Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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6/5/19

Supraconexión digital versus infraconexión espiritual (Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica)


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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
http://sociedaddistopica.com/
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¿Qué pensarías si al acudir a una manifestación el Gobierno te enviara un tweet diciendo: “Querido usuario, ha sido usted registrado como participante de una manifestación ilegal masiva”? Esto ocurrió en 2014 en Ucrania.

O que recibieras una multa de tráfico porque la aplicación que usas como GPS ha vendido al Gobierno los datos de la velocidad a la que circulas. Esto sucedió en Holanda y la compañía era TomTom.

O que te detuvieran en un aeropuerto de Estados Unidos, te llevaran a una sala para interrogarte, pasaras la noche en una celda y te deportaran por escribir en Twitter antes de partir en tono jocoso: “¿Quién tiene tiempo libre para destruir América?”.

Esta son algunas de las consecuencias de la vigilancia masiva e indiscriminada a la que estamos siendo sometidos los ciudadanos por parte de los gigantes tecnológicos, por empresas de toda índole, por los Gobiernos, y por lo que es peor, por nosotros mismos. Analicemos uno a uno.

1) En lo concerniente a la vigilancia masiva perpetrada por los gigantes tecnológicos, podemos analizar el papel de Facebook.

Según informes del Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, Facebook ha sustituido a todos los programas de recolección de información que previamente utilizaba la CIA. Recopila información de más de 2.240 millones de usuarios para luego usarlos con fines publicitarios sin informar de forma explícita.

Por este motivo, en el año 2007 la Agencia Española de Protección de Datos le impuso la mayor multa de la historia del órgano regulador: 1,2 millones de euros. Verificó que la red social propiedad de Mark Zuckerberg recopila datos sobre ideología, sexo, creencias religiosas o gustos personales para su posterior uso con fines publicitarios sin informar al usuario de manera clara y exhaustiva.

Asimismo la Comisión Europea ha impuesto una multa a Facebook de 110 millones de euros por mentir en lo referente a la compra de WhatsApp en el año 2014. Cuando se anunció la compra por la cantidad de 13.800 millones de euros, se le requirieron a Facebook diferentes datos en aras de comprobar si se produciría una vinculación de los datos de las diferentes plataformas. Zuckerberg declaró que en ese momento no tenían medios para realizar dicha unión, pero el órgano europeo ha concluido la investigación dictaminando que no dijo la verdad. Una vez consumada la compra, cambiaron la política de privacidad e incluyeron la vinculación de los datos.

Pero el mayor escándalo de privacidad al que ha tenido que hacer frente Facebook hasta la fecha ha sido el caso de Cambridge Analytica en el año 2018. Esta consultora británica era una compañía de análisis y recolección de datos, sin previa autorización, de 50 millones de usuarios de Facebook con el fin de crear perfiles psicológicos y elaborar campañas personalizadas para influir en la decisión de los votantes. Esto ocurrió durante la campaña electoral de Donald Trump y la votación del Brexit.

Zuckerberg se sentó por primera vez frente al Congreso de los Estados Unidos para rendir cuentas sobre este asunto. Habría que reseñar que Facebook es la compañía que más ha contribuido en donaciones a las campañas de la mayoría de los senadores que le interpelaron, lo cual deja mucha duda sobre la objetividad de tal comparecencia.

Según ha informado recientemente el periódico The New York Times, Fiscales Federales de Estados Unidos están investigando a Facebook por firmar acuerdos con más de 150 compañías para que éstas accedan a datos confidenciales de sus usuarios, como mensajes privados e información de contacto, sin su consentimiento. Entre estas corporaciones hay nombres como Netflix, Spotify, Amazon, Apple, Microsoft o Airbnb.

También está siendo investigado porque ha propuesto a entidades bancarias de Estados Unidos un “trueque”: estos le entregan información relacionada con las transacciones de sus clientes, y Facebook a su vez permite a las entidades acceder a los mensajes privados de sus usuarios.

