Domingo Díaz -desde Amor y Consciencia (AMYCS)
me hace llegar la información y las reflexiones que se ofrecen seguidamente.
Me las remite “en servicio y con Amor” y del mismo modo las recojo.
Hoy 15 de Septiembre, como todos los años, en la localidad vallisoletana de Tordesillas (España) y en el marco de sus fiestas patronales, se celebra el festejo taurino popular conocido como El Toro Vega, abreviatura de “El toro de la vega”, o de su nombre más completo “El toro alanceado de la vega”. El festejo consiste en que se suelta un toro de gran tamaño, de lidia, por un campo abierto y una multitud de personas, mayoritariamente a caballo en primer lugar, pero también a pie en segundo lugar, armados con picas terminadas en punta (lanzas) persiguen al toro y lo alancean hasta que éste, plagado de heridas, desangrado y agotado, muere. Este año, el toro bautizado como Moscatel será perseguido y torturado por los embravecidos habitantes de Tordesillas. Se le clavarán lanzas repetidas veces en su cuerpo, hasta que caiga muerto en el campo. El mozo que le propine el último lanzazo, será premiado y podrá llevarse los testículos de Moscatel atados en su bastón. Esta celebración de crueldad sin parangón, es considerada fiesta de interés cultural y se viene celebrando, básicamente de la misma manera durante los últimos 500 años. Es uno de los festejos populares más antiguos de España.
Sincrónicamente todos los años una multitud de personas se acerca a Tordesillas para protestar por el maltrato que se infringe al toro, por la crueldad y salvajismo de esta tradición; y aprovecha para protestar y censurar las corridas de toros y todos los espectáculos taurino tan arraigados en toda España desde hace cientos de años. Son los anti-tortura, los defensores de los derechos del animal y los activistas contra el maltrato animal. Ni decir que tiene que yo me sumo totalmente a estos últimos.
Durante estos días se entablan duras y continuas batallas verbales entre los habitantes de Tordesillas y los manifestantes defensores de los derechos de los animales. Afortunadamente son solo batallas verbales que hasta ahora no han llegado a más. No me voy a extender sobre el núcleo central de la polémica, que para mí está muy claro, y sobre el que otras personas y blogs argumentan muy bien y con mucha imaginación y acierto. Voy a comentar dos aspectos no sustanciales de la cuestión que me han llamado mucho la atención y me han hecho reflexionar profundamente:
El primero es que los habitantes de Tordesillas defienden su derecho a practicar la tortura al toro (ellos, obviamente, lo denominan de otra manera, con los más variados eufemismos) alegando como razón que lo llevan haciendo así más de 500 años, “toda la vida”, como alegan algunos. Recuerdo una entrevista en la radio en la que unos fumadores defendían su derecho a fumar en lugares públicos, fundamentalmente en bares, porque “en los bares se había fumado toda la vida”.
Y yo me digo: La “Santa” Inquisición ejerció su actividad en España durante más de 500 años. ¿Deberíamos haber impedido su abolición absoluta porque era algo “de toda la vida”?. La monarquía absolutista reinó en muchos países durante varios cientos de años ¿deberíamos renegar de la democracia porque es más joven y porque la monarquía absoluta había regido nuestros destinos “toda la vida”?. ¿Da el simple paso del tiempo razones para justificar la tropelía y el salvajismo?. ¿Por qué en el siglo XXI pensamos que aquellas acciones, sea cuales fueren, son justificables solo porque se llevan practicando o consintiendo durante muchos, muchos años?. La prostitución se lleva ejerciendo varios miles de años. ¿Ese hecho la convierte en algo justificable y hermoso?.
Los vecinos del pueblo de Tordesillas, hombres o mujeres, jóvenes o viejos, en su inmensa mayoría, se sienten atacados como “pueblo” por toda esa multitud “venida de fuera” y defienden su derecho “como pueblo” a alancear a un toro indefenso hasta la agonía y la muerte. Y me consta que la gente de Tordesillas no es especialmente perversa; son personas normales y corrientes que llevan adelante sus vidas de una forma sencilla y habitual. No son ningún colectivo especial. Pero les une su derecho anual a torturar a un animal. ¿Dónde ha quedado el sentido común y el buen juicio de las personas?. En el campo castellano de Tordesillas, mañana estarán los animales, toro y caballos, y las “bestias” humanas.
