Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2024-2025

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5/11/09

Sobre la vía mística del sufismo

Hace hoy una semana, el pasado 29 de octubre, publiqué en el Blog una entrada titulada Sufismo, “identificación” y Amor, respondiendo a una consulta formulada por Luz Dary Cruzado, de Lima (Perú). Desde entonces, he recibido distintos emails solicitando mayor información sobre la vía mística que el sufismo plantea y representa. Intentaré satisfacer lo solicitado examinado de modo muy sintético cincos esferas claves de la mística sufí:

+sus vías espirituales;

+los aspectos básicos de su método;

+la desactivación del “yo”;

+la transformación en ser humano “Perfecto”; y

+los grados en la búsqueda de la Unidad.

Insisto en el carácter sintético de lo que se va a enunciar.

1. Las vías espirituales del sufismo

Como se señaló en la entrada mencionada, la espiritualidad propia del sufismo no encaja en religión alguna y está presente, a su vez, en todas. De hecho, presenta una síntesis de vías espirituales que en religiones como el hinduismo aparecen de manera separada.

Concretamente, son tres las vías que el sufismo unifica:

+Vía de la Acción (Karma);

+Vía del Conocimiento (Jnâna); y

+Vía del Amor (Bhakti).

No obstante, el énfasis se sitúa en la tercera, el Amor, que es simultáneamente Acción y Conocimiento.

2. Aspectos básicos de su método

Con el telón de fondo de la unificación de tales vías, aunque con la prevalencia del Amor, el método sufí se basa en cuatro aspectos principales:

+Invocación (dhikr) constante de la divinidad (asimilable al Hinneni que se recoge en la barra lateral izquierda de este Blog)

+Meditación (fikr) para abrir el acceso a la invocación.

+Alerta, guardia del corazón o vigilancia permanente (mura-qabah), que resulta de la acción conjunta de la meditación y la irradiación (Consciencia) provocada por la invocación.

+Espacio o visión del corazón, que permite captar la Esencia divina, que es la de cada uno y es la de la Unidad, y contemplarla proyectada en cuanto existe, que es fiel reflejo de nosotros mismos, de nuestro interior, de nuestro Ser y de nuestra memoria trascendente.

Por tanto, la meditación, en cualquiera de sus modalidades, abre la puerta a la invocación, que irradia Consciencia (Yo Soy). Y ésta se manifiesta en la doble dimensión del Yo Soy: Consciencia de quien Soy, de lo que Soy (Alerta); y Consciencia de los que Es, de lo Real (Espacio).

El Yo Soy emana energía de Amor de manera innata, como realización misma del Ser. Y el Amor es Acción y Conocimiento.

3. La desactivación del “yo”

El despliegue de las vías y métodos citados transforma al sufí en alguien, como afirmó Nûri, “que no se liga a nada y no es ligado por nada; que no posee nada y que no es poseído por nada”. Una “pobreza de espíritu” que coincide plenamente con lo expresado por el Maestro Jesús en el Sermón de la Montaña -”felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos (Mateo, 5, 3)-. Y con el ideal del “desapego” propio del budismo, que debe conducir a la desactivación del ego, el pequeño yo, mediante la activación del Yo Verdadero y divinal, tomando éste el mando de nuestra vida. Un relato sufí lo recoge de manera hermosa:

Dios dijo a Moisés:

-Si vieras al Diablo, interrógale acerca de cuál es su palabra clave.

Pasado un tiempo, Moisés se topó con el Diablo y siguió el consejo divino:

-¿Cuál es tu palabra clave?-, le preguntó.

Y el Diablo contestó:

-Mi palabra clave es “yo”. Por eso, nunca digas “yo” si no quieres ser como “yo”.

4. Transformación en ser humano “Perfecto”

Cuando el pequeño yo se desactiva ante la presencia del Yo Verdadero, el ser humano se transforma en “Perfecto” (Ahsantaqwîn) y adquiere Consciencia de quien Es, identificándose tanto con su divinidad como con la Unidad Divina. Y luce como atributos la humildad, la paciencia, la fidelidad y, por encima de todo, la veracidad (sidq), que consiste en ver las cosas como son -Consciencia de lo que es Real-, olvidándose del “mí mismo”. Decía Al-Hallâj, el mayor místico del siglo X: “Me torné en Aquel que Yo amo y Aquel que Yo amo se tornó Yo. Somos dos espíritus fundidos en un solo cuerpo”. Jesús, refiriéndose a la misma identificación, lo enunció así: “Yo y el Padre somos Uno”.

