1. Santa Claus (ver entrada del 23 de diciembre)
2. El árbol de Navidad (ver entrada del 23 de diciembre)
3. El belén (ver entrada del 24 de diciembre)
4. La estrella (ver entrada del 24 de diciembre)
5. Los villancicos (ver entrada del 24 de diciembre)
6. El nacimiento de Jesús: ¿el 25 de diciembre? (ver entrada del 25 de diciembre)
7. El linaje davídico de Jesús (ver entrada del 26 de diciembre)
8. María Magdalena y la descendencia de Jesús
En su vida física, Jesús fue, sin duda, una persona sumamente singular. Todas las fuentes, oficiales o no, subrayan su personalidad fuerte, generosa y muy atractiva, su carácter afable y equilibrado, su hablar reposado e incisivo y su gesticulación educada y tranquila. Un perfil, por tanto, de claro liderazgo que acentuó con un mensaje donde mezcló coherentemente los objetivos políticos inmediatos con contenidos de elevada índole espiritual, que entroncaban con la tradición mística de su gente. A esta tradición, que enlazaba con la de los esenios y que Jesús elevó y adaptó a su época, unió los saberes procedentes tanto del pensamiento de la antigua Grecia -a los que tuvo fundado acceso gracias a la notable presencia de escuelas helenísticas en
Por todo ello, fue querido y admirado por muchos y temido y odiado por otros. Sus seguidores más incondicionales fueron los nazarenos, así como los nacionalistas zelotes, muy leales a la memoria de su padre y que aspiraban a derrocar al gobierno impuesto por los romanos, expulsar a estos e instaurar
El matrimonio entre Jesús y María Magdalena
Jesús, por otro lado, afianzó sus derechos dinásticos contrayendo matrimonio con María Magdalena, princesa de sangre real perteneciente a la poderosa Tribu de Benjamín. Históricamente, se arrastraban en Israel problemas de legitimidad dinástica derivados del paso del trono de Saúl, de la casa de Benjamín, a David, de la tribu de Judá. Con el enlace matrimonial entre Jesús (linaje de David) y María Magdalena (del de Benjamín) tales problemas quedaron superados, por lo que crearon una fuerte unión política capaz de reclamar legítimamente el trono de Israel. María Magdalena fue hermana de Marta y Lázaro, el “resucitado”, verdadera personalidad de Juan Evangelista. Lázaro unió a su condición de cuñado una gran admiración por Jesús, ofreciéndole siempre su amistad y un importantísimo apoyo, lo que le convirtió en el “discípulo amado” citado en los Evangelios.
A nadie puede extrañar que Jesús, como todo judío devoto, se casase. Las pautas sociales de la época prácticamente prohibían que un hombre judío fuese soltero y en la tradición hebrea el celibato era censurable, siendo obligación del padre buscarle una esposa adecuada a sus hijos. Y sobre el enlace matrimonial entre Jesús y María Magdalena hay numerosas referencias en muy diversos textos. Así, por ejemplo, en escritos apócrifos como el Evangelio de Felipe, que en su Sentencia 55 señala que “la compañera del Salvador es María Magdalena; Cristo la amaba más que a todos sus discípulos y solía besarla en la boca”. Lo cierto es que las bodas de Caná, en Galilea, por el año 27, fueron las de María Magdalena y Jesús, siendo coincidente, por tanto, su identidad con la del esposo -en calidad de tal lo trata el maestresala en el episodio evangélico (Juan 2, 9-10)-.
Esta verdad ha intentado ocultarse bajo mil mentiras, llegando incluso a hacer de
El círculo de confianza
De hecho, Cristo tuvo en ella, en su madre María, en su hermano gemelo Tomás y en el grupo de gente de Betania -Lázaro (Juan Evangelista), Marta y Simón el Leproso entre ellos- su círculo de confianza y de mayor identidad espiritual. En el texto egipcio Pistis Sophia se puede leer: “María Magdalena, Juan (Lázaro) y mi Madre descollarán sobre todos mis discípulos y los hombres que recibirán los misterios del Inefable”. Un grupo de máxima cercanía al que también pertenecieron Nicodemo y José de Arimatea, pariente de Jesús y “discípulo oculto” (Juan 19,38). Por cierto, que no puede sorprender que entre los miembros de este círculo hubiese mujeres, pues estas jugaban un notable papel en las enseñanzas recibidas por Jesús, en las que se valoraba la mayor sensibilidad femenina para el aprendizaje y la práctica mística, interpretando la escena del paraíso como el acceso de Eva a la sabiduría, representada por la serpiente, siendo ella quien la transmitió después a Adán.
