Algunos creen que la contemplación es una experiencia tan difícil que ningún ser humano puede lograrla sin una gran lucha y que sólo raras veces se goza de ella en los momentos de éxtasis llamados raptos. Contestaré a estas personas lo mejor que pueda.
La verdad es que nuestro Yo Verdadero, en su sabiduría, determina el curso y el carácter de la dirección contemplativa de cada uno. Es cierto que algunas personas no llegan a la contemplación sin pasar por un largo y difícil proceso espiritual; y, aun entonces, sólo raras veces conocen su perfección en la delicia del éxtasis llamado rapto. Hay otros, sin embargo, tan transformados espiritualmente por la gracia, que han llegado a una intimidad tan grande con la divinidad que parecen poder estar en profundo avistamiento; o volver a él cuando quieren, aun en medio de su rutina diaria, ya estén sentados, de pie, caminando o de rodillas. Se las arreglan para mantener el pleno control y uso de sus facultades físicas y espirituales en todo momento, no sin alguna dificultad quizá, pero no mucha.
En Moisés tenemos un tipo de contemplativo de la primera clase; y en Aarón uno de la segunda. El Arca de
Antes de que le fuera dado contemplar el Arca y recibiera su diseño, Moisés tuvo que subir el largo y penoso sendero de la montaña y morar en ella rodeado por una oscura nube durante seis días. Al séptimo día, Yahvé le mostró el diseño para la construcción del Arca. Moisés perseveró en esta dura tarea, y en la tardía iluminación que finalmente recibió podemos ver el modelo de los que parecen tener que sufrir mucho antes de llegar a las cimas de la contemplación y sólo raras veces pueden disfrutarla en plenitud.
Lo que Moisés ganó con tanto esfuerzo y disfrutó tan raras veces, lo consiguió Aarón al parecer con poco trabajo. Pues su oficio de sacerdote le permitía entrar en el Santo de los Santos y contemplar el Arca tantas veces como quería. Aarón, pues, representa a las personas que he mencionado arriba y que por su sabiduría espiritual y la asistencia de la gracia divina gozan del fruto perfecto de la contemplación tantas veces como quieren.
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