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CONSCIENCIA Y ECONOMÍA
(Texto base de la charla)
1. El sistema socioeconómico
vigente: sus siete señas de identidad
El sistema socioeconómico vigente,
comúnmente llamado capitalismo, nada tiene que ver con la Economía de los Dones
(ECODON) y cuenta, desde su
aparición en el siglo XVI, con siete señas fundamentales de identidad:
+Prioridad del
valor de cambio de las cosas (su precio de transacción en el mercado) en
detrimento tanto de su valor de coste (lo que cuesta producirlas) como de su valor
de uso (su utilidad para el ser humano), lo que alienta y alimenta la
especulación como esencia y razón de ser del sistema.
+Maximización del beneficio,
a costa de lo que sea, como objetivo central de la actividad económica.
+Apropiación y
acumulación en unas pocas manos de ese beneficio, de los recursos y del capital,
creando una falaz economía de la
escasez ajena a la
Abundancia que impera en la Tierra y el Cosmos, impidiendo la distribución social de la
riqueza y obligando a los seres humanos a venderse como fuerza de trabajo,
ajeno a sus dones y talentos, como único medio para la obtención de los
ingresos con los que cubrir sus necesidades básicas y las provocadas artificialmente
por el propio sistema.
+Geo-estrategia
expansionista permanente, no dudando en utilizar para ello la creación de
conflictos y guerras de pequeña o gran escala, así como la generación de una
sensación constante de inseguridad que mantenga a la gente prisionera de sus
miedos y dispuesta a ver como salvadores a los que producen esa misma
inseguridad de manera directa o usando a otros de tapadera.
+Voracidad ecológica, situando a la Naturaleza y al planeta entero al servicio de la
maximización del beneficio y las estrategias de acumulación de la riqueza por
unos pocos, con despreocupación de sus impactos medioambientales y sus efectos
en el hábitat natural de supervivencia de la Humanidad.
+Sometimiento de la ciencia y los adelantos tecnológicos a los dictados
de la maximización del beneficio, la geo-estrategia expansionista y los
intereses de los que se han apropiado de la riqueza social.
+Por último y no
lo último, fomento entre las personas de un sistema de creencias que alimenta
una visión egocéntrica del mundo y de la vida, alejada de cualquier sentido
trascendente de la existencia y apegada a lo material.
Sobre estos siete pilares,
el sistema ha crecido y se ha desarrollado en tres grandes fases,
correspondiendo la última a su mutación actual, mal llamada crisis.
2. Evolución del sistema
socioeconómico hasta llegar a su mutación actual
Históricamente, el
sistema socioeconómico imperante se ha ido desarrollado y expandiendo en tres
grandes fases, siendo la última la de su actual mutación, mal denominada crisis:
a) Fase 1. Origen
y primera evolución (siglos XVI al XVIII): Su característica principal fue el
mercantilismo y la creación y ampliación de mercados, teniendo al comercio como
eje sectorial fundamental y al comerciante como agente económico hegemónico. Su
geo-estrategia se centró en la
conformación de mercados regionales y nacionales, teniendo como sostén instituciones
pre-democráticas (el Antiguo Régimen del que habla la historia) y a Europa como
referente territorial. Buscando un arquetipo descriptivo de su manera de
actuar, este sería un roedor (ardilla, ratón,…).
b) Fase 2. Con y
tras la
Revolución Industrial (siglos XIX y XX): El productivismo
(maximización de la producción de bienes y servicios y de la productividad)
pasó a ser la característica esencial del sistema, con la industria como eje sectorial
principal y la empresa como agente económico hegemónico. Su geo-estrategia fue
el colonialismo y la configuración de mercados internacionales, promoviendo instituciones
de perfil democrático (las que han llegado hasta nuestros días) y con Europa y Norteamérica
como referentes territoriales. Su arquetipo es un gran felino (león, tigre,…).
c) Fase 3. Con y
tras la
Revolución Tecnológica (siglo XXI): La especulación global y cortoplacista
(mayor beneficio posible a costa de lo que sea y en el menor tiempo posible) se
ha convertido en su característica primordial, siendo el financiero (el dinero
en sí mismo, no el comercio o la producción) el eje sectorial preponderante y
la banca el agente económico hegemónico (los bancos, antes “intermediarios”,
han pasado a ser la máxima autoridad ante la que todos los demás resortes
económicos y de poder se pliegan). La geo-estrategia es ahora la globalización
y la conformación de mercados planetarios, promoviendo instituciones
post-democráticas (superación de los Estados-Nación y paulatina instauración de
fórmulas organizativas supranacionales de contenido puramente económico y
vacías desde una perspectiva política –democrática- y social) y con Norteamérica
y el Extremo Oriente como referentes territoriales. El nuevo arquetipo es un reptil
(cocodrilo, lagarto,…).