Este reducido núcleo de personas fue el auténtico depositario del saber hermético de Jesús, directamente conectado con la tradición esenia y gnóstica. Un conocimiento que, por su transcendencia y carácter iniciático, Jesús no pudo trasladar claramente a los demás, tal como confirma san Marco reiteradamente: “a vosotros se os ha concedido el misterio del reino de Dios; pero a esos de fuera, todo se les da en parábolas, de tal manera que viendo, ven y no entienden, y oyendo, oyen y no comprenden, y así no se conviertan y sean perdonados” (Marcos 4, 10-12); “por medio de muchas parábolas (...) les exponía la doctrina, según podían entenderle; y no les hablaba sin parábola; pero en privado explicaba todas las cosas a sus discípulos” (Marcos 4, 33-34); y “cuando dejada la gente entró en casa, le preguntaron sus discípulos sobre la parábola y él les dijo: ¿también vosotros estáis tan faltos de inteligencia?” (Marcos 7, 17-18). A este conocimiento se referirían mucho tiempo después los llamados Padres de
La “resurrección” de Lázaro
Para comprender esto, es conveniente detenerse en el episodio de la resurrección de Lázaro, que nos narra con detalle el Evangelio de Juan (11, 1-44). Lázaro, como se ha señalado, fue hermano de María Magdalena y, por tanto, cuñado de Jesús. Y el texto evangélico reconoce el gran afecto que ambos hombres se profesaban. Siendo esto así, llama poderosamente la atención que Jesús, al serle anunciada la teórica grave enfermedad de su pariente y amigo, no alterara su vida normal y optara por quedarse aún dos días en el lugar donde estaba, a orillas del Jordán, diciendo que “esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios”. Afirmación que por su contenido ha de ser puesta en conexión con la conversación de Jesús con el magistrado Nicodemo (Juan 3, 1-21), donde señala que “en verdad te digo que quien no naciere de nuevo no puede ver el reino de Dios (...). Os conviene nacer de nuevo”. Frases que engarzan con los saberes gnósticos de los que Jesús fue un gran maestro y hacen recordar, entre otras cosas, el famoso rito egipcio del “Heb Seb”, que sin duda Jesús conocía. En esta ceremonia iniciática, el faraón entraba en una especie de letargo para resurgir después con más fuerza y sabiduría, retomando la ancestral tradición de Osiris, que resucitó al tercer día gracias a la mediación de su hermana y esposa Isis.
Todo lo cual debe llevar a reflexionar sobre el carácter iniciático de la “muerte” y “resurrección” de Lázaro, lo que desvela, a su vez, la complicidad entre él y Jesús y los saberes herméticos que ambos compartían y que eran extensivos a un reducido círculo de discípulos. Un grupo distinto al formado por los denominados apóstoles, que dirigieron fundamentalmente su actividad a la acción política. Sobre el número de los apóstoles, la realidad es que superó al de doce tradicionalmente admitido. Y no sólo porque Lucas (5,27-29) cite, al igual que san Marcos, a Leví, o Juan a Natanael, nombres ambos que no están en la lista de la docena, sino porque los Evangelios reconocen que “Jesús designó a otros 72 discípulos, que envío de dos en dos delante de sí a todas las ciudades y sitios por donde había de pasar” (Lucas 10,1). Todos ellos tuvieron a Pedro como jefe inmediato.
En lo relativo a éste último, el Pedro de
Huida hacia Saintes Maries de
Tras la crucifixión y ante la feroz persecución de romanos y judíos hacia los “cristianos”, la familia de Jesús y parte de sus más fieles seguidores huyeron de Palestina. Concretamente, en torno al año 35, desembarcaron en lo que hoy día es Saintes Maries de
Más tarde, José de Arimatea continuó rumbo a Britania, donde construyó un templo en Glanstonbury y abrió un linaje al que siglos después perteneció Perceval y del que sobrevino la tradición esotérica en torno al rey Arturo y
Tomás, en Cachemira
Por su parte, Tomás (hermano gemelo de Jesús) también optó por abandonar tierras palestinas, aunque en dirección bien distinta, rumbo a Cachemira. Allí han quedado testimonios de su presencia, aunque confundidos con la teórica visita a aquellos lugares del propio Jesús. A Tomás se refieren los manuscritos hallados por Nicolai Notovich, sobre 1885, en la lamasería de Hemis. Y él es el Issa del que hablan diversos textos hindúes y cuya tumba, en Srinagar, sigue siendo venerada en la actualidad.
La continuación del linaje de Jesús: el Santo Grial
El linaje de Jesús y María Magdalena se perpetuó en secreto en el sudeste francés. Una tradición señala que el cadáver de Jesús yace sepultado en un monte cercano, probablemente el Cardou, a lo que actualmente es Rénnes de Château. Magdalena, por su parte, desarrolló allí una ingente y prolongada labor apostólica, falleciendo en Saint Baume o en Aix-en-Provence. Con el transcurrir del tiempo, su estirpe formó lazos de sangre con la realeza gala de
Una vieja y extendida profecía asegura que cuando se restaure la estirpe de Jesús acabarán los tiempos de iniquidad y la humanidad retornará a la armonía y al amor universales. El mito del Santo Grial -Sang Real, Sangreal o Sangre Real- se refiere a esta descendencia real y física de Jesús y no al cáliz que, según la creencia común, éste usó en la “última cena” y con el que, posteriormente, José de Arimatea recogió la sangre que le brotaba del costado en el momento de la crucifixión. La búsqueda de ese cáliz sagrado no es sino la metáfora de algo mucho más poderoso ligado a la verdadera naturaleza del Santo Grial: el secreto, y los documentos que lo constatan, sobre el auténtico Jesús y la estirpe que lo sucedió.
Y, ¿todo eso cómo se sabe?
ResponderEliminarUn abrazo.