Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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11/12/09

Bailar bajo la lluvia

Era una mañana agitada en el Hospital. A las 08:00, un señor mayor, de unos 80 años, llegó a la Sala de Consultas Externas, en la que me encontraba casualmente en busca del expediente de unos de mis pacientes. Venía para que le quitaran los puntos que días atrás le habían cosido para curarle una herida en su pulgar. Oí que decía que tenía prisa, pues debía llegar a una cita importante a las 09:00. Lo sentí por él, pues bien sabía yo que quizá pasará más de media hora hasta que alguno de mis compañeros pudiera atenderle.

Cuando estaba a punto de marcharme, observé que el señor volvía a mirar su reloj. Parecía realmente preocupado. Ante ello, me animé a atenderlo personalmente, pues supuse que sería una cosa rápida. Examiné su herida y, al comprobar que el dedo estaba perfectamente curado, le pedí a mis compañeros los instrumentos precisos para quitarle los puntos. Mientras lo hacía, le pregunté si tenía una cita con otro médico aquella misma mañana, pues lo veía apurado. Me dijo que no, que sus prisas se debían a que necesitaba ir al geriátrico para desayunar, como todos los días a las 09:00, con su esposa.

-¿Cómo anda ella de salud?-, me interesé.

-Hace tiempo que está internada, pues sufre Alzheimer-, me contestó.

-¿Se enfadará mucho si llega un poco tarde?-, seguí preguntándole.

-No. Lleva años sin reconocerme-, respondió escuetamente.

Sorprendido, no puede evitar continuar el interrogatorio:

-¿Y la visita todas las mañanas y la acompaña puntualmente en el desayuno aunque ella ni siquiera sepa quien es usted?-.

Ahora el que parecía sorprendido era él. Y me dijo:

-Ella no sabe quien soy, pero yo sí sé quien es ella-.

Se me erizó la piel. Y tuve que contener las lágrimas mientras terminaba de atenderle y se marchaba. Al verlo alejarse, pensé para mí: Este es el tipo de Amor que quiero en mi vida. El Amor no es físico, ni romántico. El Amor es la aceptación de todo lo que es, ha sido, será y no será.

La voz del mismo señor me sacó de estas cavilaciones

-Perdone-, me dijo. -He vuelto porque se me había olvidado darle las gracias por haberme atendido-.

-No hay de qué, para eso estamos-, fue lo único que se me ocurrió responderle.

-Sí, sí hay de qué-, me refutó con firmeza. -Ha echo usted su trabajo con profesionalidad y cariño-.

Le sonreí con agradecimiento a sus palabras, pero continúo hablándome:

-Si me permite un consejo de anciano, siga usted así toda su vida. En la mía, que ya es larga, he aprendido que la gente más feliz no necesariamente tiene lo mejor de todo, pero sí acostumbran hacer todo lo mejor que pueden. Saben que la felicidad es el perfume de las cosas bien hechas-.

Cuando se marchó, ahora sí definitivamente, volví al ala del hospital donde desarrollo normalmente mi actividad. Por el camino, una única idea rondaba por mi cabeza:

-Si la vida es así de fácil, ¿por qué la complicamos tanto?. Amar aceptando todo lo que es, ha sido, será y no será y poner la vida en ello. Tan sencillo como bello. La vida no consiste en sobrevivir en la tempestad, sino en bailar bajo la lluvia. Bailar, vivir, Ser-.

(Gracias a Cristina Vega y Teresa López por haberme proporcionado la base para este relato)

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