Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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9/12/18

¿Por qué el Yoga? (Enseñanzas Teosóficas: 95)



La necesidad de una comprensión profunda

Si nos acercamos al Yoga por simple curiosidad, es probable que no lleguemos muy lejos: a la primera dificultad, nuestro entusiasmo decaerá y en seguida buscaremos una vía menos exigente. Tampoco si lo hacemos en beneficio de la personalidad (ego), por ambición o para realizar proezas físicas o mentales: con esto, entraremos además en contradicción con la verdadera finalidad del Yoga, que es el abandono de ese pequeño y efímero yo.

El Yoga ha de tener cimientos más hondos, lo que exige lograr una comprensión profunda de por qué es preciso emprender un trabajo de este calibre. Y es esencial estar totalmente motivado cuando se trata de transformar la propia naturaleza y prepararse para ser constante. Tal comprensión y motivación se halla en esta afirmación de Patanjali: “Se practica el Yoga preliminar para atenuar los Kleshas” (Yoga-Sutras, II-2).

Sobre el sufrimiento y los Kleshas

El sufrimiento está presente en la humanidad, en general, y en muchos seres humanos, en particular. Ante ello, hay numerosos ejemplos de altruismo dirigidos a paliar ese sufrimiento, lo que, sin duda, es digno de elogio. Ahora bien, en tanto persistan las causas, seguirá habiendo sufrimiento. Por esto, nuestra atención debería centrarse no solo en aminorar el sufrimiento existente, sino, sobre todo, en eliminar las causas que lo generan. Por ejemplo, una enfermedad sólo se cura definitivamente cuando se halla la causa y cuando se conocen los medios para atajarla. Cuando esto se comprende, podemos diferenciar entre las prácticas dirigidas a las consecuencias del sufrimiento y las que procuran atacar su causa y mostrar que existe una felicidad que no está sometida al cambio y cuya fuente se halla dentro de cada cual.
        
Centrada así la cuestión, se entiende que el Yoga quiera poner de manifiesto lo que está en la raíz del sufrimiento, sus causas últimas. En los Yoga-Sutras de Patanjali se les denomina “Kleshas” y hay cinco principales: Avídya, Asmita, Raga, Dvesha y Abinivesha, términos sánscritos que se suelen traducir como ignorancia, egoísmo, atracción, repulsión y apego a la existencia física.

Adviya

Adviya es la ignorancia, pero en el sentido de olvido de nuestra auténtica naturaleza. Ciertamente, el ser humano tiene un yo físico, emocional y mental y una personalidad asociada. Sin embargo, esto solo es el “coche” en el que, para vivenciar la experiencia humana, se ha encarnado efímeramente el “Conductor” que somos, que es de naturaleza divina. Adviya se refiere al olvido del Conductor que realmente somos.

Nuestro gran viaje en los mundos de la manifestación, la Mónada o Chispa Divina debe envolverse con velos protectores, con cuerpos cada vez más densos; la Consciencia debe encerrarse en la materia y aceptar las limitaciones correspondientes. A medida que se produce el descenso (involución), se va durmiendo progresivamente. Y en el punto de inflexión, antes de empezar a remontar (evolución), hay una completa amnesia sobre el origen divino. Esto es Avídya. Y este olvido es indispensable para que se pueda realizar todo el proceso de la manifestación: surgimiento del sentido del “yo”; percepción de separación de la Vida Una; arranque de la evolución del alma en auto-consciencia; etcétera.

Asmita

Es así como nace Asmita, egoísmo en cuanto a la identificación del ser humano con la apariencia de sí mismo, con el coche, que en su ignorancia es lo único que reconoce. Esto es Asmíta: la identificación/fascinación con el yo físico, emocional y mental y la personalidad a él ligada, con todo lo ilusorio que esto supone. Avídya, la ignorancia por parte del ser humano de su esencia imperecedera, provoca Asmita, la identificación con su apariencia o envoltura perecedera. Y esto viene acompañado de un sentido de separatividad: yo y el otro, yo y los demás, sujeto y objeto… De ahí nacen las atracciones y repulsiones que inundan la vida humana.

Raga y Dvesha

Nos atraen los seres y cosas que proporcionan placer a nuestra personalidad; e intentamos evitar lo que nos provoca desagrado. El placer, que se busca y no se puede lograr, y el desagrado, que no se consigue evitar, son el origen de la mayor parte del sufrimiento humano. Son Raga y Dvesha. Derivan directamente del sentido del “yo”, porque la atracción y la repulsión sólo pueden concebirse entre elementos separados; y allí donde existe el yo, existe inevitablemente el no-yo. Cuanto más fuerte es el sentido de separatividad, más lo es la atracción y la repulsión que se siente. Y mayor es también el apego a la existencia física, Abinivesha.

