Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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30/9/19

Carta abierta hacia un futuro de la medicina integrativa, no integrista: (auto) gestión de la salud en tiempos revueltos (Proyecto Consciencia y Sociedad Distópica)


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El blog El Cielo en la Tierra publica todos los lunes, desde el 3 de septiembre de 2018, una entrada relacionada con el Proyecto de investigación Consciencia y Sociedad Distópica. Por medio de la web del Proyecto se puede tener información detallada sobre sus objetivos y contenidos y cómo colaborar con él:
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Soy médico, licenciado en Medicina y Cirugía, y llevo casi 40 años de profesión. No soy médico alternativo, soy médico; no soy médico complementario, soy médico; no soy pseudomédico, soy médico; no aplico pseudoterapias, sino terapias. Siempre he prescrito los mejores remedios y medicamentos para ayudar en los procesos de enfermedad; casi siempre recomendaciones en nutrición y hábitos saludables, muchas veces remedios naturales, algunas otras químicos y, en raras ocasiones, cirugía.

Terminé la carrera en el año 1979, en la Facultad de Medicina de Bilbao, en el Hospital de Basurto. Durante los 6 años de carrera, estudié la enfermedad, sus síntomas, el diagnóstico, el tratamiento… También escuché dar pronósticos fatales a mi alrededor; pero en todo ese tiempo, apenas supe, ni aprendí de salud ni de cómo favorecerla.

Las facultades de medicina suelen centrarse en la patogénesis y en el origen de la enfermedad, olvidando el estudio de la “salutogénesis”, de los factores que favorecen la salud. Tampoco en ellas se aprende mucho sobre nutrición saludable, ejercicio, respiración, contacto con la naturaleza (tierra, agua, aire, sol), gestión del estrés, expresión emocional, relajación, meditación, etc.
Desde que comencé mi práctica médica profesional, he intentado profundizar en ambas condiciones; la salud y los factores que la favorecen. De la misma manera que he ido aplicando en mi vida estos últimos, he tratado de ayudar a los pacientes “hacientes” que se acercan a mi consulta, y sigo, a que los apliquen en las suyas.

Resulta curioso escuchar cómo preguntas recurrentes, sobre todo, en primeras consultas, acaban siendo la clave de la profunda transformación que puede sobrevenir a raíz de una crisis o enfermedad: – ¿Doctor, qué puedo hacer por mi salud?, ¿qué puedo hacer para curarme? Mi respuesta siempre es la misma: ¡Cuidarte! ¡Cuidarte para curarte! Así, la palabra “curar”, que etimológicamente proviene del latín “curare”, significa “cuidar”. Creo firmemente que es en esta misma premisa donde debe sustentarse la propuesta de toda ciencia de la salud que se precie; en “cuidarnos para curarnos”.

La curación es un proceso biológico inherente al organismo vivo como parte integrante de la capacidad de autocuración de la naturaleza y del universo al que pertenece. Se pone en marcha cuando la persona se cuida. Por ese motivo reconozco, como médico, que no soy yo quien tiene la capacidad de curar. Tampoco los medicamentos son garantes de la recuperación de la salud. Pero en las facultades no nos dan ese tipo de lecciones. Lecciones de humildad; ejercicios del todo necesarios para comprender y admitir que es el paciente activo (y no el médico) quien decide, como “dueño de su propio destino” y tras haber sido debidamente informado, cuál es el tratamiento adecuado para él.

Los médicos no curamos, tan solo acompañamos al paciente, guiándolo en la práctica de unos hábitos de vida saludables, mientras su organismo actualiza su capacidad de autocuración con la ayuda de remedios naturales y/o medicinas.

