Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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16/12/19

Por primera vez, un pequeño grupo de personas puede destruir la Humanidad (Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica)


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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
http://sociedaddistopica.com/
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El astrofísico inglés sostiene en su nuevo libro que el destino de nuestra civilización se decidirá en este siglo: "Gracias a los avances científicos, podemos mejorar las vidas de todos", augura. "O, si fallamos, destrozar nuestro planeta para siempre"

Si Martin Rees pudiera viajar a cualquier época de la Historia, no elegiría el momento en que una manzana golpeó la cabeza de Newton. Tampoco le interesa el juicio en el que Galileo defendió el rigor científico frente al dogmatismo de la Iglesia. Ni siquiera le tienta el big bang que dio origen a todo lo que nos rodea hace 13.700 millones de años.

No, Rees no cambia el momento actual por ningún otro. «Para la persona media, la vida actual es mejor que en cualquier época del pasado», asegura con su inconfundible acento de gentleman inglés. «Tenemos mucha suerte de vivir en esta fase de la Historia... Aunque también nos enfrentamos a peligros sin precedentes».

La respuesta dice mucho sobre la actitud vital de Rees, uno de los astrofísicos más importantes de las últimas décadas. A sus 76 años, cuando la mayoría de los intelectuales coquetean con escribir sus memorias, acaba de publicar un ensayo sobre un tiempo que, milagros aparte, jamás podrá vivir. Se trata de En el futuro (Editorial Crítica), un tratado sobre la aceleración tecnológica de nuestra era: una revolución que puede alumbrar el capítulo más brillante de la Humanidad en las próximas décadas, pero también acabar con ella.

En 2003, usted publicó Nuestra hora final. En él, predecía que la Humanidad tenía un 50% de posibilidades de extinguirse en el siglo XXI. ¿Ha cambiado su pronóstico?

Sigo pensando que ronda el 50%. Se avecina una era agitada por el cambio climático y por las nuevas tecnologías, tan poderosas como difíciles de regular.

Suena alarmista...

No digo que vayamos a extinguirnos por completo, pero sí sufrir una catástrofe que suponga un grave retroceso para la Humanidad. Además, el mundo está tan interconectado que cualquier tropiezo tendría consecuencias globales.

Por lo que dice, el principal peligro no son los asteroides o los terremotos, sino los propios humanos.

Por supuesto. Sí, los asteroides son una amenaza, pero podemos calcular las posibilidades de que impacten sobre la Tierra en el próximo siglo. Es un riesgo pequeño y que, además, no está creciendo.

¿Entonces?

Me preocupan más los humanos. En la Guerra Fría, JFK estimó que había una posibilidad entre tres de que sufriéramos un holocausto nuclear bajo su mandato. Pues bien: las cosas han empeorado.

Explíqueme eso.

Por un lado, está el cambio climático, que es una catástrofe a cámara lenta. A eso se le une el riesgo creciente de sufrir una crisis global por culpa de los ciberataques o las armas biológicas. Dicen que podemos regular las tecnologías, pero si hemos sido incapaces de controlar el tráfico de drogas o los paraísos fiscales, no veo motivos para el optimismo.

¿Por qué crece el riesgo?

Para construir un arma nuclear, necesitas una infraestructura gigante con miles de trabajadores. Ahora, se puede construir un arma biológica letal en un laboratorio básico, de los que hay miles en el mundo. Por primera vez en la Historia, un pequeño grupo de personas, ya sea por error o por maldad, puede destruir la Humanidad.

Usted nació en plena Segunda Guerra Mundial. ¿Está nuestra sociedad preparada para vivir una situación así de extrema?

En absoluto. Cuando surgió la peste negra, murió la mitad de la población, pero la gente se recompuso y siguió con sus vidas de forma estoica. Ahora, en cuanto los hospitales se saturasen por una epidemia y no pudieran atender a todo el mundo, habría el riesgo de un colapso social.

