneo que ni nos percatamos de ello. Pero tan real como el hecho de que nuestro organismo, intelecto y energía corporal y vital notan la diferencia entre el día y la noche o entre el invierno y la primavera.
Por tanto, cada ser humano está conectado al Cosmos. Emitimos energía que influye vibracionalmente en la Tierra, que la repite hacia el Sol y, desde éste, al Centro Galáctico, desde dónde sale hacia los cuerpos celestiales -como las supernovas- situados más allá de la Vía Láctea. Recíprocamente, los cuerpos celestiales transmiten energía al Centro Galáctico; éste, a toda la galaxia, incluido el Sol, que lo hace, a su vez, a la totalidad de Ors y, por tanto, a la Tierra; y ésta, finalmente, la propaga a todo lo que la conforma, incluida cada persona. Es crucial tener esto en muy en cuenta cuando tanto se habla del célebre 2012.
Por tanto, el Cosmos entero está interconectado, lo que, lejos de empequeñecernos, nos engrandece, pues, siendo parte, somos el Todo. Esto ha de aumentar espectacularmente nuestra consciencia y sentido de responsabilidad: un pensamiento o acto sin Amor transmite y repite energéticamente el dolor que lleva asociado por todo el Cosmos; un pensamiento con Amor, expande éste hacia los confines del Universo. Cuando adquirimos consciencia de esta pertenencia a la Unidad cósmica y de nuestra íntima conexión con el Omniverso, nos convertimos en participantes activos de tan colosal interconexión energética y vibracional.
¡Lo que puede dar de sí una exposición!.
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