En 2017 el rotativo The Australian publicó un documento en el que constaba que Facebook había analizado datos de más de seis millones de adolescentes australianos y neozelandeses, para determinar su estado de ánimo y facilitar a los anunciantes información sobre los momentos en los que se sentían más vulnerables. El fin era ofrecerles lo que necesitaban según sus publicaciones y su estado de ánimo.

Pero no es Facebook la única compañía que opera con estas prácticas abusivas. La Comisión Europea ha impuesto a Google en los últimos tres años multas que ascienden a un total de 8.000 millones de euros, por abusar de su posición de dominio en el mercado de la publicidad. Asimismo la Comisión Nacional de Informática y de las Libertades de Francia (el homólogo de la Agencia Española de Protección de Datos) le ha impuesto recientemente una sanción de 50 millones de euros por falta de consentimiento en la personalización de la publicidad que ofrece a los internautas.

Pero el nacimiento de esta publicidad personalizada se vincula con el nacimiento de Google. Esta corporación nació en 1996, y en un principio tenía como finalidad seleccionar las páginas webs que tenían mayor interés y visitas en la red. Dado el elevado número de webs que ya existían, sus fundadores Larry Page y Sergey Brin, dos estudiantes de filosofía de la Universidad de Stanford, crearon un algoritmo para que hiciera el trabajo de forma automática. Necesitaban cubrir el coste de almacenaje, así que pensaron en la publicidad dirigida según lo que los internautas estaban buscando.

Este tipo de publicidad es mucho más interesante para los anunciantes puesto que se publicitan ante clientes potencialmente interesados. Pero esta segmentación también la desarrolla Google mediante su servicio de correo electrónico Gmail. Cuando enviamos un e-mail, el texto se escanea automáticamente y se envían las palabras claves que revelan de qué estamos hablando, así podrán asociarlo con anuncios personalizados. Además cada vez que clicas un anuncio de Google, la compañía anunciante le paga por el tráfico de su sitio.

¿Cómo podrían si no costearse los inmensos centros de datos que Google tiene repartidos por el mundo en los que alojan todos los correos de Gmail, los vídeos de YouTube y su omnipresente motor de búsqueda? ¿Y las modernas oficinas que tiene Facebook en California, Tokio, Buenos Aires, México y São Paolo con sus más de 30.000 empleados? La respuesta es sencilla: mediante tu información personal, la cual se va a usar posteriormente para enviarte publicidad hecha a medida.

Estas compañías tecnológicas legitiman sus prácticas en la aceptación por parte de los usuarios de sus intrincadas condiciones de uso, para cuya lectura necesitaríamos 1 mes por año, es decir, aproximadamente 180 horas cada año.

2. Pero más allá de la consabida vigilancia de los gigantes tecnológicos, infinidad de empresas están ávidas de tener información y, por ende, control sobre nosotros.

En Inglaterra desapareció una joven en 2002 y los padres albergaron la esperanza de encontrarla con vida puesto que tras la desaparición, los mensajes de voz de su teléfono móvil estaban siendo escuchados y borrados. Desgraciadamente estos movimientos en su terminal no habían sido obra de la joven que ya había fallecido, sino de la corporación del magnate de la comunicación Rupert Murdoch quienes para recopilar toda la información posible habían intervenido su teléfono y escuchado sus mensajes.
En nuestro país fue muy sonado el caso de la app oficial de la Liga Española de Fútbol. Al descargarla el usuario aceptaba que usara el micrófono de su smartphone para comprobar si los bares donde acudía a ver el fútbol disponían o no de la correspondiente licencia para emitir los partidos.

Otro caso curioso es el de McDonalds que acaba de comprar una desconocida empresa tecnológica israelí llamada Dynamic Yield (según medios norteamericanos por 300 millones de dólares) que según su web se encarga de "unificar los datos de clientes para potenciar el ecosistema de marketing" y "desencadenar capas de comportamiento". 
Con un lenguaje eufemísitco quiere decir algo así como hacer un seguimiento de cuándo te sientes triste o hambriento para enviarte publicidad de una hamburguesa en el momento exacto.

