Durante toda la exposición de la Teoría de Sistemas, no hemos hecho
referencia explícita de un elemento fundamental que condiciona absolutamente la
vida de la gente, tanto como el aire que respiramos, el agua que bebemos y la
comida con la que nos alimentamos. Me refiero al dinero.
El dinero es un concepto, un “algo” que surge con la aparición del
telencéfalo, del hombre en la Naturaleza. No soy economista, por lo que no voy,
ni me atrevo a dar, un curso ni una disertación sobre la Economía, que es
propia de personas con estudios en esta materia. Sólo pretendo ver el mundo del
dinero bajo la visión sistémica del mundo o, dicho de otra forma, ver el dinero
como lo que es, una representación “virtual” de todo lo que existe que suponga
el deseo de ser adquirido y por el que exista competencia entre aspirantes a su
posesión. Es por eso por lo que las montañas, los ríos o la flora y fauna, no
tiene valor económico, si no existe deseo de adquirirlo, pero sí lo tiene si
ese deseo existe. Y en general, resulta que sí, que una montaña, en tanto parte
de un territorio ambicionado por los hombres tiene valor y tiene un precio.
De este modo, el dinero, desde la perspectiva sistémica, se puede
definir como “el sistema de información que permite conocer el valor de las
cosas”. En realidad, no es nada material; es tan solo información sobre el
valor de las cosas. Y esa información tiene una unidad de medida que llamamos
moneda (unidad monetaria). Y si alguien tiene “algo” y ese algo vale varias
monedas (unidades monetarias), ese alguien lo puede vender y otro lo puede
comprar, pero, una vez superada la incómoda era del trueque, por la que esa
compra venta se producía a base de intercambiar bienes, “algo” por otra cosa,
los seres humanos terminaron acordando utilizar como soporte de la información
sobre el valor de las cosas, las monedas, que como soporte físico se acordó en
que fueran objetos hechos con metales preciosos como la plata o el oro.
Así tenemos cosas, bienes de equipo (muebles, casas, herramientas,
caballos, etc.) y bienes de consumo (alimentos, animales domésticos, agua,
vestidos, menaje, etc.). Y tenemos monedas con un determinado valor, con la que
las personas podían comprar para tener bienes y vender para obtener monedas con
las que pudieran comprar más bienes. De modo tal que los recursos ya no estaban
a disposición de los hombres para obtenerlos en función de las necesidades,
sino que debían de ser comprados a otros que los poseían, una vez superada la
era de los cazadores y recolectores.
Así que conceptos como comprar, vender y poseer surgieron con la
aparición del ser humano ya sedentario y con sociedades incipientes
relacionadas y estructuradas en clases, oficios y gremios. Nunca antes en la
historia de la Tierra hubo ese problema de tener que comprar y vender para
tener. Ahora sí. De modo que el concepto depredación, por la que unos animales
se comen plantas para sobrevivir y en el siguiente escalón, unos animales se
comen a otros para lo mismo, se cambió por el concepto compra venta, en la
medida en que hubiera “monedas” para intercambiar el valor.
La expansión de los hombres por el Planeta fue un proceso de
conquista de territorios, inicialmente inexplorados, pero con el tiempo,
habitados, por lo que en este caso supuso la aparición de la guerra, un sistema
de ataque y defensa para expandir (el vencedor) y verse sometido (el perdedor)
los territorios. Y hasta hoy.
Así que había gente que tenía cosas y que, si necesitaba más, debía
tener monedas para comprar a terceros lo que necesitaba, pero tenía ella que
tener a su vez bienes de los que poder deshacerse para poder venderlos y con
ellos obtener monedas.
Pero aquí surge un pequeño detalle, los fabricantes de monedas.
