La razón es la facultad que nos permite distinguir lo bueno de lo malo, lo bueno de lo mejor y lo mejor de lo buenísimo (lo más cercano energéticamente a los atributos de la divinidad y a su frecuencia vibracional pura). O, según los casos, lo bueno de lo malo, lo malo de lo peor y lo peor de lo malísimo. El ser humano, inspirado por su Yo Verdadero, podría hacer esto de una manera natural y fácil, pero en manos de su ego, su pequeño yo, la razón yerra. La memoria abarca tanto la razón como su objeto.
Después de que la razón ha determinado lo que es bueno, la voluntad se dirige hacia ello con amor y deseo; y descansa, finalmente, con satisfacción, deleite y pleno consentimiento. Guiada por su Ser Profundo, la persona no se encuentra en peligro de elegir y de amar un falso bien, ya que experimenta cada cosa como realmente es: ninguna de sus facultades está perturbada y no es propensa a ser engañada por ninguna de ellas. Pero cuando es el ego el que toma el mando de su vida, no puede elegir el bien de una manera firme y es fácilmente engañado por las apariencias y llevado a elegir un mal disfrazado de bien.
La memoria abarca, asimismo, la voluntad y su objeto.
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