Para las personas que
hacéis montañismo, estos términos os resultarán familiares. En muchas
ocasiones, cuando queremos descubrir montañas o rutas nuevas, ascender a cimas
que suponen auténticos retos para nosotros, buscamos el apoyo o la compañía de
un guía o un sherpa. La elección entre uno u otro no es banal, ya que cada uno
tiene una función y nos acompaña de manera diferente en nuestro camino.
El sherpa es aquella
persona que tiene como objetivo que tú llegues a la cima. Para ello, carga con
la mayoría de objetos que portas en tu mochila; ante las dificultades, coloca
cuerdas para que pases sin apenas dificultad; prepara todo lo necesario para
que no te falte de nada en el camino; incluso, botellas de oxígeno por si fuera
necesario; prepara tu desayuno, tus comidas; derrite el agua que debes de
beber…todo esto lo hace para que tú tan sólo te preocupes de andar y seguir
hasta la cima. El esfuerzo se centra ahí, de lo demás se encarga él.
El guía, sin embargo, tiene
otra función. Él te acompaña hacia tu cima. Aunque alcanzar la cima no es su
principal objetivo. Lo importante es el camino que hacéis juntos. Él te va
contando las posibilidades que hay para llegar a tu meta, vais haciendo el
camino juntos. Cada uno lleva su comida, su mochila, el material necesario para
la escalada. El guía va viendo tu nivel de preparación y proponiéndote caminos
ajustados a tu capacidad; incluso, te reta a «ir un poquito más allá»,
enseñándote a colocar una cuerda en un momento dado, a asegurarte en caso
pasar por neveros con peligro de grietas, etc. Te acompaña en la ruta, parando
a descansar cuando lo necesitas, disfrutando de la ascensión, mostrándote el
paisaje, el camino, transmitiéndote esa pasión por lo que hace y vive.
Padres sherpas
Nosotros, como padres y
madres, podemos elegir ser padres sherpas: allanar el camino a nuestros hijos,
eliminarles cualquier dificultad que encuentren, con el único fin de que sean
“felices”. Y, así, nos convertimos en personas súper-protectoras, evitamos que
nuestros hijos fracasen, se equivoquen, lloren, sientan tristeza, frustración
en ocasiones, asuman en definitiva la responsabilidad de su vida. Y así, dedicamos
horas y horas a hacer sus deberes, esos que a ellos en pocas ocasiones aporta
mucho; pero que nosotros NO permitimos que lleven sin hacer a las escuela, les
resolvemos sus problemas para que no sufran, respondemos ante sus errores, les
cubrimos de regalos y cosas materiales para que no les falte de nada y sean
admitidos por sus amigos, no vaya a ser que se sientan rechazados…Y todo ello
porque nuestro objetivo es que sean personas que lleguen a “ganarse la vida y
tengan éxito”. Así son los padres sherpa.
Pero ¿qué sucedería si un
día el sherpa tiene un accidente o decide no seguir, esto es, si desaparece?
Nos quedamos sólos en la montaña. No sabemos la ruta de vuelta, porque no nos
hemos preocupado del camino, podemos quedarnos atascados, ya que no tenemos ni
idea de cómo asegurarnos en un paso difícil o ni siquiera podemos poner una
cuerda… O nos rescatan, o vamos a pasarlo muy mal en el camino de vuelta a
casa.
¿Qué pasará cuando –como
padres sherpas– ya no estemos con nuestros hijos, o decidamos que ya es momento
de que ellos maduren y asuman el timón de su vida? Pues que no sabrán hacerlo,
que se sentirán perdidos, que no serán capaces de responsabilizarse de su vida
porque no han tenido opción antes de desarrollar esa capacidad y verán la vida como
víctimas, buscando culpables por lo que les pasa y enfocados en encontrar otro
sherpa en forma de pareja, amigos, que les devuelva su forma de vida cómoda,
fácil y a la vez, vacía.
Padres guías
Los padres guía acompañan a
sus hijos desde otro sitio. El primer paso que dan es pararse a mirar y
desarrollar su papel de guía. Se preguntan ¿qué clase de guía quieren ser para
sus hijos? Tienen claro que en función de cómo ellos vivan la ruta, la
disfruten, la sientan, así van a transmitirlo a sus hijos. Acompañan a sus
hijos y ellos se convierten también en aventureros.
Van creciendo y
descubriendo las alternativas a la cima junto a sus hijos, les proponen caminos
ajustados a sus capacidades, les retan a ir un poquito más allá porque confían
en ellos, les conocen, observan sus aptitudes y actitudes, sus talentos y dan
espacios de autonomía que hacen que ellos se sientan seguros.
Y es una seguridad activa,
que viene de dentro, de la confianza en sus capacidades, en todos esos recursos
que están dentro de él y con los que puedeN contar cuando lo necesite. Para
ello necesita creer en él, sólo así disponer de ellos cuando los necesite.
Enseñan a sus hijos a
poner cuerdas en el camino para pasar los pasos difíciles, reparten el peso del
material, preparan juntos la comida, derriten nieve cuando tienen sed. No
allanan el camino a la cima, la comparten, asumen cada uno responsabilidades en
función de su experiencia y capacidades.
El padre guía no lleva en
brazos a su hijo si no puede más, se para a descansar con él y quizás sin
llegar a la cima, decide que hay que darse la vuelta. Y acompaña a su hijo en
la decepción o en la frustración por no haber alcanzado la cima, respeta su
tristeza o su enfado, al igual que comparte su alegría cuando el reto está
cumplido.
El padres guía acompaña
desde su experiencia de vida, su humildad como aprendiz permanente de vida, con
su mirada creativa y paciente, para que el ser que acompaña se sienta visto,
reconocido.
Y, así, estaremos
convirtiendo a nuestros hijos en personas responsables de su vida, con
autoestima sana, proactivos. Y, cuando dejemos de salir a la montaña como
guías, ellos se sentirán confiados, preparados y responsables de lo que les
sucede. Se convertirán en protagonistas de su propia cima, de su propia vida.
Puedes ser sherpa o guía
para tu hijo/a.
¿Qué eliges?
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Fuente:
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