Escucho cada vez con mayor frecuencia la hipótesis de que la Nueva Humanidad en una Tierra Restaurada, anunciada por numerosas tradiciones espirituales, será el resultado de una intervención extraterrestre. Lo cual, no solo es una colosal fantasía, sino que, para colmo, juega en contra de que cada vez más personas nos transformemos en semillas activas de esa nueva generación humana y participantes en la misma.
Para explicarlo, suelo utilizar el símil de que el sistema vigente –la vieja humanidad que se desmorona y hace aguas por todos lados- es como una casa en ruina desde los cimientos.
A partir de ahí, el objetivo involutivo es que nos quedemos en la casa que se derrumba. Y, al unísono, que no nos pongamos a construir una casa nueva, lo que exige ineludiblemente una nueva práctica de vida válida para forjar los cimientos de la nueva humanidad.
Y, efectivamente, hay bastantes personas que, en el momento actual, muestran su disposición a no abandonar la casa vieja y, por ende, a no coadyuvar a la construcción de lo nuevo. Esas personas responden a seis tipologías fundamentales, a las que hay que añadir una séptima que se adecua a patrones distintos y es la espoleta de la Re-evolución en marcha:
1. Los que, dado su estado de consciencia y discernimiento, no se percatan de que la casa se está cayendo.
2. Los que logran entreverlo, pero entonces prefieren cerrar los ojos porque ante lo que ven, si fueran mínimamente coherentes, deberían abandonar sus sistemas de referencias, su zona de confort, su mentira existencial...
3. Los que sí perciben que la casa está seriamente dañada, pero consideran que todavía puede ser reformada o rehabilitada. Es absurdo, porque la casa se cae desde los cimientos, pero ahí andan queriendo remodelar el techo o los tabiques o reformar el baño o la cocina.
4. Los que, contemplado el derrumbe de la casa desde sus cimientos, quedan tan pasmados ante lo que ocurre –tan absortos por lo que sucede y tan abstraídos en analizar cómo se produce- que siguen también dentro de la vieja casa y sin poner su grano de arena para la construcción de la nueva. Es lo que le pasa a muchos de los que se mueven en la esfera de las teorías conspiranóicas, que se obsesionan tanto ante lo que sucede que quedan ahí atrapados.
5. Los que percatándose de la inevitable caída de la vieja casa y de la necesidad de una nueva, no entienden que la construcción de esta es responsabilidad de cada uno -no puede ser de otra manera- y, así, siguen en la casa vieja atados a sus paradigmas, pautas de vida y comportamientos y esperando tontamente que aparezca un "promotor" (salvador) que se encargue de levantar la nueva casa. Una curiosa tipología en la que se encuadran tanto los que creen que dentro de la élite, que domina el sistema que rige la vieja casa, hay una parte “buena” que va a “resetearlo” y regalarnos las llaves del nuevo hogar como los que confían en que serán los extraterrestres lo que nos rescaten y construyan la nueva casa. Ambos grupos se muestran incapaces de comprender que la nueva humanidad ha de ser construida por nosotros mismos por medio de nuestra obras cotidianas; y miran hacia fuera de sí en la absurda creencia de que aparecerá un promotor que edifique una casa en la que colmar los múltiples caprichos y los deseos egocéntricos derivados del aferramiento a su pequeño yo.
6. También los hay que, tomando consciencia del derrumbe de la vieja casa y del requerimiento de construir nosotros mismos la nueva, se ponen a ello, pero de vez en cuando, de manera inconsistente: al asistir a algún evento, tras ver una película o un vídeo inspirador, tras mantener una conversación o un encuentro por personas afines… Gracias a ello, durante algunos días se encuentran motivados para una práctica de vida más consciente, pero dura poco, cual ráfaga de viento, y antes de darse cuenta continúan sumidos en la vorágine de la vieja casa.
7. Por fin, hay una séptima tipología configurada por hombres y mujeres realmente conscientes. Son los que procuran desconectar de los influjos de la casa en ruina y adquieren el compromiso con ellos mismos, con su auténtico ser, de construir la nueva humanidad mediante su práctica de vida en el día a día. Una práctica que se convierte en su absoluta prioridad y con la que aspiran a sacar lo mejor de sí y ponerlo al servicio de los demás seres humanos, de todos los reinos de la naturaleza y de la Madre Tierra en su conjunto.
Ciertamente, cada cual, en su libre albedrío, se coloca en una u otra de las tipologías citadas. Mi mayor respeto y amor para tod@s. Ahora bien, hay igualmente que subrayar que los maestros y maestras han sido muy claros a este respecto: solo los que opten por la séptima y última tipología actúan en verdad cual semillas de la nueva humanidad y participarán en la misma.
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