Como se indica en Noviembre 2009: Conferencias, actividades e intervenciones pública, en la mañana de hoy continúo impartiendo el Taller de Espiritualidad para Buscadores. En él, tras haber profundizado en el discernimiento sobre la divinidad, abordaremos cuestiones como la Inmanencia de Dios, el Espíritu Santo, el alma o la encarnación y reencarnación. Desarrollaré estos extremos en varias entradas, comenzando con esta.
1. La “Inmanencia” de Dios
Como se remarcó en la entrada Principio Único (“Padre”) y Espíritu (“Hijo”), del 21 de noviembre, el plano de lo No Manifestado es creación divina y Esencia (Amor) emanada en expansión, por lo que, aun no siendo increado como el Principio Único, participa de sus demás cualidades, entre éstas la gradación pura e infinita de su vibración. En cuanto al plano de lo Manifestado, está constituido por la expansión del Verbo asociado a
En este orden,
Esto no ocurre con lo Manifestado. El Verbo no es
Por tanto, en
Esto provoca algo de enorme trascendencia: sea cual sea el carácter intangible o tangible de lo Manifestado y sea cual sea la “parte” del Omniverso donde radique u ocupe, siempre convive con lo No Manifestado. Es una convivencia de tipo vibratorio (una “convivencia vibracional” en la que se profundizará inmediatamente) entre la frecuencia infinita del Espíritu o Amor y la gradación finita de lo Manifestado, sea intangible o tangible.
Desde la perspectiva de los cinco sentidos del ser humano, que sólo se percatan de parte de lo Manifestado (de la gama o franja de las manifestaciones que por su condensación y vibración pueden percibir), esta convivencia puede describirse como presencia “patente” (visible) de lo Manifestado y presencia “latente” (no visible) del Espíritu. O lo que es lo mismo: como presencia “subyacente” del Espíritu (vibración pura) en lo Manifestado (vibración finita, tanto menor cuanto mayor sea la condensación).
Esto, por supuesto, es aplicable a la materia (lo Manifestado tangible para nuestros sentidos): a pesar de su corporeidad, la materia (incluida la parte física del ser humano) goza de la presencia subyacente del Espíritu, de
Para entender mejor sus implicaciones, resulta útil constatar que el Diccionario de
En conclusión: todas las modalidades de existencia procedentes de la condensación del Verbo -intangibles y tangibles- conviven vibracionalmente con el Espíritu o Amor, lo que se plasma en la inmanencia de lo No Manifestado (frecuencia vibratoria infinita y de la que, por ello no se percatan nuestros cinco sentidos) en lo Manifestado (de limitada gradación vibracional y que en el caso de mayor condensación y menor gradación vibratoria, como la materia que conforma nuestro cuerpo, sí es percibida por los sentidos físicos).
2. Lo que "es"
Dentro del plano de lo Manifestado, las manifestaciones tangibles o materiales, por su fuerte condensación y débil grado vibratorio, están sujetas a las reglas del tiempo y el espacio (espacio/tiempo). Y son mutables y muy efímeras en comparación con la inalterabilidad y eternidad que caracterizan al plano de lo No Manifestado. Esto ha provocado que escritos religiosos ancestrales identifiquen lo material como lo que “no es”, dada su existencia fugaz y cambiante; y lo No Manifestado como lo que “es”, debido a su perpetuidad e inmutabilidad.
Ante ello e hilando con lo reseñado a propósito de
Y esto se puede aplicar a nuestra propia realidad como seres humanos. Nuestro cuerpo físico pertenece al ámbito de lo Manifestado; y es el resultado de la evolución, a lo largo de miles de millones de años, de la materia surgida de la condensación del Verbo (la vibración asociada a
La ignorancia acerca de esta paradoja, que es una auténtica “paradoja de consciencia”, hace que numerosas personas olviden su espectacular dimensión espiritual (Espíritu, Esencia divina, Hijo de Dios, Dios mismo) y pasen sus días de existencia física en el falso convencimiento de que eso es todo lo que son, cuerpo o materia sometido a la tiranía de los apegos materiales y, finalmente, de la muerte. Tal es el nivel de inconsciencia y de desconocimiento de sí mismo al que el ser humano puede llegar.
3. El “Espíritu Santo” y la “convivencia vibracional”
Se han hecho numerosas referencias hasta aquí tanto al Principio Único como al Espíritu o Amor; y a cómo ambos comparten atributos y pureza vibratoria y son
Como se ha reseñado,
Ya se señaló que el Espíritu o Amor, lo No manifestado, es uno. Y que las manifestaciones, por cuantiosas que sean, constituyen una unidad en lo Manifestado. Aún así, las manifestaciones admiten una diferenciación aparente entre sí debido a sus múltiples y distintos niveles de condensación y frecuencia vibracional. Por esto, aunque
En coherencia con los símiles propuestos, se entiende que en el Evangelio de San Juan se afirme: “El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu” (3,8). O que haya descripciones del Espíritu Santo como el “aliento” de Dios, que es Uno, pero que anima a cada individuo o modalidad de existencia: “Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente” (Génesis, 2,7).
Por supuesto, todo esto es aplicable a cada uno de los componentes del mundo material que los cinco sentidos detectan; y a nosotros mismos en nuestra dimensión física. El Espíritu -de elevadísimo rango vibratorio, Esencia divina (Amor) emanada y expandida- radica de forma inmanente tanto en la materia que nos rodea como en la que nos constituye corporalmente. Una materia de reducida gradación vibratoria que es “iluminada” por la vibración pura del Espíritu, por
Se comprende así la naturaleza trina de Dios (Ser Uno): Padre (Principio Único); Hijo (Espíritu o Amor, con las mismas cualidades vibratorias que el Principio Único y, por ello, Esencia de Dios, Dios mismo); y Espíritu Santo (presencia inmanente del Espíritu,
Asistimos con todo ello a la extraordinaria “convivencia vibracional” antes aludida. Porque, aun siendo una unidad en el ámbito de lo Manifestado, todas las manifestaciones, inmateriales o materiales, tienen su propia identidad en función del grado de condensación y la frecuencia vibracional resultante. Y todas cuentan, a su vez, con la presencia inmanente del Espíritu. De lo cual se deduce que en el mundo que nos rodea y en nosotros mismos coexiste una doble dimensión vibratoria: la “dimensión manifestada” en sentido estricto, de limitada gradación vibracional (por ejemplo, la materia que perciben nuestros sentidos o nuestro cuerpo físico); y, de manera inherente, otra “dimensión no manifestada” o espiritual, de elevadísima frecuencia vibratoria (de la que por ello nuestros sentidos no se percatan).
(En la entrada que publicaremos mañana se completará todo lo anterior abordando el significado y contenido del “alma”, así como la llamada “dinámica vibratoria interactiva” entre Espíritu, alma y cuerpo en la que tiene reflejo y se manifiesta el aumento del grado de consciencia que pueda disfrutar cada ser humano)
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