Y un anciano que venía de lejanas tierras
fue hacia Abul Beka y le dijo:
—Hermano,
nunca en todas las tierras que pisaron mis pies y vieron mis ojos he sentido lo
que siento en tu presencia. Ni mi corazón se ha henchido tanto como al oír de
tus palabras.
»Además,
¿en qué parte de la Tierra ocurre que cuando alguien habla le escuchen aquellos
que son enemigos entre sí y se tienen por herejes unos a otros? Y, sin embargo,
ambos salen contentos y todos se hermanan en tu voz.
»Debías
de estar lleno de orgullo y tu pecho se debía de alegrar por conseguir con tus
palabras lo que no consiguen los reyes con sus huestes y sus fuerzas, ni las
religiones con sus dogmas y plegarias.
Y él
le respondió:
—Porque
el hombre no haga lo normal, no trates de elevarme a mí que hago lo normal.
»Le
fue dada al hombre una vasija no para llenarla de odio y egoísmo, sino para
llenarla de amor.
—Le
fue dada una boca al hombre no para usarla como espada, sino para consolar.
»Le
fue dada una cabeza al hombre no para llenarla de maquinaciones en contra de
sus semejantes, sino para despertar a la comprensión y al conocimiento.
»Le
fueron dadas unas manos al hombre para dar y no para robar y guardar.
»Le
fue dada la fuerza al hombre para ayudar al débil, y no para vanagloriarse de
ella, y llenar de violencia los días y las noches y sembrar de sangre los
caminos.
»Cuando
dejes estas tierras, di que conociste a un hombre normal, que llaman loco en
una tierra de locos que se creen normales.
Y el anciano se llevó aquellas
palabras en su corazón.
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este
blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de
2017.
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