Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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29/7/18

Sobre los procesos de declive de los movimientos espirituales (Enseñanzas Teosóficas: 76)


Aproximación a la luz de la experiencia

La observación de la historia y el estudio de las religiones comparadas ponen de manifiesto que numerosos movimientos, escuelas y corrientes espirituales, tras un periodo de esplendor temporalmente cercano a la experiencia y vivencia de las personas que inicialmente los impulsaron, decaen posteriormente y entran en una pronunciada fase de pérdida de fundamentos y valores que, a menudo, nunca logran superar.

El guión se repite con reiteración: transcurridos entre 50 y 150 años del fallecimiento de los fundadores y de la gente más próxima y comprometida con ellos, en el seno del movimiento empiezan a adquirir un papel preponderante personas de mucha menor talla espiritual, que, paulatinamente, se afianzan en su dirección en un contexto caracterizado por: el creciente olvido de los postulados primigenios; la primacía de unos teóricos intereses de la organización por encima de los objetivos que motivaron su existencia; la devaluación de tales objetivos mediante la pretendida necesidad de su actualización o renovación; el incremento de la ilusión ritualista y de actitudes prepotentes (dogmatismo, secretismo en la gestión y toma de decisiones, imposición del criterio propio, rechazo y descrédito del de los demás cuando es distinto...); la extensión de la idea de que el fin justifica los medios; la profusión de conflictos y luchas internas de poder; la descalificación, marginación y expulsión de los que son críticos ante todo esto; y un largo etcétera de análoga naturaleza.

Este catálogo de “malas prácticas” es fácil de realizar porque han sido cuantiosas las escuelas y corrientes espirituales que las han experimentado a lo largo de la historia. Y en él hay que incluir igualmente, como un elemento determinante, el protagonismo cada vez mayor de lo que podemos denominar la lógica del dinero: lucro, negocio, búsqueda de beneficios, operaciones comerciales y mercantiles… Normalmente, se comienza introduciendo en la organización pre-ocupaciones y tensiones de índole económica y pecuniaria y promoviendo actuaciones, inicialmente de escasa envergadura, de perfil lucrativo y comercial. Y se termina entrando completamente en dicha lógica, diluyéndose la frontera entre lo espiritual y el negocio. Este ha sido el camino recorrido incluso por tradiciones serias, que quedaron pervertidas en su esencia más sagrada. De esta manera, a veces casi imperceptiblemente, se pone en marcha la dinámica que conduce inexorablemente a caer en manos de ese diablo -tan conocido y reconocido en la historia de la espiritualidad-  que da dinero, pero roba el alma.

Y cuando una corriente espiritual sucumbe ante la lógica del dinero, acaba adoptando también la lógica del poder por el poder y la lógica de las burocracias… Las prioridades de los nuevos dirigentes, aunque revestidas superficialmente de espiritualidad e idealismo, ya no difieren realmente de las típicas de corporaciones mercantiles. De hecho, no se tarda en fomentar acuerdos con estas, publicitando tamaño desatino con proclamas de éxito y prestigio… En definitiva, se pierde el Norte… Y las metas monetarias y de poder institucional traen consigo, inevitablemente, la tergiversación y falsificación de las enseñanzas originales.

En algún momento, pasado un tiempo a veces muy largo, surgen por fin en el movimiento personas con la entereza y coherencia espirituales necesarias para acometer con entusiasmo la labor de reconstrucción de lo que fue destruido. Pero recuperarse de tanto desatino es tarea ardua, compleja y prolongada. Bastantes movimientos espirituales nunca lo consiguieron.

Conclusiones: dirigentes que no mantienen el nivel espiritual y miembros pasivos

En resumen, analizando los muchos casos habidos, cabe concluir que el punto de inflexión que señala el inicio del declive de los movimientos espirituales viene marcado por dos factores básicos: por un lado, la aparición y consolidación de unos dirigentes que no mantienen el nivel ético y espiritual de sus predecesores; y por otro y no menos importante, la permisividad o pasividad del resto de los miembros, que admiten o no se oponen a las actitudes y acciones de aquellos.

Con referencia a lo primero, los nuevos dirigentes no dan más de sí y son incapaces de hacer suyos y comprender, en su calado y transcendencia, los principios y proposiciones que estuvieron en la génesis del movimiento y en el corazón y la cabeza de sus fundadores. A lo que suman, alejándose de las pautas conscienciales de sencillez y austeridad, un estilo de vida que multiplica innecesariamente los gastos de la organización. Curiosamente, este dislate les sirve de excusa para construir un discurso falaz sobre la necesidad de buscar ingresos, aunque sea a costa de dilapidar el legado espiritual y material de los que les antecedieron.

