Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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31/8/20

Los cambistas (Visión sistémica del mundo: 33)


Durante toda la exposición de la Teoría de Sistemas, no hemos hecho referencia explícita de un elemento fundamental que condiciona absolutamente la vida de la gente, tanto como el aire que respiramos, el agua que bebemos y la comida con la que nos alimentamos. Me refiero al dinero.
El dinero es un concepto, un “algo” que surge con la aparición del telencéfalo, del hombre en la Naturaleza. No soy economista, por lo que no voy, ni me atrevo a dar, un curso ni una disertación sobre la Economía, que es propia de personas con estudios en esta materia. Sólo pretendo ver el mundo del dinero bajo la visión sistémica del mundo o, dicho de otra forma, ver el dinero como lo que es, una representación “virtual” de todo lo que existe que suponga el deseo de ser adquirido y por el que exista competencia entre aspirantes a su posesión. Es por eso por lo que las montañas, los ríos o la flora y fauna, no tiene valor económico, si no existe deseo de adquirirlo, pero sí lo tiene si ese deseo existe. Y en general, resulta que sí, que una montaña, en tanto parte de un territorio ambicionado por los hombres tiene valor y tiene un precio.
De este modo, el dinero, desde la perspectiva sistémica, se puede definir como “el sistema de información que permite conocer el valor de las cosas”. En realidad, no es nada material; es tan solo información sobre el valor de las cosas. Y esa información tiene una unidad de medida que llamamos moneda (unidad monetaria). Y si alguien tiene “algo” y ese algo vale varias monedas (unidades monetarias), ese alguien lo puede vender y otro lo puede comprar, pero, una vez superada la incómoda era del trueque, por la que esa compra venta se producía a base de intercambiar bienes, “algo” por otra cosa, los seres humanos terminaron acordando utilizar como soporte de la información sobre el valor de las cosas, las monedas, que como soporte físico se acordó en que fueran objetos hechos con metales preciosos como la plata o el oro.
Así tenemos cosas, bienes de equipo (muebles, casas, herramientas, caballos, etc.) y bienes de consumo (alimentos, animales domésticos, agua, vestidos, menaje, etc.). Y tenemos monedas con un determinado valor, con la que las personas podían comprar para tener bienes y vender para obtener monedas con las que pudieran comprar más bienes. De modo tal que los recursos ya no estaban a disposición de los hombres para obtenerlos en función de las necesidades, sino que debían de ser comprados a otros que los poseían, una vez superada la era de los cazadores y recolectores.
Así que conceptos como comprar, vender y poseer surgieron con la aparición del ser humano ya sedentario y con sociedades incipientes relacionadas y estructuradas en clases, oficios y gremios. Nunca antes en la historia de la Tierra hubo ese problema de tener que comprar y vender para tener. Ahora sí. De modo que el concepto depredación, por la que unos animales se comen plantas para sobrevivir y en el siguiente escalón, unos animales se comen a otros para lo mismo, se cambió por el concepto compra venta, en la medida en que hubiera “monedas” para intercambiar el valor.
La expansión de los hombres por el Planeta fue un proceso de conquista de territorios, inicialmente inexplorados, pero con el tiempo, habitados, por lo que en este caso supuso la aparición de la guerra, un sistema de ataque y defensa para expandir (el vencedor) y verse sometido (el perdedor) los territorios. Y hasta hoy.
Así que había gente que tenía cosas y que, si necesitaba más, debía tener monedas para comprar a terceros lo que necesitaba, pero tenía ella que tener a su vez bienes de los que poder deshacerse para poder venderlos y con ellos obtener monedas.
Pero aquí surge un pequeño detalle, los fabricantes de monedas. Quién tenía el poder o la capacidad o la autoridad para acuñar moneda. Pues en principio eran los “machos alfa de las tribus”, los reyes o los líderes, pero con la expansión y desarrollo de los reinos y de los imperios eso no ya estaba ya tan claro. En tiempos de Julio Cesar, año 48 antes de Cristo, ya estaba instituido el gremio de los cambistas, artesanos que se habían atribuido la capacidad y habilidad de fabricar moneda, de modo que ellos tenían de alguna forma, la capacidad de inundar de monedas el mercado o restringirlas, según su conveniencia. Julio Cesar, viendo los abusos que esta gente cometía, les arrebató el poder de acuñar dinero y otorgó esa capacidad al Gobierno, en beneficio de todos, lo que permitió abordar los grandes proyectos de construcción que los romanos nos han dejado como legado. Pero esta decisión le ganó el odio de los cambistas que, finalmente decidieron asesinarle. Inmediatamente después cesó la disponibilidad de dinero, se aumentaron los impuestos y surgió lo que denominamos “corrupción”. Parece ser que la disponibilidad monetaria, tras el asesinato de Cesar, cayó un 90% lo que provocó el hambre en toda la República.