En una dimensión superior de pensamiento, esta situación me lleva a reflexionar sobre la resistencia al cambio de los seres humanos, una fuerza verdaderamente contraria al tránsito hacia los mundos espirituales. Gritamos “Otro mundo es posible” pero ¿reconocemos en nosotros mismos los patrones conscientes e inconscientes que nos hacen transitar cada día, inevitablemente, por las mismas sendas de la conducta y del pensamiento que nos han grabado tan profundamente nuestros padres, educadores y sociedad y cultura en la que hemos crecido? (ver entrada de este Blog ¿Qué hacer?, del pasado 4 de septiembre). ¿Somos capaces de apostar por lo nuevo (yo lo llamo invertir en lo nuevo) superando los inevitables miedos que toda experiencia no conocida lleva asociados?.
Ante el cambiante espectáculo de la Naturaleza, pocos son los privilegiados humanos que arriesgan su estabilidad física y psíquica en practicar una dinámica de cambio similar a la de la Madre Tierra. Pocos son los valientes que se juegan lo que tienen probando nuevas formas de existencia y relación más evolucionadas. A la mente concreta le asusta el cambio, busca habitar espacio conocido, solo usa reglas y establece conclusiones sancionadas por la práctica. Busca pisar terreno firme, territorio conocido. Por eso, lo que ya se ha comprobado a base de ser repetido muchos años, toma viso y fuerza de verdad en las mentes más cobardes, y se defiende a capa y espada sin más argumento que la repetición iterativa.
“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”, dijo el Maestro Jesús. Notemos que primero de autodefinió como un Camino; y un camino, cuando se recorre, siempre cambia su visión, su perspectiva y su paisaje. Entonces, el que busca estabilidad, seguridad, repetición iterativa, como la fiesta del Toro Vega, está sentado, atascado, dormido a la vera del camino, donde “Otro mundo no es posible”.
Despierta hermano, y ama al toro, y respétalo porque está hecho de la misma sustancia y naturaleza que tú mismo. Ponte en marcha, en camino, hacia el respeto y el amor a las criaturas de la Madre Tierra.
Hoy 15 de Septiembre, como todos los años, en la localidad vallisoletana de Tordesillas (España) y en el marco de sus fiestas patronales, se celebra el festejo taurino popular conocido como El Toro Vega, abreviatura de “El toro de la vega”, o de su nombre más completo “El toro alanceado de la vega”. El festejo consiste en que se suelta un toro de gran tamaño, de lidia, por un campo abierto y una multitud de personas, mayoritariamente a caballo en primer lugar, pero también a pie en segundo lugar, armados con picas terminadas en punta (lanzas) persiguen al toro y lo alancean hasta que éste, plagado de heridas, desangrado y agotado, muere. Este año, el toro bautizado como Moscatel será perseguido y torturado por los embravecidos habitantes de Tordesillas. Se le clavarán lanzas repetidas veces en su cuerpo, hasta que caiga muerto en el campo. El mozo que le propine el último lanzazo, será premiado y podrá llevarse los testículos de Moscatel atados en su bastón. Esta celebración de crueldad sin parangón, es considerada fiesta de interés cultural y se viene celebrando, básicamente de la misma manera durante los últimos 500 años. Es uno de los festejos populares más antiguos de España.
Sincrónicamente todos los años una multitud de personas se acerca a Tordesillas para protestar por el maltrato que se infringe al toro, por la crueldad y salvajismo de esta tradición; y aprovecha para protestar y censurar las corridas de toros y todos los espectáculos taurino tan arraigados en toda España desde hace cientos de años. Son los anti-tortura, los defensores de los derechos del animal y los activistas contra el maltrato animal. Ni decir que tiene que yo me sumo totalmente a estos últimos.
