No hay que intentar ser algo,
pues ya Somos todo. El proceso consciencial y el devenir evolutivo del ser humano
no se basa en “sumar” nada a lo que ya Somos, sino en “restar” y soltar la enorme
cantidad de postizos, accesorios y aditivos con los que tapamos y ocultamos lo
que Somos. “Sumar”: acumular, tener, retener, competir, controlar, programar...
“Restar´”: desalojo interior y desapego del exterior, vaciamiento, dar, compartir,
cooperar, fluir, confiar… Y restar en lugar de sumar es una práctica, no una
teoría, que se lleva a cabo cada día, de instante en instante, aceptando
nuestro propio proceso y el de los demás.
El quid de la cuestión se halla
en tomar íntima consciencia de que todo encaja: que todas las vivencias,
experiencias, hechos y situaciones de nuestra vida tienen su porqué y para qué
en clave del desarrollo e impulso de nuestro proceso consciencial y evolutivo;
que todo fluye, refluye y confluye en el Amor de cuanto Es y Acontece; que ya todo es y nosotros mismos somos todo aquello
que nuestro Corazón puede anhelar.
A partir de ahí, nos inunda el
discernimiento sobre la verdad de la vida: vivimos única y exclusivamente ¡para
vivir y gozar de la Vida! Ni más ni menos. Este es el motivo y el fundamento de
la existencia en todos los planos y Dimensiones. También, por supuesto, en el
plano humano.
No vivimos para “tener que” o
“deber de”; no vivimos para poseer, conseguir, hacer, desear, rechazar, luchar,
alcanzar, convencer,… Y, desde luego, no vivimos para sobrevivir. La razón de
ser de la vida es vivir: ¡vivir para vivir gozando plenamente de la Vida!
Cuando nos damos cuenta de esto, la Vida se revela como lo que
realmente es: un Milagro colosal y constante. Y nos percatamos de que se puede
Confiar en ella y de que las experiencias que vivimos no son ni “buenas” ni “malas”,
sino experiencias todas que nos impulsan por igual en nuestro devenir
consciencial.
Por tanto, vivir no consiste,
valga el símil, en meter más muebles en casa. Al contrario: para “Vivir
Viviendo” –vivir para vivir-, hay que soltar y vaciarla enteramente para que nuestro
“verdadero ser”, que es radicalmente divino, brille, se expanda y se despliegue
en este plano y Dimensión en su espléndido e inefable potencial.
Las personas buscan la
“realización” y el “crecimiento” y creen que se hallan asociados a incorporar y
agregar cosas (objetos, personas, vivencias,…) a sus vidas. Subyace en ello el
convencimiento y el sentimiento profundo de que uno mismo se encuentra
incompleto, falto de algo o de mucho. Y se busca a través de la suma la
satisfacción de los deseos y aspiraciones y las respuestas para el corazón que
se pregunta. Pero es absolutamente falso que seamos incompletos o que
carezcamos de algo. Sólo el olvido de lo que realmente Somos, de nuestro
“verdadero ser” y “naturaleza esencial” y divinal, hace que la gente crea tamaña
sandez y confíe en la suma cual brújula y práctica en el proceso de “realización”
y “crecimiento”.
La consciencia se expande
restando, no sumando; bajando, no subiendo; soltando, no acumulando. Se acabaron los trabajos, los
esfuerzos, los sacrificios,… Adiós al estrés, a las tensiones, a las
preocupaciones,... La vía no es la suma, sino la resta; no es la acumulación,
sino el desasimiento; no es el “llenado”, sino el vaciamiento; no es el tener,
sino el desprendimiento; no es el poseer, sino el desposeimiento; no es el
alojo de cada vez más cosas, sino el desalojo interior hasta que sea completo.
La puesta en práctica de todo
ello consiste en una Vida Sencilla experienciada en el Aquí y Ahora, con
consciencia de nuestra divinidad y plena de Confianza. Así se vive con Paz y Alegría
y sin inquietarse por nada. Todo es perfecto. Tanto que ni
siquiera cabe calificarlo como “perfecto”, pues ello supondría que en la Creación existe
igualmente lo “imperfecto”. Y no es así. En la Creación , en la Vida , en general, y en la
vida de cada cual, en particular, no hay imperfecciones, ni caos, ni azar, ni
errores, ni culpas, ni pecados…
Todo cuenta con su porqué y su para
qué; todo fluye en el Amor; y todo lo que acontece en la vida impulsa el
proceso evolutivo de cada uno -cada cual en su punto y momento evolutivo, todos
igualmente respetables-, que se halla absolutamente integrado en la Evolución de la Humanidad , la Madre Tierra , el
Cosmos y la Creación.
Vivir para Vivir significa
Confiar en la Vida
y dejarse fluir aceptando todo aquello que la propia Vida, no nuestros deseos
egoicos de satisfacción ni nuestras programaciones mentales, nos vaya poniendo
por delante. En la medida en que se avanza interiormente en todo ello, se deja
el “qué” en manos de la Vida
y la Providencia
–nuestro “verdadero ser” en acción- y nos centramos en el “cómo” para llenar de
Amor e impregnar con su vibración, con la Frecuencia de Amor, todos los hechos y
circunstancias –experiencias, en definitiva- que la vida nos va trayendo de
momento en momento. Y da igual el color que la mente quiera otorgar a la
experiencia –“alegre” o “triste”, “placentera” o “dolorosa”…-. Sólo importa
situar en la vibración del Amor cada experiencia que la Vida nos ponga por delante.
Para ello se requiere Humildad.
Una humildad tan grande como para permitirnos el “endiosamiento”: percatarnos
de que Dios es yo y que yo soy Dios precisamente cuando cesó de ser “yo”, es
decir, cuando dejo de aferrarme no sólo a la percepción de mi mismo como un yo físico, mental y emocional, sino incluso a cualquier idea de identidad, sea física,
álmica o espiritual, sea individual o colectiva. Esta disposición y esta
voluntad de dejar de ser “yo” para ser Dios (o como cada cual quiera
denominarlo) es, en el plano humano, la más acabada expresión de humildad.
Desde ella, restar, bajar y soltar, el
desalojo y el vaciamiento y la Paz ,
la Felicidad
y la Quietud
emanan espontáneamente desde nuestro interior: desde allí donde siempre
estuvieron esperando pacientemente a que, a través de nuestra toma de
consciencia en libre albedrío, las proyectáramos dulcemente y con Amor al
exterior para plasmar El Cielo en la
Tierra.
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