A finales
del siglo diecinueve, surgió un movimiento en el arte que fue una respuesta a
una conciencia más elevada de la verdad cósmica. El arte abstracto moderno era
la manifestación visible de unos ideales espirituales profesados a través de
las enseñanzas de la Teosofía y de otras sabidurías populares. Los artistas de
este movimiento eran escribas que pintaban lo que no se podía decir con
palabras.
La
espiritualidad en el arte abstracto comenzó alrededor de 1890 y corrió en
paralelo con un creciente interés por el misticismo y el ocultismo. Muchos
artistas se mostraban intrigados por ciertas escrituras espirituales, en
particular por la obra maestra de Madame Blavatsky, La Doctrina Secreta.
Indudablemente hubo otras influencias, como las obras de Édouard Schuré, Jakob
Böhme y Emmanuel Swedenborg. Pero fue la Teosofía lo que tuvo una más profunda
influencia en la aparición del arte abstracto moderno y, especialmente, en los
padres fundadores del movimiento, Wassily Kandinsky, Frantisek Kupka, Piet
Mondrian y Kazimer Malevich.
El lenguaje con el que estos
artistas tradujeron su visión de un mundo en términos del otro fue la
abstracción. Para ser comprendida satisfactoriamente, esa visión debía
presentarse en términos simples y relevantes, que más tarde podían
desarrollarse y expandirse en complejas estructuras, a medida que iba
resultando más familiar tanto para el artista en su papel de maestro, como para
el espectador en su papel de estudiante. En su forma definitiva, tiene una
apariencia simplista, mientras que es intrínsecamente compleja en su reducción
de lo divinamente enigmático.
Parece más que casual que
cuatro artistas distintos, aproximadamente en el mismo momento histórico,
estuvieran todos influenciados por las enseñanzas de la Teosofía y manifestasen
su espiritualidad por medio de su arte, que prácticamente no tenía más opción
que ser abstracto. El contexto de su trabajo no era un cuadro familiar de la
realidad visible, sino una fe en las cosas invisibles. Visionarios, proféticos,
místicos y profundamente espirituales, Kandinsky, Kupka, Mondrian y Malevich
pueden considerarse como iniciados procedentes de épocas pasadas que vinieron a
enseñar la sabiduría antigua en nuestro tiempo, con unas imágenes adecuadas
para nosotros. Lo que ellos produjeron fue una costura en el universo a través
de la cual fueron capaces de hacer visible lo invisible, para que pudiésemos
vislumbrar los grandes misterios del cosmos.
Los cuatro artistas
comenzaron primero con el estilo Simbolista. Sus trabajos tempranos expresaban
representaciones de ideales cósmicos en formas que eran familiares y
reconocibles. Sin embargo, la iconografía del Simbolismo limitaba la
manifestación de conceptos universales, y todos ellos, Kandinsky, Kupka,
Mondrian y Malevich, se hicieron cada vez más conscientes de esta limitación.
Después de haber experimentado la amplitud de la expresión Simbolista,
comenzaron a profundizar más en sus ideales Teosóficos y afloraron con nuevas
formas de decir las cosas.
El lenguaje que surgió fue
la abstracción. La abstracción era una expresión sin forma que disolvía los
límites del objeto concreto para permitir que el flujo de la luz cósmica se
derramase en un lienzo expectante, el lugar donde los reinos internos y
externos de la espiritualidad comenzaban una nueva evolución creativa. Cada
artista pintaba el lienzo con su propio pincel particular, pero todos lo
mojaban en los mismos botes de pintura de la conciencia espiritual.
Wassily Kandinsky era un
ávido estudiante de las enseñanzas ocultas y místicas. La Teosofía le
proporcionó la estructura principal para sus lecciones de espiritualidad
aunque, desde luego, enriqueció sus estudios con otros materiales. A
medida que se desarrollaba su conciencia espiritual, también lo hacía su
arte. Los ideales que a él le había gustado expresar a través del simbolismo se
despojaron, más adelante, de sus envolturas mientras se expandían con la
abstracción. A medida que las enseñanzas Teosóficas sobre las formas de
pensamiento y la correlación entre la vibración, el color y el sonido influían
en su trabajo, empezó a dejar de confiar en la forma. El perfil, la línea y el
color se convirtieron en sus instrumentos principales para crear imágenes
visibles de acontecimientos invisibles del mundo astral.