Quién tenía el poder o la capacidad o la autoridad para acuñar moneda. Pues en
principio eran los “machos alfa de las tribus”, los reyes o los líderes, pero
con la expansión y desarrollo de los reinos y de los imperios eso no ya estaba
ya tan claro. En tiempos de Julio Cesar, año 48 antes de Cristo, ya estaba
instituido el gremio de los cambistas, artesanos que se habían atribuido la
capacidad y habilidad de fabricar moneda, de modo que ellos tenían de alguna
forma, la capacidad de inundar de monedas el mercado o restringirlas, según su
conveniencia. Julio Cesar, viendo los abusos que esta gente cometía, les
arrebató el poder de acuñar dinero y otorgó esa capacidad al Gobierno, en
beneficio de todos, lo que permitió abordar los grandes proyectos de
construcción que los romanos nos han dejado como legado. Pero esta decisión le
ganó el odio de los cambistas que, finalmente decidieron asesinarle.
Inmediatamente después cesó la disponibilidad de dinero, se aumentaron los
impuestos y surgió lo que denominamos “corrupción”. Parece ser que la
disponibilidad monetaria, tras el asesinato de Cesar, cayó un 90% lo que
provocó el hambre en toda la República.
En otro rincón del imperio, en Judea, los judíos que llegaban a
Jerusalén para pagar sus impuestos y ofrendas al templo sólo podían hacerlo en
la moneda judía, el shekel, la misma que en la actualidad, que era de plata
pura y de peso garantizado, sin la efigie del emperador. Los denarios,
lógicamente, eran impuros a efectos de ofrenda a Yavéh, con lo que debían ser
cambiados para poder comprar con shekels los animales y pichones para la
ofrenda. Los cambistas supeditaron el mercado a la disponibilidad de shekels
que ellos acuñaban y, oferta-demanda, elevaron el precio del shekel todo lo que
quisieron y más, con lo que tenían el total control de ese mercado. En esto que
un tal Jesús de Nazaret, que pasaba en los días de la pascua judía por allí, ve
como habían convertido el atrio del templo en un completo mercado. Y viendo
cómo el monopolio de los cambistas violaba todo tipo de normas de convivencia y
las reglas del templo, arremetió contra ellos y los expulsó a latigazos. El
resto de la historia ya la conocemos, le mataron tres días después.
Así que los cambistas, de siempre han sido el gremio encargado de
acuñar moneda y, han tenido el control casi total de la masa monetaria en los
reinos europeos durante toda la edad media, moderna y contemporánea. En la edad
media eran orfebres que sabían manipular muy bien las piezas de oro y plata.
Con el incremento del mercado, la gente, comenzó a ver cómo
transportar el dinero en monedas de oro, plata o cobre era, además de pesado
(por el peso que debían transportar), peligroso por el riesgo de asalto de
ladrones. Y comenzó a usarse algo que al final se ha convertido en papel
moneda, recibos del oro o plata depositados en la caja fuerte de los orfebres.
Y esos recibos (primero a nombre de los depositarios) empezaron a circular como
sustitutos de las monedas, sobre todo en las grandes transacciones.
Con el tiempo, esos recibos se fueron extendiendo al portador en
lugar de al individuo que depositó el dinero. De hecho, hasta hace bien poco,
los billetes de pesetas ponían la frase “El Banco de España pagará al portador
MIL pesetas”. Esto supuso la pérdida de la pista de la persona que depositó el
oro.
Los orfebres se dieron cuenta de que sólo una pequeña fracción de
personas que depositaban su oro volvían a reclamarlo, ya que la gente aceptó
esos pagarés, ese papel moneda como dinero efectivo legal. Entonces, se les
ocurrió diseñar una treta para engañar al propio sistema, editar más recibos
que oro tenían para su respaldo. Y nadie se percató de ello. Empezaron así a
prestar esos recibos, sin respaldo en oro, cobrando intereses por esos
préstamos.
