Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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15/8/13

El respeto al proceso consciencial de los demás, también de los seres queridos


Son numeros@s l@s amig@s del blog que, a menudo, me comentan lo difícil que les resulta aceptar y respetar el proceso evolutivo y consciencial de los demás, especialmente en el caso de los seres queridos cuando no perciben ni sienten las cosas como uno mismo.
En atención a ell@s, comparto seguidamente una serie de reflexiones acerca de los estados de consciencia, la diversidad de los procesos evolutivos, el libre albedrío, el Amor que hace factible la presencia de ese libre albedrío en la Creación y la práctica del Acompañamiento en el “Vivir Viviendo”.

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El respeto al proceso consciencial de los demás, también de los seres queridos
SUMARIO
1. Estados de consciencia.
2. Reencarnación.
3. Factores estrictamente interiores.
4. Diversidad consciencial.
5. El libre albedrío es fruto del Amor.
6. Mantener el Corazón abierto hacia las personas cercanas.
7. “Vivir Viviendo” y Acompañamiento.
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1. Estados de consciencia

Cada ser humano y en cada momento de su vida se halla en un estado de consciencia determinado, cada uno el suyo.
El estado de consciencia configura y engloba: la manera en la que cada cual se ve a sí mismo, a todo lo que le rodea, al mundo, al Cosmos y la Creación y a la Divinidad; la forma de contemplar, entender e interpretar tanto la vida como el tránsito que la Humanidad aún llama muerte; y la escala de valores, las pautas vitales y las prioridades y preferencias con las que cada uno experiencia el día a día y la vida cotidiana.
El estado de consciencia no es estático, sino evolutivo. Y suele variar a lo largo del tiempo, sean días, semanas, meses, años, lustros o décadas. La experiencia humana pone de manifiesto que, con el devenir de las experiencias, vamos observando, mirando y entendiendo al mundo y a nosotros mismos de diferentes modos; es decir: desde distintos estados de consciencia. Y cada uno de ellos goza de una determinada frecuencia vibracional que puede oscilar, expresado coloquial y sintéticamente, en clave de más o menos apego a lo material, de mayor o menor armonía y paz,… de más o menos Amor.
La llamada “dinámica consciencial” explica estas variaciones en el estado de consciencia y en su gradación vibratoria. Tal dinámica halla su base en el hecho de que, en cada estado de consciencia concreto, vivimos experiencias (sean sentidas como “gozosas” o cual “noches oscuras”, que suelen irse alternando ondularmente) que tienden a ir modificando nuestra visión de las cosas y a transformar nuestro estado consciencial y, por ende, la frecuencia con la que interiormente vibramos. Curiosamente, uno mismo, los otros y el mundo no serán en sentido estricto diferentes, pero en función del estado de consciencia, los contemplaremos de modo muy distinto.

2. Reencarnación

Antes de nacer en cada nueva vida física, tenemos (en nuestra dimensión álmica) un estado de consciencia resultado de las existencias y experiencias de vidas anteriores.
El cuerpo y el entorno en el que volvemos a nacer (el “yo y mis circunstancias” de los que habló Ortega y Gasset) contarán con el perfil energético y vibratorio pertinente para, a partir de ese estado de consciencia “pre-natal”, desarrollar la aludida dinámica consciencial en la nueva vida. Esto es: vivenciar nuevas experiencias que nos posibilitarán la evolución del grado consciencial, accediendo a un nuevo estado de consciencia. Durante una misma vida física el proceso de transformación del estado consciencial puede repetirse “n” veces, sin que exista una regla fija, pues depende de cada uno y su respectiva toma de consciencia en la sucesión de experiencias.
Como consecuencia de todo ello, en el momento del tránsito (“muerte”) disfrutaremos de un determinado estado de consciencia, con su correspondiente gradación o frecuencia vibracional. Este será el punto de partida en nuestra siguiente vida física y definirá el perfil del cuerpo, la vida y el entorno en el que nos volveremos a encarnar.