En la línea de esta misma visión integrativa de la salud que defiendo, tanto en este escrito como en mi práctica médica habitual, se expresa la OMS (Organización Mundial de la Salud) cuando en su Estrategia 2014-2023, contempla y recomienda: “Fortalecer la colaboración entre profesionales de medicina convencional y de Medicina Tradicional y Complementaria (MTC), con un enfoque centrado en la persona”. Asimismo, aconseja “Promover el respeto, la colaboración y el entendimiento mutuos entre los profesionales de la medicina convencional y la Medicina Tradicional y Complementaria y “Reunir a asociaciones de profesionales de MTC y grupos de profesionales de medicina convencional para promover la utilización segura y eficaz de la MTC. Siguiendo esa recomendación, muchos países de Europa apoyan y practican una medicina incluyente que contempla remedios de la Medicina Tradicional. En una palabra, abogan por una educación para la salud y una medicina integrativa.
Atendiendo a esta misma Estrategia 2014-2023, se hace urgente denunciar que la Organización Médica Colegial de España (OMC), a la que fielmente pago y por la cual no me siento representado sino todo lo contrario, está contradiciendo las recomendaciones de la primera autoridad sanitaria a nivel mundial, cuando califica de pseudoterapias aquellas terapias integradas en la Medicina Tradicional y Complementaria. Se hace inaplazable contestar, decir alto y claro que la OMC española no tiene la potestad ni puede, de ninguna manera, arrogarse la facultad de decidir qué tipo de medicina es “la buena”. Sintiéndome atacado en los últimos meses, por esta y otras organizaciones, me viene a la cabeza una petición. Tal como dice María Quiñelen, sanadora mapuche: Por favor, doctores, no sean “diostores”.

Haciendo un seguimiento de las declaraciones públicas emitidas por dicha organización, veo cómo, al cabo de los años, ha ido incurriendo en contradicciones evidentes. Tiremos de hemeroteca

El Parlamento Europeo presentó ya en marzo de 1997 el informe Paul Lannoye sobre el estatus de las Terapias Complementarias en el que se recomendaba a los estados miembros su reconocimiento, regulación y armonización. En ese mismo contexto, aunque siete años después, en el 2004, la OMC de España emitía una declaración, con fecha 2 de octubre, que decía: “la Medicina es ciencia y arte, de ahí que… uno de los derechos irrenunciables del médico es la libertad de prescripción para el mejor tratamiento de sus pacientes”.

En diciembre, en un escrito titulado “Medicinas alternativas y terapias no convencionales”, la misma organización declaraba: “Desde los Colegios Provinciales de Médicos, deberíamos iniciar la creación de Secciones Colegiales de Terapias Médicas Complementarias con el fin de establecer un registro de médicos que ejercen en estos apartados»…“Con esto no se pretende otorgar diplomaturas ni especialidades desde los Colegios, sino acreditar el ejercicio de los médicos en este campo y otorgar un visado».

De nuevo, el 14 de diciembre del 2009, la OMC española informaba del acuerdo adoptado en Asamblea General de reconocer el ejercicio de la homeopatía como acto médico (antes hizo lo mismo con la acupuntura): “La Organización Médica Colegial ha acordado por unanimidad, en Asamblea, reconocer la homeopatía como acto médico que precisa de un diagnóstico previo, de una indicación terapéutica y ser realizada por personal cualificado y en centros sanitarios autorizados. Este paso se suma al dado anteriormente y en la misma línea con la acupuntura.”

Tras estas pruebas innegables de contradicciones profundas con las posturas actuales, las preguntas que cabe hacerse son:

+¿Qué poderes fácticos (económicos) se han puesto en movimiento para que ahora, la Organización Médica Colegial de España dé un giro de 180º en su estrategia?

+¿Qué oscuros intereses, al margen del ámbito estrictamente profesional, han provocado tanta contradicción y tanto ataque en tan poco tiempo?

+¿Cuál es el motivo que los medios de comunicación no están investigando ni explicando el proceso por el cual se ha pasado de reconocer a la homeopatía o a la acupuntura como actos médicos, a considerarlas pseudociencias o pseudoterapias?