Eso fue el nacimiento de lo que conocemos como “Reserva
Fraccional”, con lo que los orfebres, ya plenamente cambistas (o banqueros)
crearon inmensas fortunas “de la nada” (esto es importante, de la nada),
prestando con interés, simple papel (sin valor real, pues no estaban soportados
por oro), cobrando por ellos intereses cada vez más elevados, según su
conveniencia.
Para entender mejor el como los orfebres hacían dinero con esto,
pongamos el ejemplo de un orfebre que cobra el mismo interés a acreedores y a
deudores. En este ejemplo, el orfebre pagaba un 6% de interés sobre el oro que
le depositaban y cobraba un 6% de interés sobre los recibos fraudulentos que
prestaba. Puesto que prestaban 10 veces más que el oro que depositaban en su
caja fuerte, resulta que mientras que ellos pagaban a sus acreedores un 6% de
interés, cobraban un 60% a sus deudores: y esto sobre un oro que no era suyo.
Pronto se dieron cuenta de que tenían “todo-el-poder-en-sus-manos”.
El resultado de esta maniobra era que a mucha gente le resultaba imposible
pagar sus préstamos y no teniendo la oportunidad de conseguir nuevos créditos,
se declaraban en quiebra teniendo que vender sus activos a los orfebres por una
fracción de su valor real. Mutatis mutandi, es lo que sucede ahora con los
ciclos económicos, crecimiento, burbuja, recesión, depresión y nuevo ciclo,
perfectamente controlado por la Banca.
Hasta que la Iglesia, con Santo Tomás de Aquino se dio cuenta de lo
inmoral que era el ejercicio de la usura (prestar dinero con intereses), y
terminó prohibiéndolo. Pero en esto, que los judíos, que no estaban bajo la
autoridad del Papa, no veían en la usura ningún pecado, con lo que finalmente
ellos se hicieron con el monopolio de la banca, básicamente hasta la
actualidad. Llama la atención que, según Wikipedia, los judíos han sido
expulsado de diferentes territorios, reinos y países 27 veces a lo largo de la
Historia y la última vez no fue, precisamente una expulsión.
El 1609, los cambistas holandeses consiguen establecer el Ámsterdam
el primer Banco Central de la historia, de propiedad privada. En 1688 lo hacen
los ingleses, creando el Banco de Inglaterra, privado también, que ganó
fortunas inmensas financiando guerras y conflictos. Su nombre hizo creer que
era del Gobierno, cuando eso no era cierto. Y así se van fundando grandes
bancas privadas con apariencia de ser públicas, hasta que en 1760 aparece Mayer
Amschel Bauer, banquero judío-alemán que cambia su nombre por el de Mayer
Amschel Rothschild y funda la Dinastía de los Rothschild (House of Rothschild)
que aprendió que prestar dinero al Estado da bastante más beneficios y poder
que prestarlo a los individuos, hasta que llega a pronunciar su ya famosa
frase.
“Dadme la máquina de hacer dinero y no me importará quién haga las
leyes”.
En 1880 vemos que Lincoln trató de arrebatar a los múltiples bancos
que poblaron el territorio americano, la capacidad de emitir dólares;
básicamente cada banco era emisor de sus dólares. Los concentró en los ocho
bancos que posteriormente constituirían la Reserva Federal. Pero el cabreo de
los bancos perjudicados por la medida, le costó la vida en 1865. El presidente James Garfield, en 1881,
conocía los chanchullos de los ocho grandes pensando que:
“Quien quiera que controle el volumen de dinero de cualquier país
es el amo absoluto de toda la industria y comercio y, cuando uno se de cuenta
de que el sistema está fácilmente controlado, de una forma u otra, por un
pequeño grupo de hombres muy poderosos en la cúspide, no necesitará que nadie
le diga como se originan los periodos de inflación y depresión”.
Le asesinaron el 2 de julio de ese año.