La configuración y
plasmación de esta tercera y última fase es lo que explica el contenido y alcance
de la llamada crisis de la economía actual, aunque no se trata de una crisis,
sino de una profunda mutación del sistema socioeconómico.
3. No estamos ante una
crisis, sino ante una mutación del sistema socioeconómico
Se habla sin parar de crisis. Los
análisis al respecto se suceden y multiplican, intentando explicar y valorar lo
que está aconteciendo. Mientras, una nueva y cruda realidad se va imponiendo con
celeridad por la vía de los hechos. Ante ella, mucha gente se muestra
desconcertada, con miedo ante el presente y el futuro y sumida en un pesimismo
y escepticismo crecientes. La economía real se doblega ante la monetaria: se
precariza el empleo, se deterioran y envilecen las condiciones laborales y los
empresarios constatan con estupor como el devenir de su empresas ya no depende
de su trabajo o inteligencia, ni de la marcha de su sector de actividad, ni de
la bondad de su producto o servicio y de su estrategia empresarial, sino que ha
quedado a merced de los criterios y prioridades de los que manejan el grifo de
la financiación bancaria. En paralelo, las instituciones se muestran
incapaces de reaccionar y su credibilidad se diluye con inusitada rapidez. Los gobiernos,
da igual su color político, trasforman en razones de Estado las razones del
mercado financiero y se pliegan a este con cinismo y descaro. Y el Estado del
Bienestar, forjado con tesón en Europa durante el siglo XX, sufre un intenso seísmo
que quiebra sus cimientos… ¿Qué está pasando? Pues que no estamos ante una
crisis, sino ante una mutación: la
transfiguración del sistema socioeconómico en un entramado de especulación
global y cortoplacista (mayor beneficio posible a costa de lo que sea y en el
menor tiempo posible) y la conversión de ciudadanos, empresas y Estados en una
nueva raza de esclavos… La noción de crisis va ligada a
lo fortuito de su aparición y a que, pasado un tiempo, las cosas volverán a ser
como antes. Pero esto no es una crisis, sino una mutación. Y esta no es
fortuita, sino que deriva de la evolución e imposición de la “lógica” del sistema
vigente; y en su esencia subyace precisamente el objetivo de que las cosas
nunca vuelvan a ser como antes... Sólo en la comprensión de que el sistema ha
mutado puede entenderse el por qué y el calado de hechos como estos:
+la gigantesca cantidad de dinero
público (no inferior a los 13 billones de euros, suficiente para dar alimentación
a todos los que lo necesitan en el planeta durante dos siglos y medio) que ha
sido “regalado” por los Gobiernos a la banca privada;
+provocado por tamaña desviación
de fondos públicos a manos privadas, el colosal endeudamiento de los Estados
(la deuda que acumulan es tal que ni con todo el dinero existente en la
economía mundial habría suficiente para pagarla) y la transformación en crisis
de los Estados y de las haciendas públicas de lo que inicialmente se planteó
como una crisis de los bancos privados;
+derivado de los puntos
anteriores, la curiosa circunstancia de que la llamada crisis tenga como
grandes beneficiados a los mismos que la provocaron; y
+la certeza de que los impactos de
lo que ocurre afectan no sólo a la economía, sino a otros muchos ámbitos y, especialmente,
a la democracia, dado el evidente sometimiento de los gobiernos y poderes
públicos a los intereses de la banca privada internacional y los mercados
financieros globales.
4. Del ahorro al consumo y
del crédito a una nueva esclavitud: la raza de deudores
La actual mutación del sistema
socioeconómico no ha sido fruto de la casualidad. Durante décadas se fueron
creando las condiciones adecuadas para ello:
+Primeramente, la base de los
beneficios que el sistema siempre procura maximizar dejó de estar en la
plusvalía que se extrae del trabajador para centrarse en el consumo. Y este,
para que las ganancias fueran las mayores posibles, tenía que ser masivo y en constante
expansión.
+Esto obligó a superar uno de
los pilares del capitalismo productivo surgido de la Revolución Industrial:
el ahorro, fundamento de la inversión. El ahorro llevaba implícita una
determinada moral social y estilo de vida: si alguien deseaba algo, intentaba
ahorrar para poder comprarlo; y si quedaba fuera de su alcance, se reprimía el
deseo. Pero esto constituía un lastre para el consumo masivo, que exige generar
el deseo irreprimible de consumir y facilitar los medios para satisfacerlo.
