La percepción sensorial es una bendición. Nos permite conocer y experimentar todas las criaturas materiales y determinar si son buenas o no para nosotros. Tal percepción incluye tanto los sentidos externos como los internos: los externos atienden a la satisfacción de nuestras necesidades físicas; los internos, sirven a la inteligencia.
La percepción sensorial es la facultad que se rebela cuando el cuerpo experimenta alguna necesidad; y la que nos puede mover también a excedemos en la satisfacción de cualquier necesidad. Refunfuña ante la privación del placer y cuando se le inflige un dolor, alegrándose vivamente cuando se le quita el dolor y se le devuelve el placer. La memoria abarca también la facultad de la percepción sensorial y todo lo que experimenta.
Así como la imaginación debe estar el servicio de la razón, la percepción sensorial ha de estarlo de la voluntad. Cuando el Yo Verdadero asume el mando, cumple perfectamente esta misión de servicio a la voluntad: cualquier deleite o dolor suyo está en perfecta consonancia con la realidad; y no comunica a la voluntad ninguna sensación desordenada acerca de criatura alguna material, ni despierta experiencia espiritual engañosa en los sentidos internos.
Pero esto deja de ser así cuando el Ser Profundo está desactivado y el pequeño yo campa a sus anchas. La percepción sensorial experimenta entonces dolor cuando se ve privada de placeres desordenados, por los que suspira ciegamente, y cuando se ve sometida a una disciplina saludable, que rechaza.
La activación del Yo Verdadero ha de fortalecer la voluntad para que mantenga a raya la percepción sensorial y no se exceda en los placeres legítimos y adquiera el gusto por una disciplina saludable. Sin tal activación, la percepción sensorial se entregaría caprichosamente a los placeres materiales apartándolo de su esencia y destino espiritual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.