La actual mutación del sistema socioeconómico no ha sido fruto de la
casualidad. Durante décadas se fueron creando las condiciones adecuadas para ello:
+Primeramente, la base de los beneficios que el sistema siempre procura
maximizar dejó de estar en la plusvalía que se extrae del trabajador para centrarse
en el consumo. Y este, para que las ganancias fueran las mayores posibles, tenía
que ser masivo y en constante expansión.
+Esto obligó a superar uno de los pilares del capitalismo productivo surgido
de la Revolución Industrial: el ahorro, fundamento de la inversión. El ahorro
llevaba implícita una determinada moral social y estilo de vida: si alguien
deseaba algo, intentaba ahorrar para poder comprarlo; y si quedaba fuera de su
alcance, se reprimía el deseo. Pero esto constituía un lastre para el consumo
masivo, que exige generar el deseo irreprimible de consumir y facilitar los
medios para satisfacerlo.
+De este modo, el protagonismo pasó del ahorro al crédito: se desplegaron
las velas del préstamo y la deuda, apareciendo poco a poco nuevos instrumentos
financieros (la tarjeta de crédito es un ejemplo reciente) que dan a todos los
objetos del deseo la posibilidad de ser comprados sin necesidad de un ahorro
previo. Se configuró así la denominada sociedad de consumo, íntimamente
ligada a un endeudamiento creciente no sólo de las familias, sino también de
las empresas, que acuden intensamente al crédito bancario como manera de anticipar
y financiar sus inversiones y proyectos.
+Más llegados a este punto, el consumo/consumismo produjo un nuevo
cambio en la base del beneficio, ya que la deuda en sí y como tal se convirtió en el principal
generador de ganancias, muy por encima de la producción y venta de bienes y
servicios. Con ello quedó atrás el capitalismo productivo y su lugar fue
ocupado por el capitalismo financiero. Y la banca y la especulación, cada vez
más global y cortoplacista, tomaron los mandos del sistema.
+Ciertamente, uno tiene que pagar sus deudas en algún momento, pero una
refinanciación –deuda sobre deuda– permite salir del paso. Y de oca en oca, de
deuda en deuda, se avanza hacia una nueva clase de esclavitud: vivo para
devolver lo que me han prestado, aunque sea a costa de trabajar más horas y aceptar el tipo de vida y las reglas de
juego que el sistema impone. Así, el crédito y la banca
consiguieron transformar a personas y empresas en una nueva tipología de
esclavos: la “raza de deudores” que ha descrito Zygmunt Bauman. A los esclavos
que llenan el mundo ya no hay que ponerles grilletes, ni someterlos con
latigazos. Se creen libres en la jaula del consumismo y entre sus barrotes
virtuales forjados con préstamos y deudas.
+Los Estados, con sus políticas incentivadoras del consumo y el gasto, contribuyeron
a consolidar la sociedad de consumo, primero, y la raza de deudores, después. Y
en los últimos años, los propios Estados han pasado a formar parte de esa raza a causa del enorme endeudamiento originado por el gigantesco montante
de dinero público que los gobiernos han desviado a la banca privada.
+Ahora, ciudadanos, empresas y Estados, plenamente integrados todos en
la raza de deudores, están a merced de la banca internacional, que los domina y controla a
través de la gestión del crédito, que amplia y abarata o restringe y encarece
en función de sus objetivos e intereses, y la paulatina implantación de un
supranacionalismo global y no democrático.
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Una nueva entrega
de Recordando lo que
Es se publica en
este blog cada domingo.
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