Con la facultad de la imaginación reproducimos para la imagen de las cosas presentes o ausentes. La imaginación y todas las imágenes que reproduce se hallan contenidas en la memoria. Cuando el Yo Verdadero lleva el timón de nuestra vida, la imaginación coopera totalmente con la razón y la mente con nuestro Ser Profundo: refleja fielmente cada imagen de acuerdo con la realidad y, así, la razón nunca es engañada en sus juicios por una imagen deformada de cualquier cosa, material o espiritual. Sin embargo, cuando el Yo Verdadero está aletargado y la mente activa el pequeño yo, se pierde esta integridad de nuestra naturaleza y la imaginación no cesa día y noche de deformar la imagen de las criaturas materiales, de tergiversar su esencia espiritual o de engendrar en nuestra memoria fantasmas de cosas espirituales, provocando grandes errores de percepción y produciendo numerosas deformaciones de la realidad.
La naturaleza indisciplinada de la imaginación es evidente en la experiencia de los neófitos que acaban de dejar el mundo material y están al comienzo de la vida contemplativa. No sin gran dificultad apartan su alma de millares de pensamientos e imágenes placenteras, o de fantasías en torno a su pasado que la imaginación desbocada proyecta continuamente sobre la pantalla de su mente. Esta habitual actividad indisciplinada de la imaginación es una de las consecuencias dolorosas del de la pérdida del mando por parte del Yo Verdadero. A medida que estos neófitos progresan en las prácticas de la vida contemplativa, el Ser Profundo va tomando las riendas de sus vidas, la mente empieza a estar a su servicio y la razón va gradualmente sanando, recuperando su justo predominio sobre la imaginación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.