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11/12/09

Aprovechemos la crisis para transformar el sistema


José Carlos García Fajardo

En la entrada Día de la Iluminación de Budha, del pasado 8 de diciembre, se citó y utilizó el texto Budismo: iluminación y sabiduría, de José Carlos García Fajardo (en la foto anexa), Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid. Posteriormente, él mismo insertó a pie de dicha entrada este hermoso comentario, que agradezco enormemente en nombre de tod@s l@s seguidor@s del Blog:

"Pocas cosas me hacen tan feliz como poder compartir lo que he aprendido con los maestros y con los sabios que han iluminado mi camino. Por si os sirviera de algo para poder compartirlo con otras personas, en mi web www.garciafajardo.org y en www.ccs.org.es hay una serie de reflexiones sobre las grandes tradiciones de la humanidad. Podéis utilizarlo todo o parte o como queráis. Las cosas no son de su dueño, sino del que las necesita. Me inclino ante el misterio que os habita."

Y como las casualidades no existen, mira por donde los amigos de Espiritualidad y Política (http://espiritualidadypolitica.blogspot.com) me acaban de remitir un artículo precisamente del profesor García Fajardo, titulado Aprovechemos la crisis para transformar el sistema. Dado que es magnífico y haciendo uso, espero que no abuso, del ofrecimiento realizado en su comentario, reproduzco a continuación su contenido. Sé que os va a encantar.

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Aprovechemos la crisis para transformar el sistema

Cuando cerca de mil millones de seres humanos viven debajo del umbral de la pobreza, cada día decenas de millares de personas mueren de hambre, desaparecen etnias, modos de vida, culturas, poniendo el patrimonio de la humanidad en peligro, cuando el clima se deteriora, no podemos resignarnos a hablar sólo de cómo atajar la crisis financiera.

Nuestro mundo requiere alternativas, no sólo regulaciones. No es lógico rehabilitar un sistema si no tratamos de transformarlo. Para comprender el alcance de este deber moral tenemos que ponernos en la perspectiva de las víctimas. Esto nos permite constatar que las crisis, financiera, alimentaria, energética, hídrica, climática, social, tienen una causa común, el agotamiento de un modelo económico de desarrollo por sobreexplotación y olvido de la condición humana. Puesto que estamos ante un caso de conductas desorbitadas e incontroladas podemos transformar el crecimiento y el progreso adoptando otra actitud más humana y solidaria en armonía con las exigencias de la naturaleza.

Esta crisis tiene consecuencias sociales que van más allá del ámbito en que se han desarrollado. El desempleo, el consumo desaforado, la implacable agresión a la naturaleza y la exclusión de los más pobres, la creciente vulnerabilidad de las clases medias y el incesante incremento de las víctimas. No se trata sólo de un accidente en el recorrido del sistema ni de un abuso cometido por poderes económicos. Se trata de los efectos de una lógica que atraviesa la historia económica de los últimos dos siglos.

Se ha confundido ser con tener, mientras se instalaba la falacia de que el motor del crecimiento pasaba por la acumulación del capital, de la cual se beneficiaría, a la larga, el resto de la humanidad. No ha sido así. Estas no son más que las cimas emergentes de un océano de insolidaridad, de ciega explotación de la naturaleza y del trabajo de los seres humanos. Con todas las salvedades cabría decir: bienvenida sea la crisis si con ella acometemos la transformación del sistema.

En este sentido, la burbuja financiera exacerbada por el desarrollo de nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones ha reventado los instrumentos que había idolatrado. La economía financiera se ha vuelto cada vez más virtual y los beneficios se han conseguido a costa de la explotación de riquezas naturales y de comunidades. La especulación se ha convertido en norma del sistema económico.

Un ejemplo lo podemos ver en la crisis alimentaria. Los precios no aumentaron sólo a causa de la explosión demográfica ni por un descenso en la producción, sino por haber sometido la vida de las personas a la consecución de beneficios desorbitados.

También la crisis energética va más allá de los desajustes de los precios del petróleo. Ésta señala el fin del ciclo de la energía fósil barata, pues su mantenimiento llevó a una utilización desorbitada de la energía, en favor de un modo de crecimiento acelerado. La sobreexplotación de los recursos naturales y la liberalización de los intercambios multiplicaron el transporte de las mercancías y fomentaron los medios de movilidad individual, sin considerar las consecuencias climáticas y sociales. La utilización de derivados del petróleo como fertilizantes y pesticidas se generalizó en el marco de una agricultura intensiva.

Ante esta crisis urge buscar soluciones que no se compadecen con mantener el nivel de beneficios, sin tomar en cuenta el medio ambiente ni las necesidades de la población. Pero eso no entra en el cálculo del modelo capitalista. Es el caso de los agrocarburantes y sus consecuencias ecológicas: destrucción, por el monocultivo de la biodiversidad, de los suelos y de las aguas subterráneas, y sus consecuencias sociales: expulsión de millones de campesinos que van a poblar los cinturones de miseria de las ciudades y a empeorar la presión migratoria.

En este contexto podemos considerar la crisis social. Este conjunto de tropelías desemboca en una crisis de la civilización, con el consiguiente agotamiento del planeta y la amenaza a millones de seres vivos. Nunca antes en la historia de la humanidad había sido tan posible la destrucción física del planeta. De ahí la urgente necesidad de aportar propuestas alternativas que permitan una transformación radical de nuestras formas de vida. La política que renuncia a la razón y abandona la ética siega las posibilidades de otro mundo posible, más justo y solidario.

2 comentarios:

  1. De nuevo, gracias. Namasté.
    Desde hoy recibirás todos los viernes el servicio del CCS (Centro de Colaboraciones Solidarias) como lo reciben cerca de dos mil profesionales de los medios, entre ellos Espiritualidad y Política de nuestro buen amigo Cristóbal.
    Un abrazo
    JC

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  2. Y, de nuevo, gracias a ti, José Carlos.
    Un abrazo.
    e

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