Frantisek Kupka abordó el
mundo espiritual en el arte de una manera similar. Empezó también como pintor
Simbolista y presentó conceptos que encontramos en las enseñanzas Teosóficas
sobre las religiones y filosofías esotéricas orientales. Como Simbolista, estas
ideas parecían ser una representación, más que una manifestación, de su
conocimiento espiritual. Cuando comenzó a establecer la conexión entre las
fuerzas que actúan en este mundo como microcosmos de las fuerzas macrocósmicas
del universo, su obra empezó a transmitir un mensaje divino. Fue también
entonces cuando sus pinturas se volvieron más abstractas, evolucionando hacia obras
de una geometría sagrada.
Piet Mondrian, como
Kandinsky, leyó extensa literatura sobre los conceptos espirituales. Su
aprobación de la Teosofía fue claramente reconocida y solía referirse a ella
cuando hablaba del contenido de sus obras. Sus ideas se expresaron primero a
través del arte Simbolista, pero después, cuando empezó a explorar el uso de
color como medio de proyectar la esencia interior de un objeto de apariencia
visible, su obra empezó a cambiar. Su único objetivo se convirtió en la
reducción de la forma a unos simples contrastes de línea y de color para
significar la unidad entre opuestos: masculino y femenino, estático y dinámico,
espíritu y materia. Las formas geométricas y los colores primarios acabarían
siendo su marca registrada, representando, en términos simples, la enormemente
compleja estructura espiritual del universo.
Kazimir Malevich estuvo en
un principio implicado con el movimiento Simbolista ruso, pero después comenzó
a explorar el Zaumismo y la cuarta dimensión. En particular, los conceptos de
tiempo y espacio que estudió procedían de sus lecturas de P. D. Ouspensky, el
teósofo ruso. Finalmente, su trabajo evolucionó hacia una mayor manifestación
de la cuarta dimensión y sus obras suprematistas comenzaron a seguir un camino
que abocó a la disolución de la forma en una geometría sagrada y en la
"nada" Absoluta.
Los efectos que tuvo la
Teosofía en los padres fundadores del arte abstracto moderno son inequívocos.
Cada uno de estos artistas - Wassily Kandinsky, Frantisek Kupka, Piet Mondrian
y Kazimir Malevich-manifestó con su propio estilo particular distintos aspectos
de los ideales Teosóficos. Todos empezaron con la representación simbólica de
conceptos espirituales y luego, llevados por la necesidad, evolucionaron hacia
la abstracción. Era un proceso inevitable. Las formas familiares del mundo
visible no eran capaces de expresar el reino cósmico. Sólo la línea, el contorno
y el color eran útiles al artista como lenguaje por medio del cual se podía
comunicar la voz del universo. Era, quizás, una traducción experimental de los
conceptos Divinos.
La Teosofía fue, tal vez, la
filosofía espiritual más importante que surgió en la última mitad del siglo
diecinueve, sobre todo teniendo en cuenta el profundo impacto que tuvo en la
dirección del arte contemporáneo. Su doctrina de "la fraternidad"
universal, el estudio de las religiones antiguas y modernas, la filosofía y la
ciencia, y la investigación de las leyes inexplicadas de la naturaleza y de los
poderes psíquicos latentes en el ser humano fueron no sólo oportunos en
términos de un mundo cambiante, sino que obligaron inequívocamente al artista a
ser un buscador de la Verdad.
Era inevitable que algunos
artistas dirigieran la atención a la espiritualidad en los albores de la era
materialista del siglo veinte. Ese cambio se produjo, en primer lugar, porque
cuanto más se aparta la humanidad de su medio ambiente natural, mayor es su necesidad
de encontrar un reemplazo espiritual y, en segundo lugar, porque todo es tal
como debería ser.
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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