Actualmente, en nuestro país, a diferencia de lo que pasa en Europa, todos los profesionales de la salud que, en coherencia y honestidad, apoyamos la capacidad autocurativa de la naturaleza (la vis medicatrix naturae de los médicos antiguos), estamos viviendo una nueva caza de brujas. Se desprestigia y se ridiculiza la medicina natural, se caricaturiza a la homeopatía y a la acupuntura; se humilla a los profesionales que trabajamos con Medicina Tradicional de Occidente, en mi caso, con medicina higienista y medicina antroposófica. También el yoga, la terapia gestalt o el psicoanálisis forman parte de una larga lista negra de terapias non gratas; se mete en el mismo saco a los médicos y profesionales sanitarios con titulación y a los oportunistas (que los hay, como en todo ámbito humano); se nos insulta, se nos ofende, se nos difama diciendo que formamos parte de una secta, que engañamos y que nos lucramos a expensas de los incautos que vienen a nuestras consultas. Falta que nos quemen en la hoguera para que purifiquemos nuestras almas.

La Organización Médica Colegial Española que, en teoría es una Hermandad para proteger a sus afiliados, está atacando con una falta total de ética y un olvido absoluto de su código deontológico, a los médicos que apoyamos una educación para la salud y que abogamos por aplicar una medicina integrativa; una medicina que integre lo mejor de la medicina convencional y lo mejor de la tradicional o complementaria; una medicina que sitúe al ser humano en el centro de su propio proceso hacia la salud y que se acompañe, en pleno derecho, de una información previa y una libre elección posterior. Las instituciones sanitarias de este país y la OMC, sin ni tan siquiera llamarnos a declarar ni contar con nuestro derecho a la presunción de inocencia o a una defensa justa, ha llevado a cabo un juicio sumarísimo (al igual que durante la dictadura) y nos ha declarado culpables.

Como médico, sigo las indicaciones de la OMS y espero que, una vez más, lo que hoy es difamado y calumniado, sea mañana integrado en las facultades de medicina y que éstas se conviertan, algún día, en verdaderas Escuelas de Salud. Más que nunca es preciso defender una educación para la salud y el desarrollo de una medicina preventiva que dé como resultado una reducción del enorme consumo de medicamentos en nuestra sociedad, ya que, de otra manera, nuestro sistema de salud podría perfectamente entrar en una crisis sin precedentes o en la misma bancarrota.

No debemos olvidar que antes de la aparición de la actual medicina y de recetar medicamentos químicos, elaborados en los laboratorios, la gente también se curaba. Los médicos de la antigüedad sabían que la enfermedad está íntimamente ligada a la forma de vida. Como así lo entendían, ayudaban a la persona a recuperar la armonía con la naturaleza y el cosmos y, para ello, utilizaban plantas, minerales y remedios naturales; todo aquello a su alcance para que despertara la capacidad curativa del organismo humano. No conviene caer en la arrogancia de creer que los médicos de entonces no sabían y que nosotros, los de ahora, sí sabemos. Ellos percibían y conocían cosas que, por nuestra hipertrofia mental y nuestra arrogancia hemos ido descartando. Y por lo visto, dicha inercia continua…Tampoco podemos olvidar que muchos de los medicamentos actuales se han sintetizado a partir de la naturaleza: la penicilina, la metformina, la colchicina y los derivados del tejo, la morfina derivada del opio o la aspirina, que se aisló de la corteza del sauce, entre muchos otros.