En otro rincón del imperio, en Judea, los judíos que llegaban a Jerusalén para pagar sus impuestos y ofrendas al templo sólo podían hacerlo en la moneda judía, el shekel, la misma que en la actualidad, que era de plata pura y de peso garantizado, sin la efigie del emperador. Los denarios, lógicamente, eran impuros a efectos de ofrenda a Yavéh, con lo que debían ser cambiados para poder comprar con shekels los animales y pichones para la ofrenda. Los cambistas supeditaron el mercado a la disponibilidad de shekels que ellos acuñaban y, oferta-demanda, elevaron el precio del shekel todo lo que quisieron y más, con lo que tenían el total control de ese mercado. En esto que un tal Jesús de Nazaret, que pasaba en los días de la pascua judía por allí, ve como habían convertido el atrio del templo en un completo mercado. Y viendo cómo el monopolio de los cambistas violaba todo tipo de normas de convivencia y las reglas del templo, arremetió contra ellos y los expulsó a latigazos. El resto de la historia ya la conocemos, le mataron tres días después.
Así que los cambistas, de siempre han sido el gremio encargado de acuñar moneda y, han tenido el control casi total de la masa monetaria en los reinos europeos durante toda la edad media, moderna y contemporánea. En la edad media eran orfebres que sabían manipular muy bien las piezas de oro y plata.
Con el incremento del mercado, la gente, comenzó a ver cómo transportar el dinero en monedas de oro, plata o cobre era, además de pesado (por el peso que debían transportar), peligroso por el riesgo de asalto de ladrones. Y comenzó a usarse algo que al final se ha convertido en papel moneda, recibos del oro o plata depositados en la caja fuerte de los orfebres. Y esos recibos (primero a nombre de los depositarios) empezaron a circular como sustitutos de las monedas, sobre todo en las grandes transacciones.
Con el tiempo, esos recibos se fueron extendiendo al portador en lugar de al individuo que depositó el dinero. De hecho, hasta hace bien poco, los billetes de pesetas ponían la frase “El Banco de España pagará al portador MIL pesetas”. Esto supuso la pérdida de la pista de la persona que depositó el oro.
Los orfebres se dieron cuenta de que sólo una pequeña fracción de personas que depositaban su oro volvían a reclamarlo, ya que la gente aceptó esos pagarés, ese papel moneda como dinero efectivo legal. Entonces, se les ocurrió diseñar una treta para engañar al propio sistema, editar más recibos que oro tenían para su respaldo. Y nadie se percató de ello. Empezaron así a prestar esos recibos, sin respaldo en oro, cobrando intereses por esos préstamos.
Eso fue el nacimiento de lo que conocemos como “Reserva Fraccional”, con lo que los orfebres, ya plenamente cambistas (o banqueros) crearon inmensas fortunas “de la nada” (esto es importante, de la nada), prestando con interés, simple papel (sin valor real, pues no estaban soportados por oro), cobrando por ellos intereses cada vez más elevados, según su conveniencia.
Para entender mejor el como los orfebres hacían dinero con esto, pongamos el ejemplo de un orfebre que cobra el mismo interés a acreedores y a deudores. En este ejemplo, el orfebre pagaba un 6% de interés sobre el oro que le depositaban y cobraba un 6% de interés sobre los recibos fraudulentos que prestaba. Puesto que prestaban 10 veces más que el oro que depositaban en su caja fuerte, resulta que mientras que ellos pagaban a sus acreedores un 6% de interés, cobraban un 60% a sus deudores: y esto sobre un oro que no era suyo.
Pronto se dieron cuenta de que tenían “todo-el-poder-en-sus-manos”. El resultado de esta maniobra era que a mucha gente le resultaba imposible pagar sus préstamos y no teniendo la oportunidad de conseguir nuevos créditos, se declaraban en quiebra teniendo que vender sus activos a los orfebres por una fracción de su valor real. Mutatis mutandi, es lo que sucede ahora con los ciclos económicos, crecimiento, burbuja, recesión, depresión y nuevo ciclo, perfectamente controlado por la Banca.
Hasta que la Iglesia, con Santo Tomás de Aquino se dio cuenta de lo inmoral que era el ejercicio de la usura (prestar dinero con intereses), y terminó prohibiéndolo. Pero en esto, que los judíos, que no estaban bajo la autoridad del Papa, no veían en la usura ningún pecado, con lo que finalmente ellos se hicieron con el monopolio de la banca, básicamente hasta la actualidad. Llama la atención que, según Wikipedia, los judíos han sido expulsado de diferentes territorios, reinos y países 27 veces a lo largo de la Historia y la última vez no fue, precisamente una expulsión.
