Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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6/12/21

Espiritualidad en una sociedad distópica (Proyecto “La Física de la Espiritualidad”: 49)


A veces pienso que ponernos a meditar sobre lo espiritual, con la que está cayendo, no parece estar en contexto, dado que cuando la casa se quema o viene la riada, más que rezar, lo que hay que hacer es salir zumbando lo antes posible hasta ponernos a salvo, lejos del peligro. Pero también es cierto el dicho popular de que “nadie se acuerda de Santa Bárbara hasta que no truena”.

Rogando a Santa Bárbara

Santa Bárbara, es la santa   abogada frente a las Tormentas; será por aquello de que es la patrona del Arma de Artillería por los bombazos y esas cosas. También es la intercesora frente al fuego o ante la muerte repentina sin confesión.  Su oración reiterativa y protectora la decían así en Terque, un pueblo de Almería: 

Santa Bárbara bendita, que en el cielo estás escrita, con papel y agua bendita. Hija del emperador, líbranos de una tormenta y de un rayo que es peor.

No, si la gente en estas cosas hila muy fino y, pone todas las cosas en su sitio.

Pero más allá de las tradiciones populares y, de la mano de Paul Ehrlich, por aquello de que somos eficaces ante la emergencia pero no sabemos prevenirla, lo de Santa Bárbara es la versión religiosa de la sociológica.

Pero esto va más allá, porque la pregunta que nos podemos hacer es si poner el foco en la espiritualidad en un momento de distopía social generalizada, es procedente, salvo el rezo a Santa Bárbara ante ataques de pánico social, a ver cómo nos puede echar una manilla.

Yo creo, y esto lo digo y lo comento tomando café con el lector, sin ánimo de pontificar, que si reflexionamos un poco sobre el fenómeno de la New Age, de la Era de Acuario, del Nuevo Eleusis de la Humanidad o como queramos denominarlo, que vimos en la anterior entrega, no parece que la Tecnología, por ella sola, pueda revertir las amenazas y suavizar los impactos sociales, económicos y medioambientales de la suicida carrera uniformemente acelerada, que la Humanidad ha tomado hacia su propia destrucción.

No cabe duda de que la Tecnología actual (la 3.0) y la que está saliendo de los laboratorios de investigación y de las fábricas (la 4.0) y, acaso gestándose ya la 5.0, nos va a posicionar ente realidades tan maravillosas como inquietantes, porque la fuerza, como diría Lucas, tiene su lado luminoso y su lado oscuro. Sobre todo la genómica, la inteligencia artificial y el transhumanismo prometen grandes sorpresas, tanto agradables como desagradables. El problema está en que mientras la mente ha sabido evolucionar tanto como para ser capaz de desarrollar la actual civilización del Siglo XXI, el alma de los humanos, o sigue dormida, o drogada con rituales, o acaso esté comenzando a despertar.

Juegos de guerra

Una mente altamente inteligente y desarrollada con un alma dormida, es como dejarle un alto explosivo a un niño que sólo pretende jugar a ser mayor, del mismo modo que el ser humano pretende jugar a ser Dios. El riesgo de una tragedia, con el niño al mando, es virtualmente del cien por cien, como la Historia tantísimas veces ha demostrado.

Por eso, el problema no es buscar soluciones tecnológicas a los problemas de la Humanidad, primero porque ya existen y ya se conocen; pero segundo porque aplicadas por los hombres bajo criterios de beneficio particular, lo que exige bordear permanentemente la legalidad sin que importe la moralidad, hará caer su efectividad ante los problemas tanto que la tecnología misma se convertirá y, si no al tiempo, en parte grave del problema. El uso de la IA, la genómica y la Robótica desde sus lados oscuros, puede terminar definitivamente con la propia humanidad. “Terminator”o “Matrix”, por ejemplo, no debemos tomarlos como “cosas de película”, que diría el abuelo.

Los filósofos espabilados nos advierten sobre la necesidad de replantearnos la ética en la sociedad, aquello de no hacer daño, hacer el bien, ser ecuánime y respetar la autonomía de los demás. Pero los políticos progresistas y los magnates económicos utilizan ese buenismo de la gente para ganar elecciones o ampliar los beneficios corporativos, así que hasta en la predicación de las normas éticas existe un gran agujero para la maldad.

Qué mensaje dar a la gente

Pero no incidamos más en analizar los problemas, que uno ya está aburrido de escuchar siempre la misma retahíla de calamidades. Vayamos en el mensaje para la gente que vive angustiada con los problemas que hemos de afrontar cada día.

