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10/11/09

Vírgenes Negras

Publiqué ayer una entrada relativa a los denominados Lugares Sagrados. Atendiendo a los requerimientos que de inmediato me han hecho distintos seguidores del Blog, voy a completar las reflexiones allí vertidas con otras referidas a la tradición de las “Vírgenes Negras”, que responde precisamente al interés y al deseo de distintos grupos y colectivos de fijar en el mapa los lugares sagrados.

Origen y señas de identidad

Las coloquialmente llamadas Vírgenes Negras son tallas mayoritariamente de madera, aunque no sólo, talladas entre los siglos XI y XVI, con predominio de las pertenecientes al XIII. Por lo general, reproducen modelos bizantinos de la Virgen mayestática con Niño central o sobre rodilla izquierda. Suelen medir 70 centímetros de altura, 30 de anchura y otros tanto de profundidad (algunas más tardías son menores, apenas 30 centímetros de altura, o también mayores, de hasta un metro).

Siguiendo el estudio de Montserrat Robrenyo titulado Los caminos de las Vírgenes Negras (Boletín Temple, Revista electrónica de la Sociedad de Estudios Templarios y Medievales Templespaña, junio 2003), en la actualidad, entre tallas originales, copias e imágenes documentadas, hay en Europa alrededor de medio millar de Vírgenes Negras -en España sobrepasan el centenar y más de la mitad se localizan en Francia, fundamentalmente en la Provenza y el Languedoc-. Muchas, a lo largo de las centurias, han sido objeto de distintos tipos de vandalismo, desde su despintado al expolio, pasando por la sustitución por otra de la talla auténtica debido a razones, en principio, estéticas.

Ciertamente, no es fácil dar una explicación coherente y lógica a tal cantidad de tallas marianas negras repartidas a lo largo y ancho del continente europeo. Desde luego, el azar no es la respuesta adecuada al respecto. Como subraya Robrenyo, debe existir un motivo profundo diferente y, muy probablemente, arraigado en el fondo de los recuerdos colectivos.

Para avanzar en la búsqueda de dicho motivo, conviene analizar tres señas de identidad de este tipo de imágenes y en las que ahonda el estudio de referencia: la frecuente ubicación de sus santuarios de culto en lugares sagrados prehistóricos; su propio color y el significado que el mismo puede conllevar; y la extraña profusión de Vírgenes Negras que se detecta a partir del siglo XI -muy particularmente, en el XIII-, de la mano, en cuanto a adscripción tutelar o territorial, de órdenes religiosas medievales, con el Temple a la cabeza.

Localización en lugares sagrados

En lo relativo a lo primero, la localización de los santuarios de culto de las Vírgenes Negras en primitivos lugares sagrados se pone de manifiesto por la frecuente existencia de restos prehistóricos en los actuales sitios de devoción.

Se trata normalmente de lugares sagrados de la tipología reseñada en la entrada publicada ayer, auténticos “centros de poder” (manantial, cueva, acantilado,...) donde se realizaban hace milenios cultos ligados a la naturaleza.

El color de las tallas

Pasando a la segunda de las notas antes destacadas, el color de las tallas no obedece, desde luego, a las razones que algunos, de forma interesada, han intentado hacer creer. Así, es ridículo achacar la negritud al humo de las velas usadas para su veneración. Y no lo es menos responsabilizar a recubrimientos de plata que en su día, supuestamente, las adornaron. El color que distingue a las imágenes es, mayoritariamente, el querido y deseado por el autor o autores. Se trata de pintura, barniz, betún de Judea o lacado que, según los casos, da a la imagen un negro brillante o un simple oscurecimiento.

Pero, ¿por qué desear una Virgen Negra?. La respuesta se encuentra en reminiscencias de antiguos cultos ligados a la Diosa-Madre y a divinidades precristianas -Isis, Artemisas y otras presentes en ritos, por ejemplo, celtas e iberos- surgidas en honor a la fertilidad y a la madre-tierra: diosas lares, cercanas a la familia, regentes en el hogar, la salud, la enfermedad, la felicidad y en todo lo relacionado con la vida del ser humano en la tierra y como miembro de una comunidad familiar, matriarcal. En estos casos, el color negro simboliza el tono oscuro de la tierra fértil -antes del cristianismo, con el término “virgo pariturae” se hacía mención a la tierra antes de la fecundación-.

Por otra parte, no puede olvidarse que estas tallas surgen a partir de la primera cruzada. Lo que abre las puertas a pensar que la negritud mariana se extendiera por Europa bajo el influjo oriental. Un ámbito donde la talla negra se relaciona con el símbolo de la plenitud y la sabiduría: en árabe, los términos negro y sabio participan de la misma raíz; en sanscrito, “kâla” (negro) otorga el nombre a la diosa Kali; y la sabiduría, la Sophia de los textos gnósticos, ha sido asociada al negro desde los tiempos de Salomón –“morena soy, pero hermosa”, se lee en el Cantar de los Cantares (1,5)-.

Por lo demás, las Vírgenes Negras aparecen en ocasiones en grupos de tres, lo que recuerda al misterio de la Trinidad y remite a tres fases lunares y tres colores. Los colores, precisamente, de las aves sagradas de antiguos santuarios -golondrinas, vencejos, grajos,...- en las que se combinan el negro, blanco y rojo, enlazando con la “lengua de los pájaros”, antigua denominación de la sabiduría ancestral y la iniciación.

La interrelación entre el color de estas tallas y la Diosa-Madre se sustenta claramente por las zonas en las que la que hallan, usualmente lugares sagrados primitivos, tal como se ha enunciado antes; por la especialización temática de su culto, relativo a la familia, la salud, la fertilidad,...; y por la propia representación que muestran las imágenes, en las que muchas son mujeres solas y, cuando llevan Niño, lo presentan como producto de su fertilidad, resaltándose ellas como reinas y figuras principales del conjunto.

Lo cual, por otro lado, no es sino reminiscencia de las representaciones egipcias de Isis y su hijo Horus, así como de la tradición del Santo grial, que tras la teórica “Virgen con el Niño Jesús” ha escondido la figura de María Magdalena con el fruto de su matrimonio con Jesús -la Provenza y el Languedoc, donde, como se señaló, se concentran numerosas Vírgenes Negras, son sitios muy ligados a la tradición de la Magdalena-.

Profusión a partir del siglo XI

En tercer y último lugar, en cuanto a la extraña profusión de Vírgenes Negras que se detecta a partir del siglo XI de la mano de órdenes religiosas, obedece a que determinadas órdenes medievales, con el Temple como protagonista, usaron la devoción mariana para introducir en su esfera de dominio territorial los antiguos lugares sagrados, a través de un plan preconcebido, de un programa de implantación sistemáticamente aplicado sobre esos puntos prefijados en el mapa. Normalmente, para justificar la ubicación de la imagen en tales sitios, por lo común alejados de la población, se tejieron piadosas leyendas ligadas al descubrimiento milagroso de la talla por un labrador o por un pastor.

Téngase en cuenta que se trata de un elevado número de tallas similares distribuidas por toda Europa. Mediante ellas, templarios y otras órdenes accedieron a privilegiados recintos telúricos, fijándolos en el mapa de forma discreta y sólo apta sólo para iniciados. Lugares sagrados, que constituyeron, además, una amplia red que bien les pudo servir también, tal como Montserrat Robrenyo pone de manifiesto en el estudio citado, como puntos de encuentro de peregrinos-mensajeros, que transmitían información, consignas y mandatos que se querían salvaguardar del conocimiento externo a la orden religiosa.

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