La necesidad de una comprensión profunda
Si nos
acercamos al Yoga por simple curiosidad, es probable que no lleguemos muy
lejos: a la primera dificultad, nuestro entusiasmo decaerá y en seguida buscaremos
una vía menos exigente. Tampoco si lo hacemos en beneficio de la personalidad
(ego), por ambición o para realizar proezas físicas o mentales: con esto,
entraremos además en contradicción con la verdadera finalidad del Yoga, que es
el abandono de ese pequeño y efímero yo.
El Yoga ha
de tener cimientos más hondos, lo que exige lograr una comprensión profunda de
por qué es preciso emprender un trabajo de este calibre. Y es esencial estar
totalmente motivado cuando se trata de transformar la propia naturaleza y
prepararse para ser constante. Tal comprensión y motivación se halla en esta
afirmación de Patanjali: “Se practica el Yoga preliminar para atenuar los
Kleshas” (Yoga-Sutras, II-2).
Sobre el sufrimiento y los Kleshas
El
sufrimiento está presente en la humanidad, en general, y en muchos seres
humanos, en particular. Ante ello, hay numerosos ejemplos de altruismo
dirigidos a paliar ese sufrimiento, lo que, sin duda, es digno de elogio. Ahora
bien, en tanto persistan las causas, seguirá habiendo sufrimiento. Por esto,
nuestra atención debería centrarse no solo en aminorar el sufrimiento
existente, sino, sobre todo, en eliminar las causas que lo generan. Por
ejemplo, una enfermedad sólo se cura definitivamente cuando se halla la causa y
cuando se conocen los medios para atajarla. Cuando esto se comprende, podemos
diferenciar entre las prácticas dirigidas a las consecuencias del sufrimiento y
las que procuran atacar su causa y mostrar que existe una felicidad que no está
sometida al cambio y cuya fuente se halla dentro de cada cual.
Centrada
así la cuestión, se entiende que el Yoga quiera poner de manifiesto lo que está
en la raíz del sufrimiento, sus causas últimas. En los Yoga-Sutras de Patanjali se les denomina “Kleshas” y hay cinco
principales: Avídya, Asmita, Raga, Dvesha y Abinivesha, términos sánscritos que
se suelen traducir como ignorancia, egoísmo, atracción, repulsión y apego a la
existencia física.
Adviya
Adviya es
la ignorancia, pero en el sentido de olvido de nuestra auténtica naturaleza.
Ciertamente, el ser humano tiene un yo físico, emocional y mental y una
personalidad asociada. Sin embargo, esto solo es el “coche” en el que, para
vivenciar la experiencia humana, se ha encarnado efímeramente el “Conductor”
que somos, que es de naturaleza divina. Adviya se refiere al olvido del
Conductor que realmente somos.
Nuestro
gran viaje en los mundos de la manifestación, la Mónada o Chispa Divina debe
envolverse con velos protectores, con cuerpos cada vez más densos; la Consciencia
debe encerrarse en la materia y aceptar las limitaciones correspondientes. A
medida que se produce el descenso (involución), se va durmiendo progresivamente.
Y en el punto de inflexión, antes de empezar a remontar (evolución), hay una
completa amnesia sobre el origen divino. Esto es Avídya. Y este olvido es
indispensable para que se pueda realizar todo el proceso de la manifestación:
surgimiento del sentido del “yo”; percepción de separación de la Vida Una;
arranque de la evolución del alma en auto-consciencia; etcétera.
Asmita
Es así como
nace Asmita, egoísmo en cuanto a la identificación del ser humano con la
apariencia de sí mismo, con el coche, que en su ignorancia es lo único que
reconoce. Esto es Asmíta: la identificación/fascinación con el yo físico,
emocional y mental y la personalidad a él ligada, con todo lo ilusorio que esto
supone. Avídya, la ignorancia por parte del ser humano de su esencia
imperecedera, provoca Asmita, la identificación con su apariencia o envoltura
perecedera. Y esto viene acompañado de un sentido de separatividad: yo y el
otro, yo y los demás, sujeto y objeto… De ahí nacen las atracciones y
repulsiones que inundan la vida humana.
Raga y Dvesha
Nos atraen
los seres y cosas que proporcionan placer a nuestra personalidad; e intentamos
evitar lo que nos provoca desagrado. El placer, que se busca y no se puede
lograr, y el desagrado, que no se consigue evitar, son el origen de la mayor
parte del sufrimiento humano. Son Raga y Dvesha. Derivan directamente del
sentido del “yo”, porque la atracción y la repulsión sólo pueden concebirse
entre elementos separados; y allí donde existe el yo, existe inevitablemente el
no-yo. Cuanto más fuerte es el sentido de separatividad, más lo es la atracción
y la repulsión que se siente. Y mayor es también el apego a la existencia
física, Abinivesha.