+De este modo, el protagonismo
pasó del ahorro al crédito: se desplegaron las velas del préstamo y la deuda,
apareciendo poco a poco nuevos instrumentos financieros (la tarjeta de crédito
es un ejemplo reciente) que dan a todos los objetos del deseo la posibilidad de
ser comprados sin necesidad de un ahorro previo.
Se configuró así la denominada sociedad de consumo, íntimamente ligada a un
endeudamiento creciente no sólo de las familias, sino también de las empresas,
que acuden intensamente al crédito bancario como manera de anticipar y
financiar sus inversiones y proyectos.
+Más llegados a este punto, el
consumo/consumismo produjo un nuevo cambio en la base del beneficio, ya que la
deuda se convirtió en el principal generador de ganancias, muy por encima de la
producción y venta de bienes y servicios. Con ello quedó atrás el capitalismo
productivo y su lugar fue ocupado por el capitalismo financiero. Y la banca y
la especulación, cada vez más global y cortoplacista, tomaron los mandos del
sistema.
+Ciertamente, uno tiene que
pagar sus deudas en algún momento, pero una refinanciación –deuda sobre deuda–
permite salir del paso. Y de oca en oca, de deuda en deuda, se avanza hacia una
nueva clase de esclavitud: vivo para devolver lo que me han prestado, aunque
sea a costa de trabajar más horas y
aceptar el tipo de vida y las reglas de juego que el sistema impone. Así, el crédito y la banca
consiguieron transformar a personas y empresas en una nueva tipología de
esclavos: la “raza de deudores” que ha descrito Zygmunt Bauman. A los esclavos
que llenan el mundo ya no hay que ponerles grilletes, ni someterlos con
latigazos. Se creen libres en la jaula del consumismo y entre sus barrotes
virtuales forjados con préstamos y deudas.
+Los Estados, con sus
políticas incentivadoras del consumo y el gasto, contribuyeron a consolidar la
sociedad de consumo, primero, y la raza de deudores, después. Y en los últimos
años, los propios Estados han pasado a formar parte de esa raza a causa del
enorme endeudamiento originado por el gigantesco montante de dinero público que
los gobiernos han desviado a la banca privada.
+Ahora, ciudadanos, empresas y
Estados, plenamente integrados todos en la raza de deudores, están a merced de la banca internacional, que los domina y controla a
través de la gestión del crédito, que amplia y abarata o restringe y encarece
en función de sus objetivos e intereses, y la paulatina implantación de un
supranacionalismo global y no democrático.
5. Tras la mutación del
sistema socioeconómico, la crisis sistémica es la columna vertebral que lo
sostiene y expande su poder
Junto a la especulación cortoplacista,
la seña de identidad más relevante del sistema socioeconómico tras su mutación
es la crisis sistémica. Porque no estamos ante una crisis, sino ante una
mutación. Pero, debido a esta, el sistema ha integrado a las crisis como parte
consustancial de su ADN. Para entenderlo hay que romper con los antiguos clichés
y modelos de análisis. Ahora el sistema, lejos de huir de las crisis y
debilitarse con ellas, las provoca y las utiliza como espoleta de su imparable
y desaforada dinámica, cuyo fin es el completo dominio sobre ciudadanos,
empresas y Estados a escala total y global. Por paradójico que resulte, la
crisis sistémica –la que se despliega a la vez y con fuerza en ámbitos muy
diversos- se ha convertido en la columna vertebral que lo sostiene y expande su
poder y capacidad de control, plasmándose en crisis tan variadas e intensas
como estas:
+crisis económico-financiera, con
un endeudamiento masivo e impagable (200 billones de euros, el triple del PIB
mundial) y un sistema monetario que sólo es una entelequia virtual, pues ni el
dinero (billetes) emitido por las autoridades monetarias ni el dinero bancario
(creado por la banca privada través de los apuntes contables de sus
transacciones en cadena) cuentan con respaldo real alguno;
+crisis alimentaria, que mantiene en la hambruna a
cerca de mil millones de personas mientras en los países desarrollados se
practica un consumo desatinado que provoca el derroche de un ingente volumen de
recursos, obesidad epidémica (tres millones de personas mueren por su causa
cada año) y la acumulación anual de 15.000 millones de toneladas de basura;
+crisis política, con el vaciamiento de la
democracia y gobiernos, da igual su color político, que son simples marionetas del verdadero poder, el financiero, al que los Estados están
sometidos por la acumulación de una colosal deuda pública que ese mismo poder se
encarga de provocar, financiar y refinanciar;
+crisis humanitaria, con un flujo migratorio