Comenzaré con un ejemplo.

En el episodio “3-Suficientemente seguro”  de la tercera temporada de la serie de Netflix “New Amsterdam”, donde los protagonistas están tratando de lanzar mensajes en video de confianza a la gente para que regrese al Hospital, una vez superada la primera ola de la pandemia de Covid, el director Max, trata de escribir un mensaje directo de esperanza, utilizando palabras adecuadas pero, ante su imposibilidad de que le salga de corrido, le pasa el muerto a la oncóloga, la Dra. Helen Sharpe, que trata de ir por el mismo camino, hasta que delante de la cámara, se rinde y reconoce que no puede ni sabe mandar ese estereotipado mensaje de esperanza, cuando ella simplemente tiene ante la pandemia, tanto miedo como cualquier hijo de vecino. Está aterrada y… “no estoy dispuesta a decir que no hay nada que temer cuando todo el mundo debería tener miedo... Tenemos que decirle que quizás no podamos deshacernos de este virus y que de algún modo deberemos aprender a vivir con él...” 

Helen no se dio cuenta de que sus palabras salidas desde las tripas fueron grabadas y alguien aprovechó el video para difundirlo y finalmente se hizo viral y convenció a la gente, que comenzó a regresar al Hospital.

Es decir, en la situación en la que estamos en nuestros países y en el mundo, donde todo parece indicar que estamos al borde de una hecatombe social, donde la normalidad distópica en la que vivíamos en 2019, es cada vez más evidente que se ha ido para siempre, vuelvo al inicio, parece estar fuera de contexto hablar de que rezando un rosario diario a María Santísima todos juntos, o poniéndonos en postura “om” y hacer meditación trascendental media hora diaria, vamos a poder revertir el deslizamiento abismal de la sociedad. 

No cabe duda de que, según el sentir de las gentes, “lo que para mí es cierto, para mí es cierto” y, los que creen que estas prácticas piadosas son efectivas, pues realmente lo son. De modo que sin menospreciar el hecho de rezar a Santa Bárbara, la cuestión creo que va por reconocer la realidad a la gente, sin exagerar ni subestimar los riesgos.

Otra opción es la de los partisanos que enarbolan la bandera de la resistencia contra la tiranía, dispuestos a atacar y tomar los cuarteles de invierno y los palacios de los poderosos, organizando protestas antisistema, a veces incendiarias, pudiendo llegar a ser mechas de auténticos conflictos sociales. Este ha sido el proceder de los oprimidos contra los tiranos a lo largo de la Historia, lo que ha provocado una innumerable sucesión de ciclos de guerra, paz, prosperidad, esplendor, declive, caos y guerra nuevamente.

Optar por esta alternativa es conducir a las masas a enésimos ciclos de guerra y paz.

En la situación actual y, esto siempre desde mi punto de vista, completamente criticable, la fase de declive que describe el mundo a nivel ético y social, aunque tecnológicamente estemos a la vanguardia en IA, IoT, 5G, Robótica y Bioingeniería, va a conducir ella misma, por pura inercia sistémica al estallido final, sin que haga falta cruzadas de salvación de la Humanidad ni de revolución bolchevique o similar contra los poderosos. El castillo de naipes, la “house of card”, se vendrá abajo él solito.

Tampoco hay que asustar a la gente en extremo con todas estas cosas, porque el miedo es lícito, comprensible y justificable y, ante una situación absolutamente caótica e incierta, no debemos nosotros echar más leña al fuego salvo la necesaria para que la gente despierte. Pero no como hacen los negacionistas de la Covid, que están convencidos que esto es una conspiración del Club Bilderberg contra toda la Humanidad, provocando con la pandemia la cuarta Guerra Mundial, una guerra tranquila mediante armas silenciosas.  

En realidad, ante la tormenta desatada que estamos empezando a sufrir y experimentar en todo el mundo, yo al menos, no soy capaz de dar consejos sobre cómo afrontarla y sobre cómo empezar a dar mensajes de esperanza a la gente, como trataban de lanzar los médicos del New Ámsterdam, porque efectivamente, yo también tengo miedo. La situación va a llegar a ser tan incontrolable, que de bien poco van a servir las medidas de ajuste, vigilancia y control del riesgo.