Abinivesha
El ser
humano se apega a la vida material por tres grandes motivos: debido a Adviya,
cree que la vida termina con la muerte física, a la que tiene miedo; derivado
de Asmita y Raga, desea satisfacer las atracciones que siente; y por causa de
Asmita y Dvesha, las repulsiones que tiene, alimentando la desconfianza
hacia la vida, son también un lazo muy fuerte
hacia la vida material (considérese, por ejemplo, hasta qué punto dos personas
que se odian dependen la una de la otra). Por lo tanto, atracción y repulsión
conllevan el apego a la existencia física. Y es tan inherente a la penetración
de la Consciencia en la materia, que lo podemos observar en todas las personas,
incluso en aquellos que han evolucionado en consciencia.
Reacción en cadena
Estos son
los cinco Kleshas. Y, como se deriva de lo enunciado, conforman una especie de
reacción en cadena: Adviya, la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza,
provoca el sentido de “yo”, Asmita, el cual es el origen de la atracción y de
la repulsión, Raga y Dvesha, que, a su vez, conllevan el apego a la vida
material, Abinivesha. Pero también puede expresarse a la inversa: el apego a la
existencia física suscita las atracciones y repulsiones, que alimentan la
identificación con el coche, lo que a su vez impide tomar conciencia de nuestra
verdadera naturaleza o Conductor.
De este
modo, nos encontramos atrapados en un círculo vicioso, en una cadena
ininterrumpida de causas y efectos que nos hace recaer incesantemente,
encarnación tras encarnación, en la esclavitud de las ilusiones.
Las Kleshas nos afectan a todos
Y hay un
punto importante del que debemos tomar consciencia: las Kleshas nos afectan
todos, incluso si nuestra vida es ahora feliz tal, como lo entendemos
comúnmente.
Para que
aquellos que han desarrollado el discernimiento, como Patanjali indica, todo es
miseria y la misma felicidad es miseria. A primera vista, esto resulta
descorazonador. Pero si reflexionamos de corazón, no es difícil percibir la fragilidad
de eso que llamamos felicidad.
Lo propio de
la manifestación es el movimiento, el cambio, el nacimiento y la muerte de
todas las formas, de todos los fenómenos, de todos los acontecimientos, de
todos los seres vivos... Decimos que estamos en una época de inseguridad porque
tal vez las cosas van más deprisa que en otros periodos de la historia
considerados más tranquilos. Pero la guerra alterna con la paz; las
civilizaciones mueren; las familias se disgregan; los que se aman, llega un día
en que deben separarse;… Y todo esto desde que el mundo es mundo. No es una
visión pesimista de las cosas, es tan sólo una visión objetiva. Tomar consciencia
de esto es desarrollar el discernimiento. Y entonces, efectivamente, uno se da
cuenta de que todo es miseria. Para la persona que permanece apegada a las
apariencias, a la separatividad, que espera que su felicidad dependa de los
acontecimientos externos y las condiciones materiales y sentimentales en las que
vive, todo es miseria debido al cambio inevitable y al miedo, más o menos
escondido, al mismo.
De esta
forma, incluso si el karma nos hace vivir de una manera agradable en lo
inmediato, no debemos dejar de lado el estudio de los Kleshas, pues también nos
atañe; y de manera tan urgente como a aquél que esté sufriendo. Es
indispensable si queremos hallar respuestas a todas las preguntas
serias de la Vida y si realmente
queremos ayudar a los que sufren.
Ananda y la Felicidad como Estado Natural
Las tres
cualidades inherentes al Yo Espiritual son Sat, Cit y Ananda. Esta tiene que
ver con la Gracia de los cristianos y con Shanti, la honda Paz interior, de las
culturas orientales. Es un estado de Bienaventuranza, Felicidad incausada fruto
del Estado Natural de nuestro Ser. Cuando por la práctica del Yoga dejamos de
identificarnos con el coche y paramos toda agitación mental, que oscurece la presencia
del Conductor, nos instalamos en nuestra naturaleza esencial que es Felicidad (Yoga-Sutras 1-3), manifestación de
nuestra íntima naturaleza y, por tanto, estable, duradera y que se basta a sí
misma.
No hay que
confundir esa felicidad, esa paz, resultado de la liberación de los Kleshas,
con lo que podemos experimentar durante algunos períodos, a veces bastante
largos, en que las circunstancias externas nos son favorables o por lo menos
relativamente favorables. Los Kleshas se manifiestan en nuestra vida de
distinta manera. En su manifestación más burda, se hallan, según la expresión
de Patanjali, en una forma "extendida": el sufrimiento, la angustia,
el deseo más violento… También pueden manifestarse de manera
"alterna", es decir, que pueden estar activos en ocasiones e
inactivos en otras. Pero un Klesha inactivo no es un Klesha dominado, ni
siquiera atenuado, es un Klesha que momentáneamente no tiene ocasión de
manifestarse.