El 1609, los cambistas holandeses consiguen establecer el Ámsterdam el primer Banco Central de la historia, de propiedad privada. En 1688 lo hacen los ingleses, creando el Banco de Inglaterra, privado también, que ganó fortunas inmensas financiando guerras y conflictos. Su nombre hizo creer que era del Gobierno, cuando eso no era cierto. Y así se van fundando grandes bancas privadas con apariencia de ser públicas, hasta que en 1760 aparece Mayer Amschel Bauer, banquero judío-alemán que cambia su nombre por el de Mayer Amschel Rothschild y funda la Dinastía de los Rothschild (House of Rothschild) que aprendió que prestar dinero al Estado da bastante más beneficios y poder que prestarlo a los individuos, hasta que llega a pronunciar su ya famosa frase.
“Dadme la máquina de hacer dinero y no me importará quién haga las leyes”.
En 1880 vemos que Lincoln trató de arrebatar a los múltiples bancos que poblaron el territorio americano, la capacidad de emitir dólares; básicamente cada banco era emisor de sus dólares. Los concentró en los ocho bancos que posteriormente constituirían la Reserva Federal. Pero el cabreo de los bancos perjudicados por la medida, le costó la vida en 1865.  El presidente James Garfield, en 1881, conocía los chanchullos de los ocho grandes pensando que:
“Quien quiera que controle el volumen de dinero de cualquier país es el amo absoluto de toda la industria y comercio y, cuando uno se de cuenta de que el sistema está fácilmente controlado, de una forma u otra, por un pequeño grupo de hombres muy poderosos en la cúspide, no necesitará que nadie le diga como se originan los periodos de inflación y depresión”.
Le asesinaron el 2 de julio de ese año.
En 1913 se crea la Reserva Federal de Estados Unidos, entidad privada que tiene la máquina de hacer dinero y se lo vende al Gobierno de los Estados Unidos. Sus propietarios desde su fundación hasta la actualidad han sido todos bancos y corporaciones privadas.
En 1944 los acuerdos de Bretton Woods crean el FMI y el Banco Mundial, con aparentes buenas intenciones, pero que finalmente han sido los artífices de la Deuda Externa que condena a muchísimos países pobres y no tan pobres a una hipoteca histórica insalvable y para siempre.
Desde entonces, diferentes presidentes norteamericanos han advertido sobre el riesgo de dejar en manos privadas la emisión de dinero, hasta que, en 1963 el Presidente Kennedy ordenó la emisión de dólares que con un sello rojo se les denomino “Notes of The United States”. El 4 de junio firmó la Orden Ejecutiva 11.110 que devolvía al Gobierno USA el poder de emitir dinero sin pasar por la “Fed”, la Reserva Federal. Total, el 22 de noviembre de 1963, “se solucionó” el problema.
Actualmente Trump, con su Q.map “The Plan to save the World” ha comenzado una arriesgada cruzada contra lo que ya en 1961, el 27 de abril, Kennedy ante la Asociación Nacional de Editores de Prensa y denominó “Deep State”.
Este es un pequeño resumen de un documento de 2006, que se puede obtener en internet, titulado “The money changers” de Andrew Hitchcock o “los cambistas” que trata de la historia del dinero y de cómo los bancos centrales han sido las corporaciones que han acumulado básicamente todo el poder financiero en manos privadas, siendo literalmente los principales prestamistas de los Estados y los Gobiernos.
La visión sistémica de todo esto se puede interpretar de la siguiente forma:
Con la aparición del telencéfalo y con él de la intencionalidad y el deseo de tener, la situación de “igualdad” relativa de acceso a los recursos naturales de que disponía la propia Naturaleza a través de la cadena alimentaria, se trastocó lenta pero progresivamente con la aparición del dinero o capacidad de conseguir a base del intercambio de bienes y servicios con intercambio de monedas. En seguida surgió los poderes que acapararon la capacidad de fabricar dinero y con ello la capacidad de regular la disponibilidad de efectivo para comprar, lo que antes se conseguía con el esfuerzo físico de cazar o recolectar o sembrar. Aparecen dos clases, los poseedores del dinero y los que tenían que ganárselo como fuera para sobrevivir, los ricos y los pobres; muy pocos ricos y una inmensa cantidad de pobres.
A finales del Siglo XV, comienzos del XVI, en el mundo económico se había establecido sólidamente el sustrato para dar arranque a lo que en la actualidad se conoce como "sistema capitalista". Para eso es importante comprender el concepto del valor de las cosas materiales. Tradicionalmente los intercambios se hacían mediante la valoración de las cosas según su valor intrínseco o valor de uso, es decir, tanto más valía un bien cuanto más necesario era para vivir, con un factor de corrección que era la disponibilidad, es decir, cuanto más necesario y menos abundante, mayor era el valor de uso. Si el bien abundaba, como puede ser el agua o el aire, el valor de uso era el mismo, pero a la hora de pagar por él, más se estaba en disposición de pagar por él. Así que los comerciantes se dieron cuenta de que, si algo escaseaba, y tanto más cuanto más necesario era, más incitaba a la gente a luchar por ello. Los cambistas y mercaderes se dieron pronto cuenta de ello, de modo que lentamente fueron introduciendo en la mente de las gentes el concepto de "valor de cambio" de las cosas y con ello comenzó a calar el dilema coste de oportunidad, es decir a qué estoy dispuesto a renunciar con tal de conseguir un determinado bien.