Un huracán llamado Covid

El ejemplo de la pandemia de Covid19 es un ejemplo claro de, hasta qué punto, estamos ante una crisis ante la que el ser humano, en su conjunto, está demostrando su incapacidad para poder controlar una situación de dimensiones planetarias, que parece estar fuera de control.

La primera ola fue un caos total que consiguió detener, paralizar prácticamente, la actividad humana en casi todos los países del mundo; obligó a tener a toda la población confinada en sus casas, siendo habitual durante un par de meses ver cómo avenidas normalmente atestadas de gente en todas las ciudades del mundo, estaban desiertas. Pero más sorprendentes fueron las siguientes olas, donde se juntaron un cúmulo de factores epidemiológicos, microbiológicos, económicos, sociales y simplemente humanos que convergieron todos en una respuesta del “sistema social” fuera de control de las autoridades sanitarias, económicas y políticas. 

Los que conocemos por profesión cómo se comportan los contagios y las epidemias, yo al menos y, mirando a los ojos de los demás expertos, no podemos dar crédito a lo que hemos vivido y seguimos viviendo, porque en esa sin par y singular batalla entre huésped y virus, las reglas del contagio se han hecho añicos y, los profesionales sanitarios vamos con la lengua afuera, al rebufo de cómo está respondiendo el virus…, o lo que sea que está provocando esto, porque las malas lenguas aseguran que aún no se ha podido aislar el agente infeccioso, aunque sorprendentemente se conoce su genoma y sus antígenos.

En suma que, acudiendo a un principio básico de la Teoría de sistemas, 

cuando un sistema queda fuera de control, el que toma el control es el propio sistema”,

… es decir, cuando perdemos los humanos el control de los acontecimientos, estos entran en un comportamiento inercial, arrastrándonos hacia un final nada agradable, que suele ser el desastre o un nuevo estado estable, una vez habiéndose llevado por delante como en un gran tsunami, a todos nosotros. Si a todo esto le sumamos la presunta “intencionalidad” de la pandemia, tenemos ante nosotros el huracán o la tormenta perfecta y, encima, la lucha entre negacionistas y oficialistas covidianos.

No hacer nada

“No hagas nada, para que nada quede sin hacer”

Este es el magistral consejo de Lao Tse ante la mente inquieta que busca desesperadamente encontrar una solución a sus problemas o un camino hacia su plenitud.

“Mas cuando os entregaren, no os apuréis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado qué habéis de decir” Mt 10,19, Mc 13,11, Lc 21,14.

Este es el consejo que Jesús da a sus discípulos para cuando sean arrestados y llevados ante los jueces. Es decir, ante la tribulación, ante situaciones que evidentemente son imposibles ya de afrontar, “no hagáis nada”, que el Padre hará todo por vosotros y pondrá en vuestra boca las palabras exactas.

Así que ¿qué podemos decir a personas, nuestros familiares, nuestros amigos y compañeros, qué tienen razones más que suficientes para vivir angustiados ante la situación actual?

Nada, no tenemos que pensar qué consejo podemos darles para calmarles y darles esperanzas. Ante un edificio en ruinas que está a punto de venirse abajo, por mucha reforma decorativa que hayamos hecho en su interior, ¿cabe dar mensajes de esperanza tales como “todo saldrá bien”?

Pues no, es de necios darle esperanzas a un moribundo con cáncer terminal o decirle al que tiene cáncer de pulmón en grado cuatro que deje de fumar… Solo valen ya los cuidados paliativos.

Hay situaciones que sobrepasan nuestra capacidad de esperanza en que “todo vaya a salir bien”, en que “a este virus lo paramos unidos” (infantil campaña del Gobierno durante la primera ola, que nos animó a aplaudir a las ocho de la tarde por las ventanas). Y se ha visto que “menos lobos Caperucita”, que podemos empezar a dejarle al Covid un sitio preferente en nuestras vidas.

El abandono a la Providencia

Toda esta reflexión nos lleva a una aplicación práctica de toda esta serie sobre espiritualidad, que en realidad es al objetivo final del Camino que llevó a Marta y a María por la ruta de Compostela, finalmente a la oceánica aventura, al abandono a la Providencia.

Cuando las circunstancias nos superan, es de necios tratar de tomar el control de algo que ha quedado fuera de toda capacidad humana de control, a pesar de que parece como si toda la capacidad tecnológica del mundo esté trabajando para domesticar a esta criatura (el SARSCov2).