Por tanto, el ser humano “Perfecto” puede afirmar Yo Soy: Soy Consciente de quien Soy, de mi divinidad y de mi unificación en el Ser Uno; y Soy Consciente de lo que Es, de lo Real. Y esta Consciencia, esta "Perfección", lo libera radicalmente de todos los "velos de la ilusión".

El sufismo clasifica estos velos en dos grandes categorías: oscuros (deseos, ira, envida,...) y claros (exceso de humildad, castidad, castigo del cuerpo,...). Religiones como la católica subrayan la importancia de superar los velos oscuros, pero se olvidan de los velos claros hasta el punto de terminar considerándolos virtuosos. El sufismo, en cambio, se dirige a descorrer tanto los velos oscuros como los claros, entendiendo que estos últimos constituyen una peligrosa trampa en las que caen los iniciados no suficientemente preparados, pues pareciendo conducir a la extinción del “yo”, lo alimentan aún más. La "Perfección" no conlleva renuncia a nada, pues todo es divino. Sencillamante, la activicación del Yo Verdadero hace que nos parezcan insulsos anhelos, objetos y referencias que antes, cuando el pequeño yo era quien mandaba en nuestra vida, nos atraían con fuerza.

5. Grados en la búsqueda de la Unidad.

La búsqueda de la Consciencia (Yo Soy) es, pues, la del alma humana (los seres humanos somos "buscadores"). Y es, intrínseca y esencialmente, la búsqueda de la Unidad. En ella, el sufismo contempla cinco grados grados, por los que el alma va ascendiendo (escalera espiritual) de manera progresiva:

1º. No hay otro Dios sino Alá (Dios sólo hay Uno, en la versión cristiana).

2º. No hay otro sino Él.

3º. No hay otro sino Tú.

4º. No hay otro sino Yo.

5º. No se puede formular, porque no hay unión, ni separación; ni alejamiento ni aproximación.

Este quinto grado es el mundo divino. El del Yo Soy. El que permite afirmar con Ibn Arabí que “el Universo es la sombra misma de Ala” para añadir de inmediato “como Yo Soy la sombra de Alá y Alá Es mi sombra”. Sin separación, sin unión; sin alejamiento, sin aproximación: Yo Soy, Ser Uno, SER.

4 comentarios:

  1. Hola:
    Somos muchos los que estamos buscando, los que estamos en ese camino, no exento de dificultades y también lleno de tesoros.
    Mawlana Sheikh Nazim,(Heredero de una Cadena ininterrumpida de Maestros Espirituales y Guía Espiritual en la actualidad de la Orden Sufí Naqshbandi), dice:
    “Estás preguntando:
    ¿Para qué venimos a esta vida?
    Es para ser testigos de nosotros mismos...
    para alcanzar la perfección,
    para mirarnos y... reconocernos...”

    Le agrego aquí el link de una web de interés por todo lo que contiene por si alguien tiene interés.
    Un saludo.
    Virginia.
    http://www.eneagramasufi.net/

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  2. Gracias, Virginia.
    Aprovechando tus indicaciones, el sábado publicaré una breve entrada a propósito de la cofradía sufí Naqshbandi.
    Saludos.
    Emilio

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  3. Salamu alaikum

    Yo el único sufismo que conozco es el sufismo islámico, el sufismo tradicional que remonta su silsila o cadena iniciatia al profeta muhammad.

    Felicidades por el blog. Está usted invitado a la mezquita de los andaluces (c/valle 24, sevilla) si le place. Todos los viernes a las 21:00 h se dan charlas.

    A ver si hechamos ya a lopera de una vez, que estamos muy quemados.

    Viva el betis libre de lopera.

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  4. Bismillahi Rahmani Rahim

    Interesante post que llama a reflexionar. Agregaría por mi parte el elemento de rendición de la voluntad o sumisión a la Voluntad Divina. Ése es el elemento de seguimiento, a varios niveles, del maestro (sin el cual no hay sufismo), del Profeta (sallallahu alayhi wa sallam), a quien se remonta y a quien imita y refleja para uno el maestro, y en tercer nivel, seguimiento de Dios, dado a conocer por el Profeta (BP) a todos los maestros.

    La rendición de la voluntad (y en definitiva del ego), en el acto de sumisión es la prueba real del amor, la forma de permanente de la acción y el principio y el final del conocimiento.

    Por lo demás, el ser humano perfecto, el insan al kamil, no es consiente de su divinidad sino por lo contrario alguien rendido a Dios al extremo de que se descubre ontológicamente como no-ser frente al Ser Divino, Quien es Aquel sin segundo ni socio en su Unidad y Divinidad, glorificado sea.

    Saludos cordiales desde Perú.

    Saludos desde aquí también a Luz Dary Cruzado.


    Nureddin

    http://www.islamperu.org

    Tarika Nakshibendi Hakkani del Peru

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