continúo de una enorme cantidad de gente desplazada (obligada a abandonar su
tierra y sus hogares por el hambre, las guerras -por ellas hay 50 millones de
refugiados- y la superpoblación) y la desaparición forzada de culturas y
comunidades enteras;
+crisis ecológica y energética, que repercute en el
hábitat de supervivencia de la
Humanidad y causa la pérdida de biodiversidad y la
desaparición de 50.000 especies cada año (cifra 10.000 veces superior a la tasa
natural de extinción); y
+crisis social, que se manifiesta en la educación,
las relaciones entre padres e hijos y de parejas, el ostracismo de las personas
que por su mayor edad cuentan con más experiencia, en múltiples niveles…
Y es crucial percatarse de que la
crisis sistémica no es señal, como suele pensarse, del colapso del sistema
surgido de la mutación, sino de su éxito. Se mueve en ella cual pez en el
agua. No en balde, el desconcierto, la inseguridad y el miedo configuran el
caldo de cultivo perfecto para la culminación de su dominio. Y el escenario
idóneo para que la lucha contra él sólo sirva para
fortalecerlo: de hecho, el propio sistema promueve, usa y manipula a su favor
los movimientos “alternativos” o de teórica “oposición”. Además, gracias a las
nuevas tecnologías y al “Big Data” (almacenamiento y procesamiento de enormes
cantidades de datos para detectar patrones, gustos y hábitos personales y
colectivos, saber cómo incidir en ellos, descubrir tendencias y efectuar
predicciones), avanza en el control de la psique y las emociones de las
personas para que se perciban a sí mismas como individuos aislados y enfrentados
y olviden que son una red humana en interacción y mucho más que su yo físico,
mental y emocional.
6. El mercado financiero,
que ejerce el dominio a escala planetaria, es sólo la manifestación exterior de
una élite perfectamente organizada
La mutación del sistema
socioeconómico no se ha producido por casualidad. Todo lo contrario: ha sido
provocada y dirigida por los mismos que se han beneficiado de la denominada
crisis y ejercen el dominio a escala planetaria sobre ciudadanos, empresas y
Estados, sometidos todos a la nueva esclavitud de raza de deudores y a la especulación
global y cortoplacista. ¿De quién o quiénes se trata? Los dirigentes políticos
y los medios de comunicación se refieren con frecuencia a los “mercados” cual
sinónimo de algún tipo de poder que obliga a los gobiernos y a la sociedad a
seguir sus directrices económicas y políticas. Sin embargo, es bastante obvio
que no son los “mercados” en general (de materias primas, de bienes, de
servicios, el laboral,…) los que imponen su ley, sino uno muy particular y
específico: el mercado financiero, que es el propio del dinero y su dinámica
especulativa. ¿De qué está conformado el mercado financiero? Pues de una
extensa y diversificada batería de corporaciones (bancos, fondos de inversión, agencias
de “rating”, compañías de seguros, operadores en los mercados bursátiles, de
bonos y de divisas,…) en pleno y avanzado proceso de concentración mercantil a
escala internacional. Todas ellas participan de una idéntica y particular
ideología, que tiene como pilares el binomio especulación/globalización y la
práctica del “todo vale” para ganar lo más posible en el menor tiempo posible. Y
cuentan con el apoyo y la complicidad de los bancos centrales emisores del
dinero (Banco Central Europeo, Reserva Federal Norteamericana, Banco de Japón,
Banco de Inglaterra, etcétera)- y de los organismos económicos internacionales
(FMI, Banco Mundial…), que se han especializado en el chantaje a los Estados -te
presto y facilito fondos y ayudas siempre que tu política sea la que yo te
indico- para que se ajusten a las pautas e instrucciones fijadas por el mercado
financiero… Ahora bien, este mercado y las entidades que lo configuran son sólo
la manifestación exterior –la punta del iceberg- de una élite que es su propietaria
y que, a través del mercado financiero, controla la totalidad del sistema
socioeconómico. Una élite transnacional perfectamente organizada en círculos y
niveles jerarquizados y que en su núcleo de mayor poder y autoridad procura
permanecer a toda costa en el anonimato. Se trata de los actuales amos del
mundo: tras largo tiempo intentándolo, ha logrado alzarse con el mando a escala
mundial y global de manera omnímoda y con carácter depredador.
7. ¿Qué
hacer?
Ante todo lo descrito, seguro que te
estás preguntando qué hacer, si es que se puede hacer algo. Para responder con rigor tal
interrogante, es imprescindible detenerse y ahondar en esos amos del mundo,
saber exactamente quiénes son y cómo actúan.
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