Cuando te retires a la contemplación, en silencio y soledad, aparta de tu mente todo lo que has estado haciendo o piensas hacer. Rechaza todo pensamiento, cualquiera que sea. En cuanto a la práctica contemplativa en sí, no uses palabras, a no ser que te tu Ser Profundo te mueva a ello; y, si las utilizas, no prestes atención a si son muchas o pocas, ni ponderes su significado. Si prefieres emplear oraciones para iniciar la contemplación, no te preocupes de su clase, pues no tiene importancia que sean litúrgicas, salmos, himnos o antífonas; o que tengan intenciones particulares o generales; o que las formules interiormente con el pensamiento o las expreses en voz alta con palabras. Trata de que no quede en tu mente consciente nada a excepción de un puro impulso dirigido hacia lo divino. Desnúdala de toda idea particular sobre Dios (cómo es él en sí mismo o en sus obras) y mantén despierta solamente la simple conciencia de que él Es. No indagues más. Esta simple consciencia de Ser, desnuda de ideas, vaciará tu pensamiento y afectos, dejando sólo la sensación ciega de tu propio Ser.
Que este sosiego y oscuridad ocupe toda tu mente y que seas tú un reflejo de ella. Pues quiero que la inspiración que tienes sobre ti mismo sea tan puro y simple como el que tienes de Dios: Ser. Así podrás estar espiritualmente unido a él sin fragmentación alguna y sin disipación de tu mente. Él es tu Ser y en él tú Eres, no sólo porque él es la causa y el Ser de todo lo que existe, sino porque él es tu causa y el centro profundo de tu Ser, tu Yo Verdadero, tu Ser Profundo. En esta obra de contemplación, por tanto, has de pensar en él y en ti de la misma manera: esto es, con la simple conciencia de que él Es y de que tú Eres y estáis íntimamente unidos en el Yo Soy. En este sentido tu pensamiento no quedará dividido o disperso, sino unificado en él, que es el Todo y tu propia Esencia.
Acuérdate de esta distinción entre él y tú: él es tu Ser, pero tú no eres el suyo; el es increado y tu eres Creación, por más que
Siendo esto así, deja que el impulso y la inspiración de tu Yo Verdadero te una a él, mientras que tu mente rechaza hasta la más mínima indagación sobre las cualidades particulares de tu ciego ser o del suyo. Mantén tu pensamiento totalmente desnudo, tu afecto limpio de todo querer y tu Ser simplemente tal como Es. Ser. Esto te introducirá en el inefable conocimiento experiencial de Dios tal como es. En esta vida humana, semejante experiencia permanecerá siempre oscura y parcial, de modo que tu ardiente deseo por él esté siempre nuevamente encendido por él.
No prosigas, quédate en esta simple, firme y elemental consciencia de que tú Eres, de que Existes: la consciencia de Ser.
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