El cambio más significativo en el sistema médico desde antaño hasta nuestros días ha sido el gigantesco aumento de la química y de la tecnología, incluso podemos decir que hay cierta fascinación o seducción por la “aparatología”, con el consecuente menoscabo del trato cálido humano, además de los efectos colaterales a consecuencia del sobrediagnóstico. La ciencia ha olvidado también el estudio de los procesos inherentes a los remedios naturales y se ha preocupado por sintetizar sustancias aisladas que finalmente son reproducidas en un laboratorio, fuera de todo lo vivo y sus fuerzas.
Por otro lado, la ciencia actual es solo un intento de interpretar el mundo, una pequeñísima aproximación a la realidad; pero no es la realidad misma. Pretender imponer una única visión de dicha “realidad” nos hace retroceder a la etapa pre copernicana y, sobre todo, nos conduce a oponer resistencia a un futuro que llegará seguro; porque con hogueras o sin ellas, dentro de 30 años, la “medicina será integrativa o no será”. Creo fundamental y necesario que nos adelantemos, que sigamos practicando una ciencia con consciencia, eligiendo el camino de la “salutogénesis”. Y para ello deben dejarnos, a los médicos y especialistas de la salud (enfermer@s, fisioterapeutas, nutricionistas y otr@s terapeutas), hacer una verdadera educación para la salud. Déjennos ser médicos y especialistas en libertad.

Hace ya varios años, el British Medical Journal -revista médica semanal de la Asociación Médica Británica- decidió averiguar la eficacia real de los tratamientos convencionales, poniendo en marcha una iniciativa denominada Clinical Evidence a fin de responder, básicamente, a tres cuestiones: cuántos de los tratamientos comúnmente utilizados se apoyan en evidencias de peso; cuántos no deberían utilizarse o hacerlo sólo con mucha precaución y cuáles son las principales lagunas del conocimiento médico. Para responder a esas preguntas, se analizaron, uno a uno, los 2.500 principales tratamientos médicos convencionales, muestra que posteriormente se ampliaría hasta los 3.000. ¿El resultado? Que solo el 11% eran claramente beneficiosos, el 24% podían ser «algo» beneficiosos, el 7% estaban entre beneficiosos y dañinos, el 5% era poco probable que fueran beneficiosos y el 3% podían ser ineficaces y/o dañinos. Del otro 50% no se sabe nada… Y nada es ¡nada!

¿Para cuándo el Sistema Sanitario retirará los miles de medicamentos químicos que se consideran inútiles o, en el peor de los casos, dañinos y que ocupan tanto espacio en nuestro vademécum? ¿Cuánto daño irreparable se ha causado ya a los pacientes que han estado utilizando medicamentos prescritos por su médico y que finalmente han sido retirados? Como pequeño ejemplo, recordemos a los miles de afectados graves por la talidomida, la cerivastatina, el rofecoxib (Vioxx), la terapia hormonal sustitutoria en la menopausia (“parches de estrógenos”) o, más recientemente, Valsartán y Depakine, este último por alteraciones fetales durante el embarazo. Más de cien medicamentos que en España contenían Valsartán como antihipertensivo fueron retirados por Sanidad a principios de verano. La medicina convencional no está exenta de errores y tampoco está al abrigo de ciertos desaprensivos que anteponen el dinero y el poder personal al bien general.
La Office of Technology Assessment (Oficina de Evaluación de Tecnologías) del Congreso de los Estados Unidos ha estimado que menos de un 30% de los procedimientos utilizados actualmente en la medicina convencional han sido rigurosamente comprobados. (1). Es difícil ser garante de la ciencia médica partiendo de estas premisas.

En el año 2005, John Ioannidis escribió todo un clásico, un texto muy crítico con los actuales estudios clínicos: “Why Most Published Research Findings Are False”. Ioannidis, profesor de Medicina, de Investigación y de Política de Salud en la Facultad de Medicina de Stanford, afirma que se puede probar que la mayoría de los resultados científicos investigados son falsos.

En línea con este reconocido autor, invito a que nos hagamos la siguiente reflexión: Mientras los resultados de las investigaciones puedan ser “maquillados” o “amañados”; mientras los investigadores puedan ser comprados o silenciados; mientras el 90% de la formación médica esté en manos de las compañías farmacéuticas y éstas gasten el doble en marketing que, en investigación, ¿seguiremos pensando que la ciencia oficial es ciencia? o ¿pseudociencia? Mientras haya tanto dinero en juego y fuera de control, la buena farmacia se teñirá de “farmafia”.