Todo ello se tradujo en el valor de mercado de las cosas, un sistema de subasta, basado en "quién da más" por algo que hemos conseguido que "escasee"; porque si no escasea y se puede conseguir fácilmente, su valor disminuye. Ejemplo, el aire. El aire es imprescindible para la vida, si carecemos durante un minuto de aire, estamos muertos, así que el valor de uso del aire que respiramos es literalmente ilimitado. Pero como no es posible, hoy en día, limitar la disponibilidad de aire para respirar (a no ser que se pretenda contaminar el aire, hacerlo irrespirable para obligarnos a comprar botellas de aire comprimido para respirar y quién puede renunciar a eso), el valor de cambio es cero. No se puede mercadear con el aire. Pero sí se puede mercadear con casi cualquier otra cosa. Se comercia con el agua embotellada, porque creemos que es mejor que el agua del grifo, que es inocua.  Es decir, el mercado, desde el Siglo XVI se basa en mantener una baja oferta para conseguir una alta demanda y con ello elevar el precio de las cosas. De modo tal que la clase, la élite que consigue manipular estos resortes, domina perfectamente la vida de las gentes.
La evolución de todo este sistema es a que la capacidad de adquirir dinero es directamente proporcional al dinero acumulado e inversamente proporcional a la población entre la que haya que repartirlo. Dos fuerzas antagónicas, la fuerza centrípeta orientada a acumular y la centrífuga orientada al reparto equitativo, que ya definiera Adam Smith en su obra “La riqueza de las naciones” en 1776. Cuando en la entrega 22, el 15 de junio, hablábamos del MODELO 1, explicábamos como el predominio total de la primera de las fuerzas ha marcado la Historia de la Humanidad, ahondando poco a poco en una distopía generalizada que, si somos capaces de abstraernos de los detalles de cada una de las crisis, podremos ver cómo todo obedece a los efectos deletéreos del absoluto predominio de la primera fuerza.
Y aquí entra como contrapunto o intento de neutralizar el predominio de la fuerza acumulativa, el socialismo, iniciado en Gran Bretaña en la segunda mitad del XVIII y proclamada formalmente por Marx en 1843. Mientras el modelo capitalista ha sido siempre el modelo espontáneo de mercado y de vida social, con predominio de la iniciativa privada, el social comunista ha sido su antítesis, el del predominio del Estado, con la imposición de todos los resortes necesarios para el control de la producción y del reparto de la riqueza, aplicando las dos clásicas fases de implantación, la fase socialista, con sus diez etapas y la fase comunista donde deja de existir el Estado, el dinero y la propiedad privada. Un modelo natural de convivencia más o menos normal (el capitalista), marcada por la desigualdad entre poderosos y subordinados frente a un modelo teórico (el social comunista), que es simplemente una ideología que se le ocurrió a marx un día mientras se duchaba (“el mundo tiene que ser así”), experimentado “n” veces y “n” veces fracasado pero que… y esto es muy importante…
En la medida en que el “top del poder” no son ya los Estados sino las corporaciones supranacionales y entre estas y sobre ella, se está formando una élite cada vez más selecta y misteriosa, no resulta ninguna estupidez aplicar los métodos comunistas de control social para incrementar aún más el control y total posesión de la riqueza del mundo, acelerando aún si cabe más, la fuerza centrípeta de control mundial, que nos dirigirá o nos está introduciendo ya en el Nuevo Orden Mundial, que se describe en el capítulo quinto del libro “Consciencia y Sociedad distópica”.
Es lo que abordaremos en el próximo capítulo, sobre el advenimiento del NOM, o límite asintótico del MODELO 1, insostenible desde una visión sistémica, aunque deseable y objetivo final para los que se creen los dueños del mundo.

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Autor: José Alfonso Delgado (Doctor en Medicina especializado en Gestión Sanitaria y
en Teoría de Sistemas) (joseadelgado54@gmail.com)
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La publicación de las diferentes entregas de Visión sistémica del mundo se realiza en
este blog, en el contexto del Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica, todos los lunes
desde el 20 de enero de 2020.
Se puede tener información detallada sobre los objetivos y contenidos de tal Proyecto
por medio de su web: http://sociedaddistopica.com/
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