3. Factores estrictamente interiores

            El estado de consciencia y su vibración y las posibles variaciones en el mismo responden a factores estrictamente interiores.
Ciertamente, las experiencias vitales se despliegan en el mundo exterior, pero el cómo las contemplamos, vivenciamos y, finalmente, las hacemos nuestras, se relaciona con el interior de cada cual. Y desde el interior, moldeamos, realizamos y creamos el mundo exterior, en general, y nuestra propia vida, en particular.
Por ello, la base de la evolución es puramente interior. Sin embargo, acostumbramos a creer que el mundo exterior y nuestra vida se mueven bajo el impacto de cambios exteriores. Comprender la falacia de esto e interiorizar la dimensión interior del proceso evolutivo, en todos los niveles y escalas de la Creación, representa la plasmación de una nueva visión de la Vida y la existencia y el arranque del despertar consciencial del ser humano.

4. Diversidad consciencial

            Con el telón de fondo de todo lo hasta aquí enunciado, los estados y procesos conscienciales que las personas viven y experimentan en el aquí y ahora no se caracterizan por su homogeneidad, sino, al contrario, por su gran diversidad.
Desde el punto de vista espiritual, todos los hombres y mujeres gozan de la misma “naturaleza esencial”, que es divina. Y desde el físico-material o corpóreo-mental, todos tienen idénticos derechos inalienables y dignidad. Sin embargo, no perciben el mundo que les rodea y a ellos mismos de manera similar, ni han desarrollado idénticas convicciones, certidumbres, etcétera.
            Esto obedece a que, al hilo de lo ya expresado, los seres humanos no experimentan un nivel de consciencia análogo, sino que hay muchos niveles posibles a la hora de contemplar y crear la “realidad”. Y cada persona hace suyo y despliega el que, en libre albedrío, estima oportuno.
Ningún nivel es ni “mejor” ni “peor” que los demás, sino que cada uno se ajusta y corresponde a la etapa del proceso evolutivo en el que cada ser humano se halla. Lo que está ligado, a su vez, al grado de asimilación e interiorización consciencial obtenido de las experiencias vividas y acumuladas tanto en esta vida física como a lo largo de la cadena de vidas o “reencarnaciones” que configura la encarnación de cada cual, de su dimensión espiritual, en el plano humano.
Y esto no es sólo así con relación a la Humanidad, sino que sucede en el marco de la infinidad de modalidades y formas de vida y existencia que en la Creación bullen y se desenvuelven, con las particularidades específicas de cada caso, que varían enormemente, sobremanera en función del plano y la Dimensión en la que se inscriben.

5. El libre albedrío es fruto del Amor

            La aludida diversidad de los estados y procesos conscienciales no es una anomalía de la Creación, sino que forma parte del Milagro que la configura y constituye. No en balde, en ella todo fluye, refluye y confluye en el Amor. Y la diversidad consciencial deriva del libre albedrío, que es, a su vez, fruto de ese Amor que llena, expande y colma la Creación: sin Amor no existiría el libre albedrío; y sin este no habría diversidad consciencial.
            Por tanto, la diversidad de estados conscienciales no es un error, sino algo sublime y maravilloso que hace factible que la Creación –Vida y Consciencia- evolucione y se expanda por derroteros espectaculares e inimaginables en un contexto de “dirección obligatoria” –que iría asociada a la ausencia de Amor-.
            Por lo mismo, ante tan prodigiosa diversidad consciencial, lo natural es la Aceptación. Y el más absoluto respeto al proceso evolutivo –consciencial, espiritual- de cada cual y a las experiencias que, dentro de ese proceso y en cada etapa del mismo, se han de vivenciar. No un respeto frío, distante o displicente, sino cálido, acogedor y lleno de Amor.
De hecho, como ya se ha resaltado, el Amor es la fuente de tanta diversidad al ser el origen y el sostén del libre albedrío. Y la Aceptación y el respeto son las actitudes naturales con la que contemplar y vivenciar la diversidad consciencial y la variedad de los estados y procesos conscienciales de uno mismo –en la particular evolución de cada cual- y de los demás, también de los seres queridos.