Usted sostiene que vivimos un momento único en la Historia. ¿No piensa así cada civilización?

No. Es la primera vez en los 4.500 millones de años de vida de la Tierra que una especie, la nuestra, tiene el futuro del planeta en sus manos: si lo hacemos mal, podemos provocar una extinción masiva.

Vaya.

No quiero ser totalmente negativo. También puede ser el primer siglo en que expandamos nuestro hábitat más allá de la Tierra, en que creemos seres post-humanos... La evolución va a acelerarse exponencialmente: si con las reglas darwinianas una especie tardaba cientos de miles de años en desarrollarse, mediante la modificación genética o la tecnología informática podremos tardar décadas. Quizá a finales de siglo haya una colonia post-humana viviendo en Marte y adaptada a su clima.

O sea, que hay margen para el optimismo...

Yo me defino como un optimista tecnológico y un pesimista político. Las tecnologías nos permitirían mejorar la vida de los 7.500 millones de seres humanos, pero la distancia entre cómo son las cosas y cómo podrían ser no para de crecer.

De hecho, usted defiende que los científicos se metan en política.

Los políticos viven para las próximas elecciones, así que se centran en los problemas a corto plazo que sólo afectan a sus países. Si queremos que resuelvan problemas globales a largo plazo, como el cambio climático, estos asuntos deben saltar a los medios y de ahí a los ciudadanos. No seamos ingenuos: los políticos sólo tomarán medidas dolorosas si saben que les darán votos o, como poco, no los perderán.

Póngame un ejemplo...

En todo el mundo, se están restringiendo los plásticos de un solo uso. Creo que el mérito es de los documentales de David Attenborough, que concienciaron a la opinión pública.

Como decía Jean-Claude Juncker: «Los políticos sabemos lo que hay que hacer; lo que no sabemos es cómo conseguir que nos reelijan después».

Por eso los científicos tenemos la obligación de allanar el terreno a los políticos para que actúen.

En cambio, la política cada vez se basa menos en lo racional. No nos ponemos de acuerdo ni en los hechos más básicos.

Mucha gente que no tenía altavoz se ha encontrado con uno. Y la gente les escucha, estén o no informados.

¿Habla de las redes sociales?

Sí. Por muy extremas que sean tus ideas, ahora puedes encontrar gente que piense igual y refuerce tus convicciones. Antes, era casi imposible que tus vecinos compartiesen tu fanatismo. Eso te moderaba.

El Brexit es el paradigma de una decisión basada en argumentos irracionales...

Los referendos son siempre un mal método de resolver problemas complejos. Espero que demos marcha atrás.

También se mostró en contra del referéndum escocés...

Si se disuelve un país, creo que debe votar todo el país, no sólo la región que quiere irse.

¿En Cataluña también?

Como principio general, sí, aunque no sé lo suficiente sobre política española para pronunciarme.

Además de las redes, ¿por qué se ha degradado el debate público?

La calidad de los políticos está cayendo. Ya no es una opción profesional apetecible: están mal pagados, pierden su privacidad, se les somete a críticas brutales... Deberíamos tratar a los políticos con más respeto. Que haya mucho más talento en las finanzas que en la política es malo para todos.

Algo de culpa tendrán los votantes: ante un mundo cada vez más complejo, se decantan por las recetas más sencillas. Y seamos realistas: el mundo no se va a volver menos complejo.

Por eso necesitamos ser inteligentes. Un ejemplo es el cambio climático. Sabemos que tenemos que lograr una economía de carbono cero y que el precio de las energías limpias caerá gracias al I+D. ¿Por qué no invertimos ya? Así, países como India pueden adoptar directamente las renovables, igual que África se saltó las líneas fijas de telefonía y pasó directamente a los móviles.

Vayamos con el lado optimista del libro. Usted sostiene que la ciencia está viviendo una Edad de Oro.