Por otro lado, David L. Katz, profesor de Epidemiología, Salud Pública y Medicina en la Escuela de Medicina de la Universidad de Yale, señala que“muchas intervenciones de las MAC (Medicina Alternativa y Complementaria) están, en realidad, validadas por estudios metodológicamente rigurosos”. A veces, no hay más ciego que el que no quiere ver…

Algunos hospitales de hoy en día llevan el nombre de antiguos médicos considerados “herejes” en su época: Arnau de Vilanova (Hospitales de Valencia y Lleida), Miguel Servet (Hospital de Zaragoza) son dos ejemplos. Ambos fueron estudiantes de medicina en Montpelier, médicos, humanistas, teólogos, astrólogos, estudiosos de las ciencias herméticas (filósofos) y ante todo, librepensadores y buscadores de la verdad (científicos). Arnau de Vilanova fue el médico-astrólogo más famoso de Europa. Servet dio a conocer la circulación menor entre el corazón y el pulmón y fue quemado “por sus ideas religiosas”, ya que no encajaban con la religión al uso del momento histórico que le tocó vivir. Estos médicos percibían los procesos ocultos que hay en la naturaleza y en el cosmos tras la materia, y los sabían aplicar. Utilizaban las sustancias y las “esencias” de la naturaleza para apoyar las fuerzas vitales del organismo humano.

Me pregunto ¿por qué se mantienen sus nombres en hospitales y nos enorgullecemos de que formen parte de nuestra historia, cuando lo que en realidad defendían y practicaban era la medicina natural e integrativa que ahora se está criminalizando? Miguel Servet defendió la necesidad de que los médicos conocieran la astrología para saber la influencia de los astros sobre el hombre sano y enfermo, aunque sabía que en aquel tiempo la pena para los que interpretaban por “adivinación” era ser quemados en la hoguera. ¿Eran ellos también pseudocientíficos? ¡No! Eran “cientificonaturales” y sobre todo, librepensadores frente al dogmatismo al uso.
Alguien al que no se puede tachar de pseudocientífico, el Dr. Joan Ramón Laporte, catedrático de Farmacología en la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Institut Català de Farmacología señala, en “La Contra” de La Vanguadia del 24/01/2011 y en El Periódico del 20/12/2015 que: “Estudios de EEUU, Francia, Alemania y España constataron que los medicamentos son la cuarta causa de muerte en Occidente, después del infarto, el ictus cerebral y los cánceres” “Y por encima de la diabetes, las enfermedades pulmonares y los accidentes de tráfico”.

En El Periódico, Laporte comenta: “La factura por consumo de medicamentos financiados sigue siendo altísima en España. De cada 100 euros destinados a la sanidad pública, 25 van a los fármacos. Suecia gasta 8 euros en esa partida, (Gran Bretaña gasta 10,7) pero los profesionales sanitarios suecos practican una asistencia mucho más próxima al ciudadano que los de aquí. Aquí se está sustituyendo la relación médico paciente, por la adquisición de tecnología nueva, carísima”. Lo que digo, aparatología. Y dependemos tanto de los aparatos, que estamos perdiendo el ojo clínico, nos estamos quedando tuertos o directamente, ciegos.