En 1913 se crea la Reserva Federal de Estados Unidos, entidad
privada que tiene la máquina de hacer dinero y se lo vende al Gobierno de los
Estados Unidos. Sus propietarios desde su fundación hasta la actualidad han
sido todos bancos y corporaciones privadas.
En 1944 los acuerdos de Bretton Woods crean el FMI y el Banco
Mundial, con aparentes buenas intenciones, pero que finalmente han sido los
artífices de la Deuda Externa que condena a muchísimos países pobres y no tan
pobres a una hipoteca histórica insalvable y para siempre.
Desde entonces, diferentes presidentes norteamericanos han
advertido sobre el riesgo de dejar en manos privadas la emisión de dinero,
hasta que, en 1963 el Presidente Kennedy ordenó la emisión de dólares que con
un sello rojo se les denomino “Notes of The United States”. El 4 de junio firmó
la Orden Ejecutiva 11.110 que devolvía al Gobierno USA el poder de emitir
dinero sin pasar por la “Fed”, la Reserva Federal. Total, el 22 de noviembre de
1963, “se solucionó” el problema.
Actualmente Trump, con su Q.map “The Plan to save the World” ha
comenzado una arriesgada cruzada contra lo que ya en 1961, el 27 de abril,
Kennedy ante la Asociación Nacional de Editores de Prensa y denominó “Deep
State”.
Este es un pequeño resumen de un documento de 2006, que se puede
obtener en internet, titulado “The money changers” de Andrew Hitchcock o “los
cambistas” que trata de la historia del dinero y de cómo los bancos centrales
han sido las corporaciones que han acumulado básicamente todo el poder
financiero en manos privadas, siendo literalmente los principales prestamistas
de los Estados y los Gobiernos.
La visión sistémica de todo esto se puede interpretar de la
siguiente forma:
Con la aparición del telencéfalo y con él de la intencionalidad y
el deseo de tener, la situación de “igualdad” relativa de acceso a los recursos
naturales de que disponía la propia Naturaleza a través de la cadena
alimentaria, se trastocó lenta pero progresivamente con la aparición del dinero
o capacidad de conseguir a base del intercambio de bienes y servicios con
intercambio de monedas. En seguida surgió los poderes que acapararon la
capacidad de fabricar dinero y con ello la capacidad de regular la
disponibilidad de efectivo para comprar, lo que antes se conseguía con el
esfuerzo físico de cazar o recolectar o sembrar. Aparecen dos clases, los
poseedores del dinero y los que tenían que ganárselo como fuera para
sobrevivir, los ricos y los pobres; muy pocos ricos y una inmensa cantidad de
pobres.
A finales del Siglo XV, comienzos del XVI, en el mundo económico se
había establecido sólidamente el sustrato para dar arranque a lo que en la
actualidad se conoce como "sistema capitalista". Para eso es
importante comprender el concepto del valor de las cosas materiales.
Tradicionalmente los intercambios se hacían mediante la valoración de las cosas
según su valor intrínseco o valor de uso, es decir, tanto más valía un bien
cuanto más necesario era para vivir, con un factor de corrección que era la
disponibilidad, es decir, cuanto más necesario y menos abundante, mayor era el
valor de uso. Si el bien abundaba, como puede ser el agua o el aire, el valor
de uso era el mismo, pero a la hora de pagar por él, más se estaba en
disposición de pagar por él. Así que los comerciantes se dieron cuenta de que,
si algo escaseaba, y tanto más cuanto más necesario era, más incitaba a la
gente a luchar por ello. Los cambistas y mercaderes se dieron pronto cuenta de
ello, de modo que lentamente fueron introduciendo en la mente de las gentes el
concepto de "valor de cambio" de las cosas y con ello comenzó a calar
el dilema coste de oportunidad, es decir a qué estoy dispuesto a renunciar con
tal de conseguir un determinado bien.