Sí. En mi tiempo en este mundo, hemos descubierto los agujeros negros, las ondas gravitacionales, que infinidad de estrellas tienen sistemas planetarios, lo que abre la posibilidad de que alberguen vida... ¡Y esto es sólo en mi campo, la astronomía!

¿Cuál es el hallazgo más relevante en otros campos?

Creo que los avances en computación y en inteligencia artificial. Le doy un ejemplo. Si quisieran, los chinos podrían gestionar la economía de forma totalmente centralizada. Ya cuentan con un registro del 80% de las transacciones económicas, que se hacen mediante tarjeta, más una red de ordenadores capaz de controlar el stock de cada tienda. Ni Marx se atrevió a soñar algo así.

¿Y en su ámbito?

La búsqueda de la vida en el espacio. Llevamos décadas especulando con ello, pero ahora es ciencia real. Gracias a los telescopios de última generación, podemos buscar rastros de vida en otros planetas y entender cómo empezó la vida aquí.

¿Qué posibilidades hay de que exista vida extraterrestre?

Desde Darwin, entendemos cómo las primeras formas de vida evolucionaron hasta la actual biosfera. Lo que no sabemos aún es cómo surgieron las primeras entidades con metabolismo y capacidad de replicarse: es decir, los seres vivos. Pero en 20 o 30 años sí que lo sabremos. Y también dispondremos de suficiente astronomía para averiguar si hay vida en otros planetas.

¿Vida inteligente?

Por supuesto, no hablamos de los extraterrestres de película. Quizá haya vida ahí fuera pero no sabemos identificarla, igual que un mono no entiende la teoría cuántica. Hay que entender que somos producto de 4.500 millones de años de evolución y que este proceso no se acabará con nosotros. Quedan miles de millones de años por delante.

Usted sostiene que ya han nacido los primeros humanos que viajarán a Marte.

Sí, pero serán aventureros que colaboren con empresas privadas, como Space X, de Elon Musk, o Blue Origin, de Jeff Bezos. Si gastas dinero público, tienes que asegurarte de que los astronautas corren riesgos reducidos, así que estas instituciones deben limitarse a usar robots. Pero un aventurero privado puede asumir peligros, igual que los montañistas o los exploradores del pasado. Muchos aceptarían ir sólo con un billete de ida.

Pero no cree que mudarnos a Marte sea una solución a nuestros problemas...

Seamos serios: es más fácil arreglar el cambio climático que conquistar Marte, cuya atmósfera es infinitamente más hostil que el Polo Sur o la cima del Everest.

¿Seremos inmortales?

Quizá seamos capaces de expandir unas décadas la vida humana. Otra cosa es que seamos capaces de descargar nuestros cerebros en dispositivos electrónicos. En ese caso, ¿seguimos siendo nosotros? ¿O nuestra personalidad está tan vinculada a nuestros cuerpos y nuestros sentidos que dejaríamos de ser nosotros? Es un asunto que los filósofos llevan debatiendo desde hace milenios, pero que ahora se ha vuelto tangible.

Imagine que tiene a las 100 personas más poderosas del mundo en una sala y le dicen que pida un deseo. ¿Cuál sería?

Que usen su poder para desarrollar la agricultura, la carne artificial y las energías limpias. Así ayudaríamos al mundo en desarrollo y, de rebote, mejoraríamos el futuro de toda la Humanidad. Debemos recuperar lo mejor del espíritu de la Edad Media.

¿A qué se refiere?

En esa época, la gente emprendía proyectos mastodónticos como Notre-Dame, aunque sabían que jamás los verían terminados. Calculaban que los disfrutarían sus descendientes, los hijos de sus hijos. Así que la Humanidad se la juega en las próximas décadas: podemos usar la Ciencia para mejorar las vidas de todos o, si fallamos, destrozar este planeta para siempre.

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Autor: Martin Rees (Astrofísico y autor del libro “En el futuro”)
Fuente:
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