Si España forma, efectivamente, parte de Europa, la toma de medicamentos en este país es la cuarta causa de muerte, como hemos visto. Además, La Agencia Europea del Medicamento calcula que cada año, fallecen (en Europa) cerca de 200.000 personas a causa de efectos adversos de los medicamentos. La pregunta es clara: ¿Quién asume la responsabilidad de dichas muertes? Si los médicos que apoyamos una Medicina Integrativa “matáramos” a tantas personas, estaríamos en la cárcel o nos habrían quemado vivos. Como decían los antiguos médicos “primum non nocere”; antes de nada, no hacer daño, ni a los pacientes, ni a los colegas.
Como todos los gremios, también el médico se contagia de la corrupción. El Dr. Peter Gøtzsche, director y fundador del Centro Cochrane Nórdico, escribió:“Medicamentos que matan y crimen organizado: Cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud”; un libro de recomendable lectura para todo especialista que quiera acercarse, desde una visión crítica, pero basada en datos y en “evidencias”, al sistema médico-farmacéutico.
Hace pocas semanas Gøtzsche fue expulsado de Cochrane, centro que, supuestamente, mantiene el estándar de la medicina basada en pruebas y que por alguna extraña jugada, ha sido mal traducida por “una medicina basada en la evidencia”. Desde luego, no cabe duda de que corren malos tiempos para aquellos que van con la verdad por delante. En ese libro, Gøtzsche afirma que “los medicamentos son la tercera causa de muerte en los países en los que más medicamentos se toman”. En el prólogo de ese mismo libro, Laporte escribe: “La industria farmacéutica es el tercer sector de la economía, por detrás del armamento y del narcotráfico. En Estados Unido tiene unos beneficios cuatro veces más elevados que los demás sectores industriales”.

Según el Dr. Juan Gérvas, como recoge Acta Sanitaria: “El 90% de la investigación publicada en medicina es falsa”. “Se han evaluado 3.000 intervenciones habituales de la medicina científica y apenas el 11% tiene valor demostrado”. “Es imposible replicar la mayoría de los estudios sobre la medicina científica publicados en las mejores revistas del mundo”. (2)

Quizás la medicina convencional que se autoproclama a sí misma como “la verdadera”, no sea tan científica, en realidad y sí algo más comercial. De acuerdo con la opinión de Gérvas, en su escrito Malicia Sanitaria y Prevención Cuaternaria: “La medicina puede hacer mucho bien, pero puede también hacer mucho daño, más por acción que por omisión”.

Si se quiere realizar un poco de autocrítica, se puede ver el programa “Sobremedicados” de Salvados (la Sexta). En dicho espacio, donde se afirma que España es el segundo país del mundo en consumos de fármacos por habitante, Laporte señala: “En psicofármacos: medicamentos para la ansiedad, medicamentos para dormir, medicamentos para la depresión, somos primeros en el mundo”.

Parece que es norma en el ámbito humano que, a mayores sumas de dinero aparezcan también mayores índices de corrupción. Tal vez no les iría mal a los que mandan en el sistema sanitario actual levantar las alfombras de sus propias instituciones y dejar de culpabilizar y perseguir a los médicos y demás especialistas de la salud que, por suerte (o por desgracia para ellos y sus familias) no siguen el pensamiento único que determinados lobbies quieren implantar, presionando a gobiernos y grupos de comunicación.
El actual gobierno español, que se considera de izquierdas, en su reciente “Plan de acción para combatir las pseudociencias” escribe: “Un 59,8% de las personas cree en la utilidad terapéutica de la acupuntura y un 52,7% considera que los productos homeopáticos son efectivos, según la encuesta de FECYT de 2016. ¿Y quieren que dejen de creer? Una de dos; o consideran que más de la mitad de las personas tienen una mente demente o intentan que todos pensemos como ellos, con el pensamiento único del Gran Hermano. Si es lo primero, se trata de arrogancia. Si lo segundo, es fundamentalismo, integrismo o dictadura. ¿No estará sucediendo que muchos de los que creen es porque han visto su efectividad en ellos mismos o en personas de su entorno más próximo? Además, los estudios muestran que a estas terapias humanistas se acercan personas con un nivel cultural más bien alto.

