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10/12/18

Literatura distópica: cuando el futuro puede llegar a ser peor (Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica)


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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de este enlace se puede tener información sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
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Ficciones que muestran un futuro desesperanzador, alienante, sin libertad y absurdo. Sociedades ficticias gobernadas por estados totalitarios que buscan garantizar la estabilidad social mediante la manipulación psicológica y en algunos casos científica de los individuos. Obras que vienen a cuestionar el viejo sueño utópico de una sociedad perfecta.


El tema del presente artículo es la literatura distópica, obras que se han considerado hijas bastardas de las clásicas utopías, o una especie particular de utopía de carácter negativo, que tienen su origen en la primera mitad del siglo XX, y que todavía están presentes no sólo dentro de la literatura sino también dentro del cine. De manera que para abordar en profundidad las características específicas de este tipo de literatura, será conveniente volver a referirnos, aunque sea de forma breve, a algunos aspectos del concepto madre de donde provienen las novelas distópicas, al concepto de utopía que tuvo origen en el Renacimiento.

En el año 1516, a partir de la publicación de Utopía, se comienza a utilizar el nombre de “género utópico” para referirse a las novelas que presentan características similares a la obra de Tomás Moro; no obstante eso, en la historia de la literatura ya existían obras que mostraban mundos alternativos, paradisíacos e ideales, similares al que Moro creó en el siglo XVI, con lo que se podría decir que el pensamiento utópico ya estaba presente en muchas obras, incluso antes de que se lo denominara de esa forma. Cuando nos referimos a la literatura utópica, estamos hablando de ficciones que describen el funcionamiento de un Estado ideal, no localizado en un lugar específico, perfectamente pensado desde el punto de vista político, social, científico y en ocasiones religioso, donde los habitantes cuentan con una predisposición natural a aceptar las leyes y normas de convivencia; son estados ideales de ficción que se presentan como alternativos a los del mundo real.

Los proyectos que se describen en los diferentes mundos utópicos guardan relación con los que se encuentran en el mundo existente; son una herramienta utilizada por diferentes autores, de distintas épocas, para proyectar sus concepciones acerca de una sociedad ideal. Mediante la comparación, que se hace implícita al lector, entre lo existente y lo ficcional, también está comprendida la crítica, muchas veces feroz, a lo establecido en el mundo real. De esta manera, podemos decir que la literatura utópica abarca diferentes aspectos que hacen a la realidad del hombre y a su vida en sociedad, como por ejemplo lo filosófico, lo social, lo teológico. Son manifestaciones tendientes a mostrar la posible realización humana, a plasmar lo deseado, a trascender dentro de la ficción hacia mundos más justos y esperanzadores.

Este tipo de ficciones, que se empiezan a escribir de manera sistemática a partir del Renacimiento, han tenido una larga vida, de alguna manera hasta en la actualidad encontramos obras que presentan características propias de las utopías tradicionales. De todas maneras, el género utópico a lo largo de la historia ha tenido sus variantes; en el propio Renacimiento se enfocaba a expresar el espíritu del humanismo, a reelaborar viejas historias de carácter igualitarista, a crear y situar los distintos mundos de ficción en aquellos lugares geográficos recién descubiertos; allí encontramos obras como la propia Utopía (1516), de Tomás Moro; La ciudad del Sol (1602), de Tommaso Campanella, y La nueva Atlántida (1623), de Francis Bacon. La Ilustración puso a las utopías al servicio de la razón, continuó con la tradición de los libros de viajes y con la descripción de lugares ideales donde los autores aprovechaban para expresar sus críticas sociales y plasmar en sus sociedades ficticias el progreso que deseaban para las sociedades contemporáneas existentes; allí se destacan obras como El naufragio de las islas flotantes (1753), de Étienne-Gabriel Morelly; El Manifiesto de los Plebeyos (1795), de Graco Babeuf, y Aline y Valcour (El Reino de Butua) (1788), del Marqués de Sade. En el siglo XIX distintos pensadores, intelectuales y escritores, pertenecientes a corrientes de pensamiento vinculadas al primer socialismo, utilizaron el género utópico como una vía de expresión de sus ideas. Dentro de estas obras, pertenecientes a un movimiento teórico conocido hoy como socialismo utópico, se destacan Viaje por Icaria (1840), de Étienne Cabet; Teoría de la unidad universal (1841), de Charles Fourier, y Noticias de ninguna parte (1890), de William Morris.

Esta presencia del género utópico, con sus características propias, se mantuvo casi de forma invariable hasta comienzos del siglo XX. Claro que las distintas épocas históricas que sucedieron al Renacimiento introdujeron en el género pequeñas variantes, pero siempre fueron obras que se caracterizaron por crear mundos ideales y que apuntaban a proyectar en el imaginario colectivo el pensamiento de que otras formas de relacionamiento social eran posibles, apuntaban a un futuro prometedor, de progreso, perfeccionamiento y justicia social.

En las primeras décadas del siglo XX surgió una utopía de carácter negativo, donde el futuro aparece muy distinto a como lo habían soñado los utopistas clásicos. En los años 20 del siglo pasado, cuando comienzan a escribirse este tipo de obras, la humanidad estaba viviendo un momento histórico muy especial, había terminado la primera guerra mundial, comenzaba el afianzamiento del régimen soviético, comenzaba a surgir el nazismo en Alemania, y algunos escritores empiezan a alertar sobre el perjuicio que implicaría el establecimiento definitivo de un régimen totalitario para la libertad de los individuos, ante el peligro de la masificación y la desindividualización. El mundo comenzaba a vivir bajo un potencial tecnológico nunca visto, el peligro nuclear estaba latente, de manera que no es extraño que la utopía diera un viraje y mostrara su peor rostro, el de un futuro alienante, sin libertad, absurdo.

Estas obras no van a venir a plantear un modelo ideal de sociedad, sino que van a criticar el orden existente, y a su vez van a proyectar construcciones sociales que advertirán sobre lo nefasto que podría ser para la sociedad el triunfo de algunos sueños utópicos. Son sociedades dominadas por la ciencia en manos de estados que buscan garantizar la estabilidad social mediante la manipulación psicológica de los individuos. Las distopías son obras que ponen en cuestión los sueños de las clásicas utopías, los sueños de una sociedad perfecta, advierten sobre los peligros de un futuro proyectado con las ideas de un presente. Allí aparecen temas como el del socialismo de estado, el consumismo, el control social (por diferentes ideologías), el hombre en la sociedad y en la individualidad.

La forma más clásica de advertencia que utilizan estas obras es mostrar el enfrentamiento que se da entre un personaje y las condiciones sociales con las que le ha tocado vivir, ejemplos como el de John el Salvaje en Un mundo feliz (1932), de Aldous Huxley; Winston Smith en 1984 (1949), de George Orwell, o el bombero Montag en Fahrenheit 451 (1953), de Ray Bradbury, son una clara muestra del enfrentamiento del individuo con lo impuesto socialmente.

En síntesis las distopías son obras que ponen en cuestión los sueños de las clásicas utopías, los sueños de una sociedad perfecta, advierten sobre los peligros de un futuro proyectado con las ideas de un presente.

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Autor: Fernando Chelle (Escritor)
Fuente:
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