Abinivesha

El ser humano se apega a la vida material por tres grandes motivos: debido a Adviya, cree que la vida termina con la muerte física, a la que tiene miedo; derivado de Asmita y Raga, desea satisfacer las atracciones que siente; y por causa de Asmita y Dvesha, las repulsiones que tiene, alimentando la desconfianza hacia  la vida, son también un lazo muy fuerte hacia la vida material (considérese, por ejemplo, hasta qué punto dos personas que se odian dependen la una de la otra). Por lo tanto, atracción y repulsión conllevan el apego a la existencia física. Y es tan inherente a la penetración de la Consciencia en la materia, que lo podemos observar en todas las personas, incluso en aquellos que han evolucionado en consciencia.

Reacción en cadena

Estos son los cinco Kleshas. Y, como se deriva de lo enunciado, conforman una especie de reacción en cadena: Adviya, la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza, provoca el sentido de “yo”, Asmita, el cual es el origen de la atracción y de la repulsión, Raga y Dvesha, que, a su vez, conllevan el apego a la vida material, Abinivesha. Pero también puede expresarse a la inversa: el apego a la existencia física suscita las atracciones y repulsiones, que alimentan la identificación con el coche, lo que a su vez impide tomar conciencia de nuestra verdadera naturaleza o Conductor.

De este modo, nos encontramos atrapados en un círculo vicioso, en una cadena ininterrumpida de causas y efectos que nos hace recaer incesantemente, encarnación tras encarnación, en la esclavitud de las ilusiones.

Las Kleshas nos afectan a todos

Y hay un punto importante del que debemos tomar consciencia: las Kleshas nos afectan todos, incluso si nuestra vida es ahora feliz tal, como lo entendemos comúnmente.

Para que aquellos que han desarrollado el discernimiento, como Patanjali indica, todo es miseria y la misma felicidad es miseria. A primera vista, esto resulta descorazonador. Pero si reflexionamos de corazón, no es difícil percibir la fragilidad de eso que llamamos felicidad.

Lo propio de la manifestación es el movimiento, el cambio, el nacimiento y la muerte de todas las formas, de todos los fenómenos, de todos los acontecimientos, de todos los seres vivos... Decimos que estamos en una época de inseguridad porque tal vez las cosas van más deprisa que en otros periodos de la historia considerados más tranquilos. Pero la guerra alterna con la paz; las civilizaciones mueren; las familias se disgregan; los que se aman, llega un día en que deben separarse;… Y todo esto desde que el mundo es mundo. No es una visión pesimista de las cosas, es tan sólo una visión objetiva. Tomar consciencia de esto es desarrollar el discernimiento. Y entonces, efectivamente, uno se da cuenta de que todo es miseria. Para la persona que permanece apegada a las apariencias, a la separatividad, que espera que su felicidad dependa de los acontecimientos externos y las condiciones materiales y sentimentales en las que vive, todo es miseria debido al cambio inevitable y al miedo, más o menos escondido, al mismo.

De esta forma, incluso si el karma nos hace vivir de una manera agradable en lo inmediato, no debemos dejar de lado el estudio de los Kleshas, pues también nos atañe; y de manera tan urgente como a aquél que esté sufriendo. Es indispensable si queremos hallar respuestas a todas las preguntas
serias de la Vida y si realmente queremos ayudar a los que sufren.

Ananda y la Felicidad como Estado Natural

Las tres cualidades inherentes al Yo Espiritual son Sat, Cit y Ananda. Esta tiene que ver con la Gracia de los cristianos y con Shanti, la honda Paz interior, de las culturas orientales. Es un estado de Bienaventuranza, Felicidad incausada fruto del Estado Natural de nuestro Ser. Cuando por la práctica del Yoga dejamos de identificarnos con el coche y paramos toda agitación mental, que oscurece la presencia del Conductor, nos instalamos en nuestra naturaleza esencial que es Felicidad (Yoga-Sutras 1-3), manifestación de nuestra íntima naturaleza y, por tanto, estable, duradera y que se basta a sí misma.

No hay que confundir esa felicidad, esa paz, resultado de la liberación de los Kleshas, con lo que podemos experimentar durante algunos períodos, a veces bastante largos, en que las circunstancias externas nos son favorables o por lo menos relativamente favorables. Los Kleshas se manifiestan en nuestra vida de distinta manera. En su manifestación más burda, se hallan, según la expresión de Patanjali, en una forma "extendida": el sufrimiento, la angustia, el deseo más violento… También pueden manifestarse de manera "alterna", es decir, que pueden estar activos en ocasiones e inactivos en otras. Pero un Klesha inactivo no es un Klesha dominado, ni siquiera atenuado, es un Klesha que momentáneamente no tiene ocasión de manifestarse.