En cuanto a lo segundo, para que lo anterior sea posible, es requisito imprescindible la permisividad o pasividad del resto de los miembros. Ciertamente, siempre hay excepciones, esto es, personas que se resisten y se movilizan ante la decadencia espiritual. Sin embargo, la tendencia dominante suele ser la inacción de la mayoría, que se limita a justificar o simula ignorar el camino torcido elegido por sus dirigentes. ¿Por qué esta conducta? Según muestran numerosos ejemplos, lo hacen por cuatro grandes motivos: inconsciencia, comodidad, intereses creados o, simplemente, miedo.  

Confianza en la Vida, Aceptación, No Juicio y Acción Correcta

Los sabios y sabias de todas las épocas y culturas han llamado a Confiar en la Vida desde el discernimiento de que todo tiene su sentido profundo, su porqué y para qué, en clave de nuestro crecimiento personal y colectivo, desarrollo consciencial y evolución espiritual. De hecho, en la vida no hay problemas, sino factores de impulso. Y lo relevante no es el "qué" (qué pasa, qué deja de pasar...), que tanto inquieta a nuestra mente concreta, sino el "cómo" vivimos el "qué": cómo afrontamos y experimentamos en el aquí-ahora cada circunstancia de la vida cotidiana, sea lo que sea.

También han abogado por la Aceptación y la ausencia de queja ante todo lo que acontece. Esto no significa, en absoluto, resignación, ni impotencia, ni encogerse de hombros afirmando "no puedo hacer nada ante lo que ocurre". No, la Aceptación es otra cosa: es fruto de la citada Confianza en la Vida. Cuando esta resplandece en el corazón del ser humano, la Aceptación es su efecto natural.

Por fin, los sabios y maestros han insistido en que no juzguemos, ni a nadie ni a nada. Cada cual está recorriendo su propio Sendero y se encuentra en su propio estado de consciencia. En consonancia con él, entiende, ve y vive la vida. Y cada ser humano está en su derecho de experimentar el estado de consciencia que en el momento presente ostenta. Solo así podrá avanzar en auto-consciencia y hacia una comprensión de la vida más plena y auténtica.

Todo lo que se acaba de sintetizar acerca de esa triada perfecta configurada por la Confianza en la Vida, la Aceptación y el No Juicio se ha traído aquí porque es perfectamente válido para los procesos de decadencia de los movimientos espirituales. En todos ellos hay un sentido profundo y han de observarse y vivirse desde la ausencia de quejas y de juicios.

Ahora bien, hay que ahondar un poco más, pues los maestros que han practicado la indicada triada nos has mostrado que el ejercicio de la misma no conduce a la inacción, sino que se complementa con la acción. Eso sí, estará impregnada por la alta vibración consciencial del ser humano en el que la triada ha enraizado. Por esto, Buda Gautama la llamó Acción Correcta. En su marco, el No Juicio no significa mirar para otro lado, ni justificar el daño o el sufrimiento que las personas menos conscientes causan a su alrededor, a sus congéneres o a cualquier modalidad de vida. A este respecto, la Acción Correcta nos enseña cómo actuar en el aquí-ahora desde la Sabiduría-Compasión. Y es obvio que esto es igualmente aplicable a las dinámicas de declive de las escuelas espirituales. En particular, a los miembros que no reaccionan ante la pérdida de rumbo de los dirigentes.

Lo más imperdonable en términos kármicos es la pasividad

Es más, desde un punto de vista teosófico, el cómo actuar ante dicha perdida de rumbo es, para cada uno de los miembros del movimiento, una experiencia enormemente transcendente: una auténtica probación de su estado de consciencia y de la entidad, veracidad y consistencia de su vivencia espiritual.

 La multiplicidad de percepciones y opiniones es un regalo de la Vida, que siendo Una, se manifiesta en la diversidad, no en la uniformidad. Es por esto que la fraternidad conlleva, entre otras cosas, efectuar críticas serias y sinceras, que se basan en hechos, están abiertas a examen y permiten al otro defender y clarificar su punto de vista. Como subrayó Helena P. Blavatsky en 1888: “Si un compañero está errado, señalar el error lo ayudará. El diálogo libre y la apertura grupal a la sinceridad mutua previenen la hipocresía” (El significado de un Compromiso -Revista Lucifer, Vol. III Septiembre, pág. 63-). Y en el polo opuesto a la fraternidad se halla la crítica escondida y ruin y, desde luego, el silencio y la omisión por comodidad, interés o miedo.

A partir de ahí, cada cual ha de actuar en consciencia. Eso sí, estaría bien recordar lo que Eliphas Levi escribió en 1859: "No hacer nada es tan nefasto como hacer el mal, pero más cobarde. Lo más imperdonable en términos kármicos es la pasividad" (La Clave de los grandes misterios -Parte III, Axioma XVI-).

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Autor: Emilio Carrillo
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Las Enseñanzas Teosóficas se publican en este blog cada domingo, desde el
19 de febrero de 2017
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