Durante estos días se entablan duras y continuas batallas verbales entre los habitantes de Tordesillas y los manifestantes defensores de los derechos de los animales. Afortunadamente son solo batallas verbales que hasta ahora no han llegado a más. No me voy a extender sobre el núcleo central de la polémica, que para mí está muy claro, y sobre el que otras personas y blogs argumentan muy bien y con mucha imaginación y acierto. Voy a comentar dos aspectos no sustanciales de la cuestión que me han llamado mucho la atención y me han hecho reflexionar profundamente:
El primero es que los habitantes de Tordesillas defienden su derecho a practicar la tortura al toro (ellos, obviamente, lo denominan de otra manera, con los más variados eufemismos) alegando como razón que lo llevan haciendo así más de 500 años, “toda la vida”, como alegan algunos. Recuerdo una entrevista en la radio en la que unos fumadores defendían su derecho a fumar en lugares públicos, fundamentalmente en bares, porque “en los bares se había fumado toda la vida”.
Y yo me digo: La “Santa” Inquisición ejerció su actividad en España durante más de 500 años. ¿Deberíamos haber impedido su abolición absoluta porque era algo “de toda la vida”?. La monarquía absolutista reinó en muchos países durante varios cientos de años ¿deberíamos renegar de la democracia porque es más joven y porque la monarquía absoluta había regido nuestros destinos “toda la vida”?. ¿Da el simple paso del tiempo razones para justificar la tropelía y el salvajismo?. ¿Por qué en el siglo XXI pensamos que aquellas acciones, sea cuales fueren, son justificables solo porque se llevan practicando o consintiendo durante muchos, muchos años?. La prostitución se lleva ejerciendo varios miles de años. ¿Ese hecho la convierte en algo justificable y hermoso?.
Los vecinos del pueblo de Tordesillas, hombres o mujeres, jóvenes o viejos, en su inmensa mayoría, se sienten atacados como “pueblo” por toda esa multitud “venida de fuera” y defienden su derecho “como pueblo” a alancear a un toro indefenso hasta la agonía y la muerte. Y me consta que la gente de Tordesillas no es especialmente perversa; son personas normales y corrientes que llevan adelante sus vidas de una forma sencilla y habitual. No son ningún colectivo especial. Pero les une su derecho anual a torturar a un animal. ¿Dónde ha quedado el sentido común y el buen juicio de las personas?. En el campo castellano de Tordesillas, mañana estarán los animales, toro y caballos, y las “bestias” humanas.
En una dimensión superior de pensamiento, esta situación me lleva a reflexionar sobre la resistencia al cambio de los seres humanos, una fuerza verdaderamente contraria al tránsito hacia los mundos espirituales. Gritamos “Otro mundo es posible” pero ¿reconocemos en nosotros mismos los patrones conscientes e inconscientes que nos hacen transitar cada día, inevitablemente, por las mismas sendas de la conducta y del pensamiento que nos han grabado tan profundamente nuestros padres, educadores y sociedad y cultura en la que hemos crecido? (ver entrada de este Blog ¿Qué hacer?, del pasado 4 de septiembre). ¿Somos capaces de apostar por lo nuevo (yo lo llamo invertir en lo nuevo) superando los inevitables miedos que toda experiencia no conocida lleva asociados?.
Ante el cambiante espectáculo de la Naturaleza, pocos son los privilegiados humanos que arriesgan su estabilidad física y psíquica en practicar una dinámica de cambio similar a la de la Madre Tierra. Pocos son los valientes que se juegan lo que tienen probando nuevas formas de existencia y relación más evolucionadas. A la mente concreta le asusta el cambio, busca habitar espacio conocido, solo usa reglas y establece conclusiones sancionadas por la práctica. Busca pisar terreno firme, territorio conocido. Por eso, lo que ya se ha comprobado a base de ser repetido muchos años, toma viso y fuerza de verdad en las mentes más cobardes, y se defiende a capa y espada sin más argumento que la repetición iterativa.
“Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida”, dijo el Maestro Jesús. Notemos que primero de autodefinió como un Camino; y un camino, cuando se recorre, siempre cambia su visión, su perspectiva y su paisaje. Entonces, el que busca estabilidad, seguridad, repetición iterativa, como la fiesta del Toro Vega, está sentado, atascado, dormido a la vera del camino, donde “Otro mundo no es posible”.
Despierta hermano, y ama al toro, y respétalo porque está hecho de la misma sustancia y naturaleza que tú mismo. Ponte en marcha, en camino, hacia el respeto y el amor a las criaturas de la Madre Tierra.
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