Como narran las Escrituras, hubo tres hombres muy vinculados al Arca: Moisés, Besalel y Aarón. En la montaña, Moisés aprendió de Yahvé cómo había de ser construida. Sirviéndose del proyecto que Moisés había recibido, Besalel la construyó en el valle. Y Aarón cuidó de ella en el templo, viéndola y tocándola cuantas veces quiso.
Estos tres hombres ilustran los tres caminos por los que podemos llegar a la contemplación. A veces, como Moisés, debemos ascender a la montaña y luchar sólo con la ayuda de la gracia antes de llegar a la contemplación, para después, como él, disfrutar sus frutos, aunque raras veces se consigue. Nuestro progreso en la contemplación puede también realizarse por nuestra propia interiorización espiritual; entonces somos Besalel, que no pudo contemplar el Arca hasta que hubo trabajado para modelarla con sus propios esfuerzos, si bien ayudado por el diseño dado a Moisés en la montaña. Hay otras veces, por fin, en que la gracia nos arrastra, sirviendo como instrumento las palabras de otros. Entonces somos como Aarón, a quien se le confió el cuidado del Arca que Besalel modeló y preparó con la habilidad de sus manos.
Mi querido amigo, ¿te das cuenta de lo que trato de decir?. Aunque lo he expresado de una manera infantil y torpe y aunque soy un pobre e indigno maestro, te propongo el oficio de Besalel al explicar y poner en tus manos, como si dijéramos, esta arca espiritual. Pero tú puedes superar con creces mi rudo trabajo si quieres ser Aarón entregándote continuamente a la contemplación por los dos. Te pido que lo hagas por Amor y que suplas con tu ardor lo que me falta a mi.
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