En los Estados Unidos, existe actualmente un Consorcio de Medicina Integrativa y Salud que integra a las Escuelas de Salud o Centros Académicos de Salud y Medicina Integrativa. Consortium of Academic Helth Centers for Integrative Medicine (CAHCIM). (3)

En dicha organización aparecen miembros tan destacados, reconocidos y abanderados de la ciencia actual como: Boston University School of Medicine, Harvard Medical School, Johns Hopkins University, Mayo Clinic, Oregon Health and Science University, University of California, Yale University, Stanford Universitty, etc, etc… E incluso la Universidad Autónoma de Guadalajara-Méjico. La misión del CAHCIM es “Promover los principios y prácticas de los cuidados de la salud integrativa en las instituciones académicas”. Entre sus miembros se incluyen “57 prestigiosas Escuelas de Salud”.
Según este consorcio de Medicina Integrativa y Salud (CAHCIM), la Medicina Integrativa tiene como objetivo “ayudar a transformar la medicina y la salud mediante estudios científicos rigurosos, nuevos modelos de atención clínica y programas educativos innovadores que integran la biomedicina, la complejidad de los seres humanos, la naturaleza intrínseca de la curación y la rica diversidad de sistemas terapéuticos”. Tanto en la agricultura como en la medicina, el monocultivo (una sola terapia) es sinónimo de poca vitalidad y favorece el desequilibrio y la enfermedad, tanto individual como social.

Mientras los avances de la medicina oficial o convencional que vienen de Estados Unidos son bien acogidos, la apertura de las Escuelas de Medicina de dicho país a la Medicina Integrativa no se tiene en cuenta. ¿Somos quizás un país diferente?, Spain is diferent? ¿O quieren ponernos gafas especiales para que veamos, no lo que miramos, sino lo que ellos quieren que veamos? ¿Acaso quieren que tengamos estos símbolos cómo bandera: $ – €?

Además la Medicina Tradicional e integrativa se contempla en los sistemas sanitarios de países hermanos como Perú, Chile, Ecuador, Nicaragua, Cuba…etc. Y Recuerdo que Cuba, recientemente visitada por el presidente de España, ha sido punto de referencia y excelencia para médicos españoles que se han formado en Salud Pública. Muchos médicos de este país se formaron con profesionales cubanos en el Sistema Cubano de Salud, uno de los más avanzados a nivel mundial en cuanto a Salud Pública se refiere.

Mientras que la Organización Médica Colegial española ha declarado la guerra a las medicinas antiguas o tradicionales, base, por otra parte, de nuestra medicina convencional, en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) se construye el primer Centro Europeo de Medicina Tradicional China (TCM-EU), medicina antigua de Oriente, que está previsto inaugurar en el 2020. En la idea han colaborado estrechamente el Ayuntamiento de Barcelona y la Generalitat de Catalunya. El centro se impulsará gracias a los 80 millones de inversión por parte de las autoridades chinas. Dicho espacio albergará un centro de formación, que cuenta con el apoyo de la Universitat de Barcelona (UB), donde se impartirán posgrados en medicina tradicional china y formación propia, de forma continuada y virtual. Estará preparado para acoger entre 80 y 150 estudiantes (La Vanguardia 14-05-17). Cuando leo esta noticia pienso, como Quevedo, “poderoso caballero es don dinero”, que puede cambiar la concepción de lo que es ciencia por lo que es pseudociencia, o viceversa.

¿Quién ha otorgado la potestad a los representantes de la Organización Médica Colegial para que decidan el tipo de medicina que debe aplicarse en nuestro país? ¿No se dan cuenta de que están rechazando, difamando, denigrando una medicina integrativa que ya en otros países de nuestro entorno está incluida dentro de su Sistema Sanitario?

Intentar crear el pensamiento único, yendo en contra de todas las personas que tienen diferentes maneras de pensar ha sido y es la manera de proceder de muchas organizaciones y grupos sociales a lo largo de la historia de la humanidad que podemos tildar de dogmáticas, fanáticas o fundamentalistas… No caigan en ese repetido error. La inquisición consideró que la religión católica era la única verdadera y todos sabemos lo que pasó. No hagan de la ciencia una religión dogmática más.

