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Carta Fundacional de FANUM
La sociedad actual presenta desequilibrios patentes y nítidos síntomas de agotamiento a distintos niveles: social, medioambiental, cultural, económico, institucional y de valores trascendentes, tanto éticos como espirituales. Desgraciadamente, no se trata de un fenómeno coyuntural, sino estructural. Obedece, en lo fundamental, a las carencias y limitaciones de la visión vigente y subyacente en la sociedad y el individuo, que se manifiesta en el día a día y en el medio y largo plazo, en la cotidianeidad y a la hora de abordar los nuevos escenarios, circunstancias, retos.
Tal visión remonta su origen a los albores del capitalismo. Se hizo hegemónica en el siglo XIX, con la célebre Revolución Industrial, y aún hoy es claramente dominante. Se basa en algo muy sencillo: la supremacía de la economía. Se trata de
Por esta visión hemos hecho nuestro como lo más natural el “tanto tienes tanto vales”; y fusionado el valor de uso –real- con el valor de cambio –especulativo-, confundiendo valor y precio. La economía, su crecimiento y desarrollo (sostenibilidad económica), es el fin; y también el medio, se nos reitera, para disponer de recursos con los que erradicar desigualdades (sostenibilidad social), preservar el entorno ecológico (sostenibilidad medioambiental), garantizar la adecuada funcionalidad de las instituciones (sostenibilidad institucional) e, incluso para generar el marco adecuado en el que la persona pueda ser feliz y desplegar sus valores éticos y espirituales (sostenibilidad trascendente). Y es verdad que, bajo su influjo, se ha conseguido multiplicar la producción mundial hasta el punto de que haya alimentos y bienes suficientes para la totalidad de los habitantes del planeta, a pesar de la explosión demográfica que caracterizó al siglo XX. Eso sí, tal suficiencia es exclusivamente en volumen, pero descarrila estrepitosamente en cuanto a su reparto: la pobreza extrema que afecta a cientos de millones de seres humanos es buena prueba al respecto, por no hablar de la miseria que se disfraza cotidianamente en las ciudades más desarrolladas del orbe occidental.
La actual crisis económica hunde sus raíces en esta visión. Y también las soluciones que ante ella se plantean. Sin embargo, el siglo XXI presenta importantes novedades: cambio climático, globalización, sociedad de la información, recursos naturales y energéticos escasos, flujos migratorios masivos o incorporación creciente al consumo de países, como China, de alta demografía. En este nuevo escenario, la sostenibilidad social, medioambiental, institucional y trascendente no son ya consecuencias de que la economía marche bien, sino condición imprescindible para ello. Hasta hoy, la lógica económica, la integración social, el equilibrio ecológico, la solvencia institucional y los valores éticos y espirituales no han ido de la mano. Ahora tendrán que hacerlo no sólo por altruismo, sino por imperativo de circunstancias que obligan a un cambio de visión.
Imaginemos un río cuyo cauce se quiere modificar. No se logrará clavando estacas en su fondo, ya que las aguas se limitarán a bordearlas y continuarán su normal fluir. Las estacas son los programas y no sirven. Se exige mucho más para cambiar el discurrir de la corriente; se requiere una nueva visión. Y la nueva visión que urge implantar se fundamenta en el concepto de sostenibilidad como eje del análisis y actuación ante la realidad actual: 1. Tenemos bienes suficientes para todos. 2. No podemos seguir multiplicando la producción sin destruir nuestro hábitat de supervivencia. 3. La solución es compartir.
Compartir implica acometer transformaciones macroeconómicas y estructurales que, desde una perspectiva de equidad social y global, fomenten la eficiencia del sistema productivo, el ahorro, la inversión y la innovación, así como el comercio justo, la cooperación y la redistribución de la riqueza a escala local y global.
Compartir supone trabajar con prioridad en educación y en valores, porque para alcanzar un mundo nuevo se necesitan ojos nuevos para mirar el mundo.
Compartir representa abordar lo microeconómico desde un nuevo prisma: por ejemplo, lo que a todos individualmente nos corresponde poniendo sensatez ante el consumismo rampante y evaluando cuáles son nuestras autenticas necesidades sin caer en la hoguera de las vanidades.
Compartir conlleva poner a la persona, al individuo en sociedad, en el centro del sistema, tomando conciencia de la dimensión global y trascendente del ser humano y actuar en consecuencia.
Y compartir requiere acabar con la falsa dicotomía Estado/mercado, plasmar una nueva gobernanza democrática y global y, a escala de cada uno, entrar en un nuevo nivel de consciencia de carácter transpersonal.
Se trata de ser más plenamente humano en el convencimiento de que nuestra personalidad individual es un logro de la evolución, pero también una limitación. Hay que comprender la realidad más allá del “yo”, de un egocentrismo que nos está arrastrando al precipicio. Para salir de esa limitación tenemos que ampliar nuestra consciencia y entrar en el nivel de Unidad: constatar que somos uno con todo y que cada uno tiene sentido en la totalidad.