Sólo cuando se ha comprendido la filosofía de los Kleshas y se empieza la práctica del Yoga preliminar, la influencia de los Kleshas puede disminuir progresivamente hasta alcanzar la forma "atenuada". La práctica del Yoga propiamente dicho, es decir, de la meditación, está destinada a reducir a los Kleshas al estado "latente": dejan de tener poder sobre el Yogi, pero permanecen en él en estado de semilla y se puede suponer que una circunstancia especialmente excepcional puede ser capaz de despertarlos. Cuando el Yogi alcanza la Liberación, puede considerarse que la raíz de los Kleshas está vacía de toda substancia, como unas semillas a las que se hubiera eliminado el germen, y en ningún caso pueden volver a despertar.

Tomar consciencia

La primera tarea consiste en tomar conciencia de todo lo expuesto, pues ello, incluso antes de comenzar a practicar una disciplina precisa de Yoga, disminuirá el poder de los Kleshas.

Cuando por vez primera entramos en contacto con una enseñanza espiritual, el nuevo sentido que otorga a nuestra vida provoca, en general, una fase de entusiasmo e, incluso, de felicidad: la forma más burda de la ilusión en la que vivíamos se ha disipado. Pero si nos quedamos ahí, si no intentamos comprender más profundamente y ponerlo en práctica, recaeremos en el sufrimiento, en nuestros problemas: es una forma más sutil de los Kleshas la que ahora nos influye y que de nuevo vamos a tener que entender. Las ilusiones en las que estamos atrapados son como una prisión compuesta de varias murallas concéntricas. Cuando derribamos la primera, experimentamos una gran sensación de libertad. Pero rápidamente descubrimos que hay otro muro que provoca una nueva sensación de ahogo y que hay que derribarlo… Y así una y otra vez, pero no indefinidamente, sino hasta que el último de los Kleshas haya sido arrancado de raíz, hasta que hayamos alcanzado la Realización de nuestra naturaleza divina.

Se podría pensar que entre el momento en que el hombre toma conciencia de la ilusión de la felicidad procedente de las circunstancias externas y el momento en que realiza la toma de conciencia del Yo pasa un largo período de aridez y sequedad, durante el cual no puede ya apreciar las satisfacciones de todo el mundo, ni ser capaz de sentir la felicidad interior. Pensar esto es comprender mal la filosofía del Yoga.

Nunca se ha dicho que el aspirante a Yogi tenga que rechazar las condiciones felices de su existencia: se le pide que tome conciencia del carácter efímero de las mismas, que es completamente diferente. Sabemos que una rosa vive sólo unos pocos días, pero ello no nos impide apreciar su belleza. La filosofía del Yoga no es ascética. No rehúye los placeres que pueden darnos las diferentes formas de la vida. Por lo tanto, el ser humano que comienza a comprender que esas satisfacciones son sólo temporales, puede seguir apreciándolas y, al mismo tiempo, ser capaz de verlas acabar y alternarlas con circunstancias menos agradables o, incluso, francamente penosas.

Además, si bien es necesario haber alcanzado ese estado en que no existe la menor identificación con la personalidad para estar instalado de manera definitiva e irreversible en nuestra naturaleza esencial y mantener la conexión, sin interrupción, a la fuente interna de felicidad, hay que tener en cuenta lo siguiente: desde el momento en que empezamos nuestro camino por el sendero del Yoga preliminar, debido a que empezamos a buscar en nuestro interior, vamos a tener destellos de luz y contactos, aunque breves, con esa fuente interna; y daros cuenta de esto compensará con creces la felicidad efímera nacida de la ilusión en la que vivimos.

Dar el primer paso

Pero hay que dar el primer paso. Y consiste en tomar conciencia de las causas de todo nuestro sufrimiento, remontando la serie de Kleshas, y de nuestro apego a la vida, de nuestras atracciones y repulsiones, de ese sentido del yo ligado a la ilusión de la separatividad y, sobre todo, de esa ignorancia de nuestra verdadera naturaleza en la que todos estamos inmersos.

Ramdas afirmó: "La gran enfermedad del hombre es la ignorancia. Si uno se cura de ella, se curará de todas las demás. Entonces verá dentro de él la Luz Divina y quedará para siempre liberado de las cadenas de los deseos que le han mantenido en la esclavitud y la miseria". Para curarse de esta enfermedad, Patanjali señala el remedio: el Yoga preliminar.

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Autor: Danielle Audoin (Capítulo 2 de su libro "Una aproximación al Yoga")
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el

19 de febrero de 2017
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