3. En cuanto a la participación y complicidad de los Gobiernos, es paradigmático el caso de China.

El Gobierno Chino está creando un sistema de clasificación social mediante un entramado de 20 millones de cámaras de videovigilancia y una sofisticada Inteligencia Artificial de reconocimiento facial. La pretensión del Gobierno es la de controlar a la población en función de su comportamiento más o menos “cívico”. Si eres ciudadano chino y no puedes comprar un billete de avión es porque has conducido a una velocidad mayor de la permitida, porque te has negado a cumplir el servicio militar o porque has comprado demasiados videojuegos. Si tu puntuación no es suficientemente alta se te puede prohibir la entrada en determinados hoteles, cursar estudios superiores o ser contratado por alguna empresa. Incluso si te rodeas de gente con baja puntuación, puede influir en tu propia nota.

Esta IA analizará individualmente a cada individuo en función de su información personal, sus interacciones en las redes sociales, los lugares que frecuenta, sus compras, sus gustos, sus hábitos, sus amigos. ¿Te parece intrusivo? Pues no dista mucho de lo que nos pasa al resto de los ciudadanos, sólo que se hace de una forma más “sutil”.
Si tienes un teléfono móvil, un ordenador, una Smart TV, un Smart Watch, un perfil en Facebook, Twitter, Whatsapp, Instagram, Amazon, Netflix, una cuenta de correo electrónico, si usas un asistente virtual como Alexa o Cortana, una tarjeta de crédito, si conduces un coche por carreteras controladas por radares y le echas gasolina en establecimientos dispuestos con cámaras de videovigilancia o si paseas por una de tantas calles dotadas de cámaras de seguridad, ya estás siendo escrupulosamente monitorizado.

¿Y qué papel tienen los partidos políticos como garantes de nuestra Constitución en cuyo artículo 18.4 se recoge el derecho fundamental a la protección de datos? Pues los partidos políticos han refrendado recientemente por unanimidad la nueva Ley Orgánica de Protección de Datos y Garantía de Derechos Digitales, de adaptación al Reglamento Europeo de Protección de Datos. Esta norma incluye en su disposición final tercera un artículo de modificación de la Ley Electoral por el que autoriza a los partidos a recopilar nuestros datos, de páginas web y otras fuentes de acceso público, para realizar perfiles psicológicos y enviarnos propaganda electoral personalizada sin consentimiento. Es el llamado spam electoral. Podrán hacerlo por Whatsapp, e-mail, o mensajes directos a través de las redes sociales. Si nuestros datos revelan que estamos enfermos los partidos nos mandarán mensajes a favor de una mejor sanidad, mensajes religiosos si somos creyentes, mensajes pro-vida si estamos en contra del aborto o animalistas si somos antitaurinos, y siempre con un tipo de lenguaje acorde a nuestro perfil psicológico. Recientemente el Defensor del Pueblo ha presentado un recurso de inconstitucionalidad contra el meritado artículo que ha sido admitido a trámite.

Además todas las formaciones políticas de nuestro país se han reunido hace escasos meses con directivos internacionales de Facebook, previa firma por supuesto de un acuerdo de confidencialidad. El motivo de la cita ha sido frenar las ´fake news´ de cara a las elecciones generales del 28 de abril. La prensa se ha hecho eco de que los partidos han coincidido en que la red social fundada por Zuckerberg (al que algunas voces postulan como futuro presidente de EE.UU.) no parece tener un plan prefijado para resolver este problema. Quizá el motivo es que realmente no le interesa pues a mayor polémica por estas noticias, más comentarios, visitas y mayores ingresos por publicidad.