Sostenibilidad en todas sus dimensiones
Con este telón de fondo, resulta crucial promover el concepto de sostenibilidad en todas sus dimensiones: social, medioambiental, económica, institucional y trascendente. Y para coadyuvar a ello se crea
+ En el ámbito de la sostenibilidad social, se atenderán preferentemente las causas y los efectos del fenómeno migratorio y sus flujos, tanto en llegada como de salida; el impulso de la nueva gama de derechos del Estado del Bienestar que suelen ser calificados como “derechos republicanos” (sociales en sentido amplio, tercera edad, acceso a la cultura y al deporte, servicios de género,...) por su conexión con la “Res Pública” (“la cosa pública”) y su cobertura en clave de proximidad; la lucha contra las novedosas modalidades de exclusión social, derivadas por nuevas circunstancias que van desde el acceso a las tecnologías hasta las trabas y obstáculos en la comunicación y las relaciones interpersonales; y la cooperación al desarrollo desde una óptica de tolerancia intercultural, solidaridad internacional y puesta en valor de ese gran patrimonio de la humanidad que es la diversidad cultural.
+ En la esfera de la sostenibilidad medioambiental, la prioridad se centrará en el cambio climático, con todas sus implicaciones, pues tratándose de un fenómeno mundial y con impactos generales que exigen respuestas globales, también presenta impactos específicos para cada territorio concreto que demandan medidas locales. Al hilo de lo cual, también interesan singularmente para los fines de
+ Con respecto a la sostenibilidad económica,
+ En cuanto a la sostenibilidad institucional será abordada otorgando especial significación al gobierno democrático de la sociedad y, asociado a ello, la profundización real en la democracia. Esto conlleva la denuncia y el trabajo para la eliminación de estrategias antidemocráticas y actitudes totalitarias que puedan existir en determinados núcleos y élites de poder económico, político o social; y alentar una nueva gobernanza, tanto a escala global como local. Contexto en el que se inscribe la planificación estratégica socioeconómica y físico-territorial; los derechos democráticos ante novedosos fenómenos (desde el respeto a la intimidad en el marco de las nuevas tecnologías hasta la seguridad alimentaria); y la búsqueda de consensos en la sociedad civil y entre los actores privados y públicos, desde una percepción de la actividad política como vocación de servicio público.
+ Por último, que no lo último, la sostenibilidad debe abarcar la dimensión trascendente de la persona y la humanidad, sus valores éticos y espirituales pues para lograr un mundo nuevo se requieren ojos nuevos para ver el mundo. En este orden,
Iniciativas y actividades
En desarrollo de estos objetivos,
Directamente o en colaboración con otras entidades públicas y privadas, especialmente de carácter docente,
En el entendimiento que la lectura y el mundo de los libros, en sentido amplio, es un bien cultural a preservar,
Desde la misma perspectiva cultural,
Se instituirán premios específicos de
De manera similar,
El por qué de las siglas FANUM
Concretamente, el sustantivo latino “fanum, i” significa “templo”, “lugar sagrado” o “santuario de la divinidad”. Y para los promotores de
En castellano, aunque poco utilizado, pervive el término “fano”, que procede directamente de “fanum” y mantiene su significado. Y se usan asiduamente otras palabras que derivan indirectamente del vocablo latino, como <
Como dato curioso, el geógrafo e historiador griego Estrabón (63/64a.c. - 19/24d.c.) cita en su obra Geografía el topónimo “Luciferi fanum” para nombrar un enclave ubicado en la antigua provincia Bética romana. En latín, “lucifer -era -erum” puede ser traducido como “luminoso” o “brillante”; y “lucifer –eri” como “estrella matutina”, “lucero” o, más exactamente, el “planeta Venus”; e, igualmente, como “día” (por ejemplo, “paucis luciferis” significa “dentro de breves días”). Aplicado al caso, la interpretación más correcta de “Luciferi fanum” es “Santuario de Venus”.
Desde hace tiempo, con el reseñado topónimo latino se identifica la ciudad de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). Así, como sinónimo de ésta se usó en alguna bula papal, escrita en latín y apareciendo como parte del lema del escudo de la localidad. Es más, las excavaciones realizadas en los años 80 del pasado siglo XX en el paraje sanluqueño conocido popularmente como El Tesorillo, en el Pinar de
También merece la pena destacar que el genial arquitecto e ingeniero romano Marco Vitruvio, que vivió en el siglo I a.c. y es famoso por el célebre Hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci, describió en su libro Architectura (Volumen III)
Carácter abierto e incorporación de Colaboradores
Para trabajar en pro de todos los objetivos enunciados y para desarrollar las iniciativas y actividades expuestas nace
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