Y todos subieron a una colina que lleva por nombre "Los
cuatro vientos", porque parecía como si allí se viniesen para dialogar los
hermanos del aire, desde los cuatro ángulos de la Tierra. Y el poeta les dijo
con la voz fuerte como una tempestad:
—Naced
como higueras y extendeos por las orillas del río de la vida para que los
pajarillos del cielo puedan alimentarse de vuestros frutos sin temor y los
animales de la Tierra busquen en vosotros la sombra.
»No
rompáis el silencio de la naturaleza con vuestros gritos; antes bien, acoplaos a
su tiempo para que ellos también sean silencio.
»Si
podéis volar, ¿por qué preferís, hermanos, reptar como lagartos fundiéndoos con
la tierra, cuando vuestros lugares son los éteres del cielo?
Y
uno que venía desde lejos le dijo:
—Maestro,
vengo de una ciudad populosa donde el ruido mata el silbar de los árboles, el trino
de los pájaros o el ritmo de la lluvia.
Y
Abul Beka se paró y le dijo:
—De
verdad te digo que nada de esto importa si tú no pierdes el ritmo de tu voz
interior. Aun ni una tormenta la alteraría, si lo escuchas. Ni mil carros ni
cien caballos al galope podrían sacarte de ti.
»Dejad pues que aquellos que
necesitan del ruido y son ruido dancen en la ignorancia y las fiestas de los
tiempos. Algún día todo se parará y entonces se quedarán desnudos ante el
silencio.
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Autor: Cayetano Arroyo
Fuente: Diálogos con Abul Beka (Editorial Sirio)
Nota: En homenaje a la memoria de Cayetano Arroyo y Vicente Pérez Moreno,
un texto extraído de los Diálogos de Abul Beka se publica en este
blog todos los
miércoles desde el 4 de octubre de
2017.
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