Sólo cuando
se ha comprendido la filosofía de los Kleshas y se empieza la práctica del Yoga
preliminar, la influencia de los Kleshas puede disminuir progresivamente hasta
alcanzar la forma "atenuada". La práctica del Yoga propiamente dicho,
es decir, de la meditación, está destinada a reducir a los Kleshas al estado
"latente": dejan de tener poder sobre el Yogi, pero permanecen en él
en estado de semilla y se puede suponer que una circunstancia especialmente
excepcional puede ser capaz de despertarlos. Cuando el Yogi alcanza la
Liberación, puede considerarse que la raíz de los Kleshas está vacía de toda
substancia, como unas semillas a las que se hubiera eliminado el germen, y en
ningún caso pueden volver a despertar.
Tomar consciencia
La primera
tarea consiste en tomar conciencia de todo lo expuesto, pues ello, incluso
antes de comenzar a practicar una disciplina precisa de Yoga, disminuirá el
poder de los Kleshas.
Cuando por
vez primera entramos en contacto con una enseñanza espiritual, el nuevo sentido
que otorga a nuestra vida provoca, en general, una fase de entusiasmo e,
incluso, de felicidad: la forma más burda de la ilusión en la que vivíamos se
ha disipado. Pero si nos quedamos ahí, si no intentamos comprender más
profundamente y ponerlo en práctica, recaeremos en el sufrimiento, en nuestros
problemas: es una forma más sutil de los Kleshas la que ahora nos influye y que
de nuevo vamos a tener que entender. Las ilusiones en las que estamos atrapados
son como una prisión compuesta de varias murallas concéntricas. Cuando
derribamos la primera, experimentamos una gran sensación de libertad. Pero
rápidamente descubrimos que hay otro muro que provoca una nueva sensación de
ahogo y que hay que derribarlo… Y así una y otra vez, pero no indefinidamente,
sino hasta que el último de los Kleshas haya sido arrancado de raíz, hasta que
hayamos alcanzado la Realización de nuestra naturaleza divina.
Se podría
pensar que entre el momento en que el hombre toma conciencia de la ilusión de
la felicidad procedente de las circunstancias externas y el momento en que
realiza la toma de conciencia del Yo pasa un largo período de aridez y sequedad,
durante el cual no puede ya apreciar las satisfacciones de todo el mundo, ni
ser capaz de sentir la felicidad interior. Pensar esto es comprender mal la
filosofía del Yoga.
Nunca se ha
dicho que el aspirante a Yogi tenga que rechazar las condiciones felices de su
existencia: se le pide que tome conciencia del carácter efímero de las mismas,
que es completamente diferente. Sabemos que una rosa vive sólo unos pocos días,
pero ello no nos impide apreciar su belleza. La filosofía del Yoga no es
ascética. No rehúye los placeres que pueden darnos las diferentes formas de la
vida. Por lo tanto, el ser humano que comienza a comprender que esas
satisfacciones son sólo temporales, puede seguir apreciándolas y, al mismo
tiempo, ser capaz de verlas acabar y alternarlas con circunstancias menos
agradables o, incluso, francamente penosas.
Además, si
bien es necesario haber alcanzado ese estado en que no existe la menor
identificación con la personalidad para estar instalado de manera definitiva e
irreversible en nuestra naturaleza esencial y mantener la conexión, sin
interrupción, a la fuente interna de felicidad, hay que tener en cuenta lo
siguiente: desde el momento en que empezamos nuestro camino por el sendero del
Yoga preliminar, debido a que empezamos a buscar en nuestro interior, vamos a
tener destellos de luz y contactos, aunque breves, con esa fuente interna; y
daros cuenta de esto compensará con creces la felicidad efímera nacida de la
ilusión en la que vivimos.
Dar el primer paso
Pero hay
que dar el primer paso. Y consiste en tomar conciencia de las causas de todo
nuestro sufrimiento, remontando la serie de Kleshas, y de nuestro apego a la
vida, de nuestras atracciones y repulsiones, de ese sentido del yo ligado a la
ilusión de la separatividad y, sobre todo, de esa ignorancia de nuestra
verdadera naturaleza en la que todos estamos inmersos.
Ramdas
afirmó: "La gran enfermedad del hombre es la ignorancia. Si uno se cura de
ella, se curará de todas las demás. Entonces verá dentro de él la Luz Divina y
quedará para siempre liberado de las cadenas de los deseos que le han mantenido
en la esclavitud y la miseria". Para curarse de esta enfermedad, Patanjali
señala el remedio: el Yoga preliminar.
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Autor: Danielle Audoin (Capítulo 2 de su libro "Una aproximación al Yoga")
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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