¿Qué podemos hacer? Nada, ya se le ocurrirá algo a la Divina Realidad. O acaso esto sea lo que ha de suceder.

Esto pasa cuando el ser humano crea monstruos como la energía atómica. La carta que Einstein y Leo Szilárd le enviaron al Presidente Roosevelt para iniciar el Proyecto Manhattan el 2 de agosto de 1939 para neutralizar a Hitler le atormentó y ,de la que luego tanto se arrepintió Einstein, cuando el monstruo demostró en Hiroshima y Nagasaki su increíble poder. El Hombre ha creado y liberado ya unos cuantos monstruos como este, entre ellos la genómica, la inteligencia artificial y la robótica, tanto por separado como los tres juntos. Mientras estén bajo control… puede pasar; el problema será cuando caiga en manos inadecuadas o esos monstruos atraviesen el punto de singularidad y tomen ellos el control de sí mismos.

Y como esto, otras muchas iniciativas que están convirtiendo nuestro Planeta en un infierno.

Hemos de ser conscientes de que, en la medida en que el conflicto social se vaya generalizando, la gente (que hasta ahora se ha comportado razonablemente bien, si exceptuamos el fenómeno del botellón y la tendencia innata de la gente a acudir a grandes concentraciones de personas) empezará a perder socialmente los estribos para pasar a situaciones de pánico donde no habrá fuerzas del orden que la pueda controlar.

¿Entra en contexto hablar a la gente de que se abandone a la Providencia? 

El caimán asustado

Si acudimos al modelo triuno del cerebro, de Paul McLain, que lo describe en tres capas, el protoencéfalo, cerebro reticular o instintivo (controlado por la lagartija), el mesencéfalo o gregario (controlado por la vaca) y el telencéfalo o inteligente (controlado, supuestamente por la mente consciente), en situación de miedo o pánico, el cerebro que toma el control de todo es el protoencéfalo, la lagartija que, convertida en caimán, ya no atiende a razones ni racionales ni espirituales, pega el puñetazo en la mesa, nos hace huir despavoridos del peligro y despliega todos los recursos que nos salvan la vida y nos alejan de una muerte segura. Pero tiene un inconveniente, que no atiende a razones y en su desesperada huida de la realidad puede finalmente morir en el intento.

La gente está asustada, tiene miedo, trata de creer en los estúpidos mensajes de nuestro Gobierno (“cambiar las mascarillas por sonrisas” v.gr.), que alcanzaremos una nueva normalidad donde, más o menos, podremos recuperar nuestra vida de antes, que esto es sólo un susto. Mientras, en la celebración del pasado 9 de julio 2021 del Cyber Polygon (https://cyberpolygon.com/), Klaus Schwab (el presidente del Foro Económico Mundial y autor de “El Gran Reinicio”) advirtió que “un ciberataque integral detendría por completo el suministro de energía, el transporte, los servicios hospitalarios y nuestra sociedad en su conjunto”. 

Y etc., etc., etc.

Es decir, si no estamos al borde del desastre, “alguien” está muy interesado en hacérnoslo creer. Es un hecho que esta pandemia es más o además, una pan-infodemia, pandemia de desinformación, lo que nos puede llevar al paroxismo del caos.

Y lo que se malician los negacionistas es que esto esté provocado.

Un caimán asustado (y todos tenemos el nuestro, si no asustado, si al menos inquieto y tamborileando los dedos en la mesa), no atiende a razones, pero sí puede atender a actitudes (que no a sermones) de calma y sosiego.

Cuando afirmaba en la entrega anterior 44, que “homos hacedores de santos”, a esto me refiero, a que si ante la adversidad, nuestro abandono a la Divina Providencia da una imagen a los demás de sosiego ante la adversidad, acaso eso sea transmisible y la tasa de contagio de la Paz interior, pueda al menos, salvar de la desesperación a muchos de nuestros seres cercanos.

De no ser así, pues nos pasará como en la película “Aterriza como puedas”, que ante el desastre originado en cabina de mando, aparecía el cartel “DON’T PANIC”. A lo que la gente no hizo caso y comenzó a chillar y moverse en la cabina del pasaje caóticamente. Entonces el cartel anunciador cambio de “don’t panic” a

“OK, PANIC”.

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Autor: José Alfonso Delgado

Nota: La publicación de las diferentes entregas de La Física de la Espiritualidad

se realiza en este blog, todos los lunes desde el 4 de enero de 2021.

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