6. Mantener el Corazón abierto hacia las personas cercanas
           
            Los seres queridos y las personas que nos resultan más próximas y cercanas no están en nuestra vida por casualidad, sino que la propia Vida y la Providencia –nuestro “verdadero ser” en acción- las han puesto delante nuestra y a nuestro lado con un porqué y un para qué. Incluso es frecuente que la cercanía en la vida física responda a pactos efectuados en el otro plano antes de la encarnación (“Pactos de Amor entre las Almas”, etcétera).
            Pues bien, en el marco de ese porque y para qué se enmarca y juega su papel el estado de consciencia de cada ser querido o persona próxima –que es consecuencia de la propia evolución y dinámica consciencial de cada uno de ellos-. Tal estado de consciencia es desde el que se relacionan con nosotros en cada momento. Y es precisamente el que necesitamos que interaccione con el nuestro para poder vivir las experiencias ajustadas a nuestro estado y proceso consciencial.
Por esto, hacia lo seres queridos y la gente cercana debemos mantener el Corazón muy abierto, estando atentos a sus emociones y sentimientos y permaneciendo en disposición de acompañamiento, sin enjuiciar nunca y aceptando siempre sus procesos conscienciales y sus comportamientos, pues son los que, al interactuar con nosotros, coadyuvarán a que podamos vivir las experiencias coherentes con nuestro propio estado consciencial, impulsando así la evolución mutua, cada cual la suya, ninguna mejor que otra.
            Por tanto, si los seres queridos no sienten lo que tú y viven un estado consciencial distinto al tuyo, no te incomodes, ni exasperes, ni frustres. Simplemente, en el día a día, actúa exactamente de acuerdo con lo que tú percibes y afirmas ser. La Consciencia, para que sea tal, es Coherencia: que tu conducta ante ellos sea fiel reflejo de lo que emana de tu intimidad sagrada y nunca un intento de interferir o alterar sus procesos conscienciales.

7. “Vivir Viviendo” y Acompañamiento

No pretendas que nada ni nadie “cambie”. Todo se halla en Evolución veloz y constante, por lo que basta con fluir con Confianza y Amor. Y en la Evolución se inscribe el proceso evolutivo y consciencial de cada cual. Y, tanto en la Evolución como en cada proceso consciencial, todo tiene su porqué y su para qué.
Tampoco persigas “ayudar” a nadie. Comprende e interioriza la enorme carga de vanidad que supone querer imponer a los otros lo que tu consideras “bueno”, “correcto” o “adecuado”, sin percatarte de que cada cual está en su proceso y viviendo las experiencias a él ajustadas.
Tu miedo y tu vanidad son los que provocan tu deseo o necesidad de “ayudar” o de “cambiar”, cayendo en la ignorancia y sucumbiendo en la petulancia de pretender incidir o interferir en un Milagro –la Vida en su totalidad e integridad- donde todo, sin excepción, fluye, refluye y confluye en el Amor de cuanto Es y Acontece.
Lejos de diatribas mentales y anhelos egoicos, goza del “Vivir Viviendo” de instante en instante, lo más centrado posible en tu “verdadero ser” y “naturaleza esencial” y divinal, con Confianza en la Providencia y en la Vida y en Frecuencia de Amor.
            Y en ese “Vivir Viviendo”, comparte con entusiasmo tus dones y talentos y lo que emana de tu interior -sin buscar resultados y sin querer convencer a nadie de nada- y practica el Acompañamiento: acompaña en el aquí y ahora, con Amor y en el Amor, a tus seres queridos y a todos tus congéneres; y siéntete acompañado por ellos, cada uno en su estado consciencial y momento evolutivo, ninguno “mejor” o “peor, “superior” o “inferior” que otro.
            El Acompañamiento requiere respeto absoluto al otro y Aceptación plena de su proceso y de las experiencias que en él vivencia. Y el Acompañamiento se desarrolla poniéndose en el lugar del otro, para compartir lo que siente (“Compasión”), y desde la Escucha del otro, no desde el “hablar” (decirle o desear “enseñarle” algo), lo que exige Paz, Armonía, Silencio interior y mucho, mucho Amor.

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