Hace unos minutos me han
llamado desde Canal Sur Radio para hacerme una entrevista, decían, sobre la Declaración del Yoga
como Patrimonio Inmaterial de la
Humanidad por parte de la Unesco. Era lógico que
la emisora de radio andaluza se interesara por el suceso. Lo particular
comenzaba porque me llamaban desde un programa deportivo.
Con esta reflexión quiero
ser absolutamente respetuoso con todas las sensibilidades y opiniones dentro
del mundo del yoga. De hecho la locutora, Estíbaliz Martínez, también lo fue,
porque lo primero que hizo fue excusarse por llamarme desde un programa
deportivo, conociendo ella que el yoga no es un deporte. Rápidamente maticé sus
palabras: “Oficialmente en España el yoga pertenece a la familia de actividades
físico-deportivas”. Lo dice el Real Decreto 1034/2011, de 15 de julio y el Real
Decreto 1076/2012, de 13 de julio.
Se quedó muy sorprendida
porque el enlace que pretendía darle a la noticia en relación a su programa
radiofónico deportivo consistía en argumentar que numerosos y significativos
deportistas profesionales practican yoga tal vez para mejorar su bienestar y,
al parecer, para mejorar su rendimiento. Y me puso el ejemplo de los
baloncestistas Pau Gasol y Michael Jordan, y del tenista Novak Djokovic. Yo le
mencioné el caso anterior y bien célebre en España del futbolista Emilio
Butragueño, quien quizá gracias a practicar esta disciplina oriental pudo
prolongar su vida profesional deportiva con mejor salud y menos lesiones, amén
del bienestar personal y la paz espiritual que pudiera lograr en el camino.
Además, le añadí que si
atendemos a una definición amplia del deporte, sin duda el yoga puede
encuadrarse dentro de esta definición, por ejemplo, la que se establece en la
nueva Ley del Deporte en Andalucía: ”Deporte o práctica deportiva: todo tipo de
actividad física que, mediante una participación organizada o no, se realice
con objetivos relacionados con la mejora de la condición física, psíquica o
emocional, con la consecución de resultados en competiciones deportivas, con la
adquisición de hábitos deportivos o con la ocupación activa del tiempo de
ocio.” (Ley 5/2016, de 19 de julio, del Deporte de Andalucía).
El yoga implica acción física
Nadie negará que el yoga es
una “actividad física que, mediante una participación organizada o no, se
realice con objetivos relacionados con la mejora de la condición física,
psíquica o emocional”. En consecuencia, el yoga puede encuadrarse dentro de
esta definición. Si alguien quisiera argumentar que el yoga no siempre implica
una actividad física, lo siento, tendría que responderle que en este plano terrenal
todo yoga implica de algún modo una acción (o una concentración) física. Y aquí
me remito a los textos clásicos del yoga, comenzando por los célebres Yoga Sutras de Patanjali.
Quiero ser respetuoso con
todas las sensibilidades y opiniones, también con la mía propia que quiero
expresar. Sé que para algunas personas en relación con el yoga, incluir esta
palabra en una misma frase junto con la palabra “deporte” es como juntar el
agua con el aceite. Con el sobrentendido de que el yoga o los yoguis son mejores
que el deporte o los deportistas. Me parece un tanto altanera tal pretensión, y
más para yogui o yoguinis a los que se supone humildad y haber sometido un poco
al menos a vigilancia a las pretensiones altaneras de su ego. He conocido
deportistas excelentes como personas y de una gran ética, y por otra parte,
yoguis y meditadores, como yo mismo, almas en evolución.
También quiero remitirme a
las etimologías de ambas palabras: Yoga significa “unión”, y unión es armonía y
amor, por eso el enarbolamiento de esta bandera ha de servir a la causa de la
concordia entre las personas, sean yoguis, yoguinis o deportistas. En muchas
ocasiones una misma persona reúne ambas condiciones con toda tranquilidad y
armonía.
Deporte viene de un término
latino que significa aproximadamente “salir”, se entiende “salir de casa, al
campo, a hacer ejercicio, etc.” No entraña necesariamente competencia o
competición, entronca más con lo que hoy llamaríamos senderismo, o sea una
práctica de ocio y bienestar bien en armonía con el yoga, pues los yoguis y
yoguinis suelen gustar de tal ejercicio en contacto con la Naturaleza.
Yogui+deportista, ¿por qué no?
El meollo de la cuestión es
que el yoga implica un ejercicio físico atento y concentrado en el movimiento y
las posiciones del cuerpo, y, en relación con la respiración, una práctica de
la respiración atenta por sí misma, una auto-observación mental, contemplación
o meditación, y que conlleva también una atención a la esfera espiritual.
Además posee una larga y venerable tradición filosófica y establece unos firmes
principios éticos.
Como ya he señalado, muchas
personas que practican yoga son al mismo tiempo deportistas, sin encontrar
contradicción en ello, porque no la hay. Al revés, como bien señalaba la
locutora de Canal Sur Radio, hay un beneficio notable en la práctica del yoga
por deportistas profesionales o aficionados, competitivos o de ocio y tiempo
libre. Del mismo modo hay que reconocer que el verdadero deporte también
entraña una actitud ética de juego limpio, y aporta numerosos beneficios a la
persona que los practica. El buen senderista jamás contaminará la Naturaleza que le sirve
de espacio a su esparcimiento, igual que el nadador, el maratoniano, el
ciclista, establece o puede establecer una interesante relación con la
observación de la mente, a modo de meditación, y esto es algo que con certeza
muchos lectores meditadores, yoguis y deportistas habrán experimentado.
Cuando el pasado verano Andrés Espinosa y yo visitamos a Emilio Carrillo, éste nos contó que el principio
de su evolución espiritual fue a través de la práctica de la carrera de fondo o
maratón. Ahí le cité yo el primer libro de espiritualidad que me leí: El Zen del correr, de Fred Rohé. Y
recientemente Sakyong Mipham ha publicado en Ediciones La Llave sobre el mismo tema: Correr y meditar, subtitulado Enseñanzas para entrenar el cuerpo y la
mente. En esa misma entrevista con Emilio Carrillo, el psicólogo Andrés
Espinosa observaba con buen tino que tal vez este despliegue de la
espiritualidad que estamos viviendo tenga alguna relación con ese interés
creciente por las prácticas deportivas de ocio, como el correr.
Es evidente que las
múltiples facetas y vertientes del yoga hacen que tenga difícil encaje en las
categorías que la sociedad o las diferentes administraciones quieran hacer de
esta antigua sabiduría: deporte, filosofía, psicología, espiritualidad, salud…
Podemos decir que ninguna de ellas y todas al mismo tiempo.
Lo que está claro es que si
el yoga ha de servir de algo, es para superar las toscas dualidades
conceptuales: cuerpo/mente, yoga/deporte, salud/espiritualidad,
purusha/prakriti. Recuerden el advaita del jnana yoga: Todo es uno.
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Autor: Joaquín G. Weil
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