Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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21/4/10

Para leer y no tomar en cuenta: disertaciones de un desequilibrado mental

Se difunden desde Webislam (http://www.webislam.com/) estas potentes reflexiones de Yaisa Marrugo Jiménez. Espero que os calén en lo más profundo desde la empatía con el autor:

Agobiado por las tenebrosas sombras que habitan en mi mente, entre los profundos abismos que en ella originan mis propias dudas, vencido por el cansancio, pero presa de este letal insomnio, medito:

¿Será que vez alguna podré alcanzar a conocer realmente a aquel que me ha creado? De llegar a conocerle… ¿Sería mi mente capaz de asimilarle completamente?

Solo sé que soy el fruto más perfecto de su creación, su obra cumbre, la Primma Donna de entre sus criaturas, pero… ¿He aprovechado realmente mi condición?

En medio de mi ansiedad, busco, investigo, trato de entender y explicar todo aquello que quizá no esté a mi alcance hacerlo.

Mi instinto me conduce hacia su encuentro, pero mi mal usada inteligencia me lleva a hundirme en los pantanos de la metodología y el tecnicismo… He perdido de vista mi objetivo, acercarme a él, extraviado en los laberintos del cómo.

Quizá sea su culpa y no la mía… Ó puede que de seguro no sea así. El ha enviado en mí incontables ayudas, tablas de salvación, de las que no he querido ó no he sabido asirme.

Ante los Profetas y Mensajeros, no creí ó quizá creí ciegamente, pero la ceguera es la peor de las condiciones humanas, así que termine haciendo de sus sabios mensajes lastres que me hundieron aún más en mi obscura ignorancia…

Ante sus Libros, no creí, ó quizá creí en ellos esperando que la fuerza física de un proceso osmótico hiciera que mi espíritu se elevara, sin la necesidad de que mi cerebro empeñase esfuerzo alguno por tomar, digerir, procesar y guardar aquella misiva que mi creador me había enviado… Y realmente esperé con todo mi corazón, aunque a pesar de mi razón, que el apoyar mi cabeza sobre aquellos Sagrados Libros ó abrir mis entrañas guardándolos en lo más profundo de ellas pudiera hacer de ellos mi salvación… Pero tampoco esto funcionó…

En vista de ello, él envió a mí señales, por doquiera mis ojos se dirigían, pero por miedo ó pereza decidí ignorarlas.

Lo cierto es que por ese mismo miedo ó ignorancia preferí seguir pretendiendo descargar la responsabilidad de mis tristezas y pesares en el destino, mi fatídico destino…

Pero en medio de mi delirio miro a mi alrededor y veo que no estoy solo en aquel obscuro y fétido pantano… Muchos tratan desesperadamente de reclamar, se jactan de seguir ciegamente el camino que él les indico, mientras que muchos otros se ocupan en inventar artilugios para salir de allí, otros han decidido, luego de haber perdido toda esperanza, resignarse a su fatal destino… Y yo, en medio de todos ellos, en medio de mi agonía, trato de vislumbrar que fue aquello que me condujo a aquel lugar, buscando que mi comprensión de lo que me condujo a ello pueda también rescatarme.

Recuerdo entonces: las horas que pase preocupado por descifrar como sería mi vida en el paraíso ó infierno, y que no aproveché para buscar la manera de mejorar mi vida y la de los demás, aquí; mis extensas discusiones a cerca de las banalidades de esta vida, pero ninguna en cuanto a mi misión en ella; las largas horas y esfuerzos que invertí en deglutir todo aquello que a mi Creador se refiriera, pero ninguno en digerirlo y utilizar productivamente su mensaje; me ocupe de criticar pero no de presentar soluciones; me ocupe de hablar de leyes, pero no de los valores; acallé mi lógica por miedo a caer en la incredulidad... Me olvide de que la creencia ciega es peor que la incredulidad… me olvide de aquello que me hace diferente de todos los demás seres de esta maravillosa creación…

Enloquecido por mis dolores y angustias clamo a mi Señor por piedad, sin darme cuenta de que Él jamás me ha abandonado a mi suerte, sin percatarme de que mis salvavidas siguen a mi lado y que solo debo hacer lo necesario por extender mis manos y asirme con fuerza de ellos, utilizando las dos más fuertes armas que Él me ha dado… La razón y el corazón.

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