4. Pero no olvidemos que nosotros también somos partícipes y colaboradores necesarios de todo este entramado; entre nosotros e incluso con nosotros mismos.

Reino Unido que es uno de los países más vigilados del mundo (se estima que hay una cámara por cada 14 personas), lo cual impide el visionado de todo el material recogido. El portal Internet Eyes ofrece la posibilidad de que los ciudadanos se espíen entre sí. Los propietarios de esas cámaras (policía, empresas y particulares) pueden emitir las imágenes en directo a todo el mundo y cualquier persona que se registre podrá visionarlas desde sus dispositivos. Se presenta como un “juego” y si el usuario percibe algo sospechoso, presionará un botón que alerta a la policía y el internauta acumulará puntos que podrá canjear por 1.000 euros.

Pero más allá del advenimiento de la sociedad distópica increíblemente vaticinada por Aldous Huxley y George Orwell en la década de los 30 y 40 respectivamente, es innegable que somos nosotros mismos los que voluntariamente nos exponemos a esta indiscriminada vigilancia mediante la publicación de contenido, sin medir las consecuencias de la “huella digital” indeleble que estamos imprimiendo. En Suecia miles de personas se están insertando voluntariamente pequeños microchips bajo la piel, con el fin de evitar llevar documentación física como carnets de identidad, billetes de metro o tarjetas de acceso al trabajo.

Desconectar para conectar con nuestro mundo interior

Llegados a este punto, si no podemos confiar en las empresas que nos surten de los servicios tecnológicos, ni en el resto de corporaciones, ni en nuestros Gobiernos, ni entre nosotros y ni casi en nosotros mismos, ¿a qué podemos aferrarnos en esta sociedad voraz y egóica? A nuestro Ser.

Debemos hacernos conscientes de lo que ya está ocurriendo, estar de alguna forma informados, responsabilizarnos de qué aplicaciones usamos, o al menos del uso que le damos, qué contenido publicamos, qué imágenes compartimos de nosotros y de nuestros menores. Pero sobre todo hemos de ser conscientes de qué estamos buscando en el mundo online, de qué adolecemos en el mundo offline, y darnos cuenta de que esa supraconexión tiene su origen en una desconexión con nuestro Ser y un vacío interior que tratamos infructuosamente de cubrir. Darnos cuenta de si buscamos amor, aprobación externa, huir de la soledad, no pensar, no mirarnos, no escucharnos… Las redes sociales son el escenario perfecto para crear un personaje ficticio, para compartir pensamientos, sentimientos, para exhibirnos, en definitiva, para vivir en el Ego.

Hasta ahora los medios de comunicación manipulaban en masa y era menos efectivo puesto que no podían controlar a cada ciudadano, pero con el auge de las nuevas tecnologías cada ciudadano puede ser manipulado individualmente y a cada segundo, monitorizando sentimientos conscientes e incluso inconscientes. La inteligencia artificial puede reconocer con un alto grado de precisión tu estado emocional por los gestos de tu cara, la velocidad a la que escribes un mensaje, las veces que miras el teléfono, las páginas que visitas o la música que escuchas, para luego añadirlo a tu perfil psicológico.

Por todo esto y por lo que adviene dado nuestro papel de víctimas y de verdugos a la vez, debemos estar más en presencia que nunca, más conscientes, en nuestra mente elevada, en nuestro centro. Y ante el conocimiento de esta sociedad vigilada no hemos de caer en el miedo, que es de lo que se nutre la sociedad distópica, sino en la conciencia y en la consciencia. Incluso que se escriban artículos así es lo que nutre a las élites, para que sepamos de forma velada que vivimos vigilados, ese mismo miedo es el que dosifican para ejercer la manipulación.

Desconectar para conectar: el vacío que se busca llenar conectando con el mundo online, sólo será sosegado en esencia conectando con nuestro mundo interior.

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Autora: María Ayarra García de Zúñiga (Abogada especialista en Protección de Datos y Derecho al Olvido Digital)
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