Injusticias, abusos, pobreza, marginación, manipulación, miedo, sociedades secretas, Illuminati, ansia de poder omnímodo, crisis ficticias, enfermedades inventadas, destrucción del medio ambiente,… ¿Qué hacer?.
Es un interrogante de enorme calado. Especialmente, porque el modo de enfocarlo y contestarlo indica el grado de consciencia de cada persona; el mayor o menor protagonismo que en la vida de cada cual ostenta la dimensión profunda y espiritual de la que todo ser humano goza.
Seamos claros. Si la respuesta queda al arbitrio del ego, de nuestro pequeño e impulsivo yo, sucederá una de estas dos cosas: que se planteen actuaciones que intrínsecamente conllevan desatinos no muy distintos de los que se desean impedir, prevenir o eludir; o, lo más probable, que se caiga en la inacción, revestida, eso sí, de autojustificación a través del manido “tenemos que hacer” en lugar de “yo hago y lo hago ahora”.
De ahí que resulte imprescindible que, conscientes de nuestra dignidad divina, activemos nuestro Yo Verdadero para que intervenga como Guía interior -el Daímon de los antiguos filósofos- con todo el esplendor de su divinal linaje. No en balde, es de su mano como podemos recordar y asentar en nuestra cotidianeidad dos premisas siempre cruciales y que son claves para abordar el referido interrogante:
+La vida es el momento presente; el ahora es el único sitio donde la vida realmente existe.
+Y el momento presente ha de vivirse ocupados exclusivamente en realizarnos interiormente, en Ser lo que esencialmente Somos: Uno y, por ende, Amor.
Sobre ambos pilares, evitaremos los bailes y las florituras mentales con relación al qué hacer. Porque no se trata de elaborar teorías más o menos perspicaces o sugerentes; ni programas a corto, medio o largo plazo; ni propuestas o contrapropuestas, ni a favor ni “anti” algo. Nada de eso; no podemos perder el tiempo -el ahora- en requiebros intelectuales, declaraciones de intenciones, iniciativas programáticas, cronogramas de actuación y demás milongas. En coherencia con nuestro auténtico Ser, sólo una acción debe ocupar el momento presente: Amar Incondicionalmente. Lo restante, sea lo que sea, supone distraer la atención, evadirse de lo fundamental o dar rienda suelta a la vanidad del ego.
Olvídate, pues, del “qué tenemos que hacer”. Conjuga el “qué hacer” como “qué hago yo ahora” y respóndete: ¡Ser lo que Soy; Amar Incondicionalmente!. Examinemos a continuación sus implicaciones prácticas.
Es un interrogante de enorme calado. Especialmente, porque el modo de enfocarlo y contestarlo indica el grado de consciencia de cada persona; el mayor o menor protagonismo que en la vida de cada cual ostenta la dimensión profunda y espiritual de la que todo ser humano goza.
Seamos claros. Si la respuesta queda al arbitrio del ego, de nuestro pequeño e impulsivo yo, sucederá una de estas dos cosas: que se planteen actuaciones que intrínsecamente conllevan desatinos no muy distintos de los que se desean impedir, prevenir o eludir; o, lo más probable, que se caiga en la inacción, revestida, eso sí, de autojustificación a través del manido “tenemos que hacer” en lugar de “yo hago y lo hago ahora”.
De ahí que resulte imprescindible que, conscientes de nuestra dignidad divina, activemos nuestro Yo Verdadero para que intervenga como Guía interior -el Daímon de los antiguos filósofos- con todo el esplendor de su divinal linaje. No en balde, es de su mano como podemos recordar y asentar en nuestra cotidianeidad dos premisas siempre cruciales y que son claves para abordar el referido interrogante:
+La vida es el momento presente; el ahora es el único sitio donde la vida realmente existe.
+Y el momento presente ha de vivirse ocupados exclusivamente en realizarnos interiormente, en Ser lo que esencialmente Somos: Uno y, por ende, Amor.
Sobre ambos pilares, evitaremos los bailes y las florituras mentales con relación al qué hacer. Porque no se trata de elaborar teorías más o menos perspicaces o sugerentes; ni programas a corto, medio o largo plazo; ni propuestas o contrapropuestas, ni a favor ni “anti” algo. Nada de eso; no podemos perder el tiempo -el ahora- en requiebros intelectuales, declaraciones de intenciones, iniciativas programáticas, cronogramas de actuación y demás milongas. En coherencia con nuestro auténtico Ser, sólo una acción debe ocupar el momento presente: Amar Incondicionalmente. Lo restante, sea lo que sea, supone distraer la atención, evadirse de lo fundamental o dar rienda suelta a la vanidad del ego.
Olvídate, pues, del “qué tenemos que hacer”. Conjuga el “qué hacer” como “qué hago yo ahora” y respóndete: ¡Ser lo que Soy; Amar Incondicionalmente!. Examinemos a continuación sus implicaciones prácticas.
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