Los médicos que abogamos por una medicina integrativa no vamos en contra de la medicina convencional, sólo intentamos ampliar la ciencia del curar, centrándonos en la salud y no tanto en el hecho de “combatir” la enfermedad.

Mientras la medicina oficial puede ser muy efectiva en una crisis aguda, muchos pacientes “actuantes” ven mejorar su enfermedad crónica con otras terapias más naturales y con menos efectos colaterales. Les satisface descubrir que pueden jugar un papel activo en la curación de su enfermedad y además autogestionar (hacer algo por ellos mismos) en la prevención de nuevas recaídas. Cuidarse para curarse es la propuesta de una medicina centrada en la salud y en la consciencia.

A punto de cumplir cuatro décadas ejerciendo mi profesión, que se dice pronto, puedo expresar, con satisfacción, que no he matado a nadie, que no he engañado, que no me enriquecido con mi trabajo; que nunca me han tentado con las convenciones médicas pagadas en el Caribe y que tras todos estos años, sigo siendo coherente con mi idea de apoyar la salud y la vida. Por todo ello, les ruego que no me difamen, que no nos difamen, que no nos nieguen el derecho a informar a los pacientes “hacientes” para que sean ellos quienes finalmente puedan decidir con total libertad. Respeten nuestro derecho a desarrollar nuestra labor.

El artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos humanos dice así: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”. Pero mientras los medios de información estén en manos de poderes fácticos, comprados por poderes económicos, la información seguirá desinformando y el ejercicio de nuestros derechos (los de todos) se verán tan coartados que tendremos que recurrir a otros medios menos controlados.

Los médicos convencionales y la Organización Médica Colegial española deben saber que el rechazo al uso de las Medicinas Tradicionales y Complementarias no provoca su abandono por parte de los pacientes, sino su ocultamiento. Por experiencia sé que los pacientes que usan terapias naturales, homeopáticas, acupuntura, medicina antroposófica, terapia neural, osteopatía, etc., no se atreven a decir al médico convencional que están siguiendo tratamientos paralelos. No nos hagan volver a los tiempos de la clandestinidad.

Pedimos respeto, clamamos respeto… y que se pare esta campaña orquestada por no se sabe qué poderes económicos ocultos contra los profesionales que trabajamos en coherencia y con honestidad. De la misma manera que nosotros respetamos a los colegas que ejercen la medicina convencional, exigimos que el sistema sanitario imperante nos respete. Médicos y especialistas de la salud con ideas parecidas a las nuestras son respetados en países europeos como Alemania, Holanda, Suiza o Inglaterra en sus respectivos sistemas sanitarios. ¿Por qué nosotros no? ¿Debo creerme aquello de que Europa empieza, efectivamente, al norte de los Pirineos?

Soy partidario de una medicina integrativa que aúne lo mejor de la medicina convencional y lo mejor de la medicina natural, higienista, antroposófica, medicina tradicional china, osteopatía, terapia neural… Una medicina que actúe a favor del protagonismo del paciente activo, situándolo en el centro de nuestro sistema sanitario. Sabemos, como decía Avicena hace siglos, que“la mayoría de enfermedades; incluso aquellas que llevan al que las sufre a un especialista, son causadas únicamente por una serie prolongada y continuada de errores en la dieta y en el régimen de vida”. No nos contentemos con aliviar los síntomas, avancemos en la ampliación de nuestras capacidades como pacientes activos y como profesionales. Hagamos entre todos una sociedad más coherente, justa y solidaria, dando paso a una medicina más humanista, centrada en potenciar la salud de los habitantes de este país.

Es el momento de elegir: ¿una medicina integrativa o una medicina integrista?

NOTAS:
1.- Relman A, Weil A. Is Integrative Medicine the Medicine of the Future?
Arch Intern Med. 1999;159:2122-26.

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Autor: Karmelo Bizkarra Maiztegi (Licenciado en Medicina y Cirugía)
Fuente:
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