Todo ello se tradujo en el valor de mercado de las cosas, un
sistema de subasta, basado en "quién da más" por algo que hemos
conseguido que "escasee"; porque si no escasea y se puede conseguir
fácilmente, su valor disminuye. Ejemplo, el aire. El aire es imprescindible
para la vida, si carecemos durante un minuto de aire, estamos muertos, así que
el valor de uso del aire que respiramos es literalmente ilimitado. Pero como no
es posible, hoy en día, limitar la disponibilidad de aire para respirar (a no
ser que se pretenda contaminar el aire, hacerlo irrespirable para obligarnos a
comprar botellas de aire comprimido para respirar y quién puede renunciar a
eso), el valor de cambio es cero. No se puede mercadear con el aire. Pero sí se
puede mercadear con casi cualquier otra cosa. Se comercia con el agua
embotellada, porque creemos que es mejor que el agua del grifo, que es
inocua. Es decir, el mercado, desde el
Siglo XVI se basa en mantener una baja oferta para conseguir una alta demanda y
con ello elevar el precio de las cosas. De modo tal que la clase, la élite que
consigue manipular estos resortes, domina perfectamente la vida de las gentes.
La evolución de todo este sistema es a que la capacidad de adquirir
dinero es directamente proporcional al dinero acumulado e inversamente
proporcional a la población entre la que haya que repartirlo. Dos fuerzas
antagónicas, la fuerza centrípeta orientada a acumular y la centrífuga
orientada al reparto equitativo, que ya definiera Adam Smith en su obra “La
riqueza de las naciones” en 1776. Cuando en la entrega 22, el 15 de junio,
hablábamos del MODELO 1, explicábamos como el predominio total de la primera de
las fuerzas ha marcado la Historia de la Humanidad, ahondando poco a poco en
una distopía generalizada que, si somos capaces de abstraernos de los detalles
de cada una de las crisis, podremos ver cómo todo obedece a los efectos
deletéreos del absoluto predominio de la primera fuerza.
Y aquí entra como contrapunto o intento de neutralizar el
predominio de la fuerza acumulativa, el socialismo, iniciado en Gran Bretaña en
la segunda mitad del XVIII y proclamada formalmente por Marx en 1843. Mientras
el modelo capitalista ha sido siempre el modelo espontáneo de mercado y de vida
social, con predominio de la iniciativa privada, el social comunista ha sido su
antítesis, el del predominio del Estado, con la imposición de todos los
resortes necesarios para el control de la producción y del reparto de la
riqueza, aplicando las dos clásicas fases de implantación, la fase socialista,
con sus diez etapas y la fase comunista donde deja de existir el Estado, el
dinero y la propiedad privada. Un modelo natural de convivencia más o menos
normal (el capitalista), marcada por la desigualdad entre poderosos y
subordinados frente a un modelo teórico (el social comunista), que es
simplemente una ideología que se le ocurrió a marx un día mientras se duchaba
(“el mundo tiene que ser así”), experimentado “n” veces y “n” veces fracasado
pero que… y esto es muy importante…
En la medida en que el “top del poder” no son ya los Estados sino
las corporaciones supranacionales y entre estas y sobre ella, se está formando
una élite cada vez más selecta y misteriosa, no resulta ninguna estupidez
aplicar los métodos comunistas de control social para incrementar aún más el
control y total posesión de la riqueza del mundo, acelerando aún si cabe más,
la fuerza centrípeta de control mundial, que nos dirigirá o nos está
introduciendo ya en el Nuevo Orden Mundial, que se describe en el capítulo
quinto del libro “Consciencia y Sociedad distópica”.
Es lo que abordaremos en el próximo capítulo, sobre el advenimiento
del NOM, o límite asintótico del MODELO 1, insostenible desde una visión
sistémica, aunque deseable y objetivo final para los que se creen los dueños
del mundo.
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Autor: José Alfonso Delgado (Doctor en Medicina especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas de Visión sistémica del
mundo se
realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto Consciencia y
Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los objetivos y
contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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