Como reseñé en la entrada La muerte, en el Círculo Sierpes, de 17 de octubre, en esa fecha el Círculo Sierpes celebró su segunda sesión de Trabajo Interior del Curso 2009-2010, que tuvo como temática La muerte y su trascendencia.
Mostré entonces mi intención de colgar en el Blog sus principales contenidos, en la medida que la reflexión conjunta y sus conclusiones lo permitieran. Cosa que no hecho porque el encuentro fue tan intenso y las reflexiones tan amplias que decidimos continuar su desarrollo en otra sesión centrada en idéntico tema, que celebraremos el 19 de diciembre. Os tendré al tanto.
No obstante, retomo aquí el asunto porque gracias a María Jesús, mi esposa, he conocido una película que aconsejo vivamente y que versa, precisamente, sobre la muerte y las circunstancias que la rodean. Se trata del film japonés Despedidas (Ukoribito; Departures), del realizador Yojiro Takita, que ha recibido el Oscar
http://despedidaslapelicula.blogspot.com/
La cinta, tan poética como aguda y vitalista, gira en torno a un convencimiento que comparto: la muerte no es tal, sino la transición hacia otra existencia que nuestro Yo Verdadero acomete cuando el cuerpo –por enfermedad, accidente u otra causa- deja de prestarnos su imprescindible cobertura para continuar nuestra vida física actual. Por tanto, la muerte es un imposible, un fantasma, sólo eso, de la imaginación humana. Utilizando una expresión de la película: la muerte es una entrada; no supone el final, sino dejar la etapa presente y encaminarse a la siguiente.
Para desarrollar esta idea, la cinta cuenta con un espléndido guión de Kundo Koyama y música del excepcional Joe Hisaishi, compositor habitual de las películas de Hayao Miyazaki y de Kitano. La historia pivota sobre dos personajes principales que interaccionan con fluidez y emotividad: uno, joven, Daigo Kobayashi; y el otro, mayor, Shouei Sasaki.
Daigo es un violonchelista que vive el trauma de quedarse sin trabajo al ser disuelta la orquesta en la que tocaba. Tras vender su querido instrumento y gastarse lo que por él le dieron, decide retornar con su esposa Mika a la casa de su madre fallecida y a sus origenes. Buscando como ganarse la vida, contesta a un anuncio en el que se solicita personal para trabajar en Despedidas. Cree que es una agencia de viajes, pero pronto descubre que es un tanatorio. Aunque no uno cualquiera, pues, en él se hace del amortajamiento una ceremonia tan elegante, bella y serena como la ceremonia del té, otorgando al fallecido un trato exquisito y lleno de cariño.
En su nueva actividad, Daigo debe ocuparse de la preparación de los cadáveres, lo que le permite descubrir la muerte en todas sus facetas. Y las primeras imágenes de Daigo al inicio del film, en mitad de una orquesta con un auditorio silencioso y distante, son sustituidas por otras donde ayuda a amortajar y preparar a los difuntos ante un público mucho más cercano y sensible. Explicando cada paso a los familiares, sus delicadas manos, de auténtico artista, desvisten y lavan los cadáveres con minuciosidad y mimo, los maquilla, prepara y embellece. En correspondencia, los familiares, gente normalmente sencilla, se despiden de él con lágrimas de agradecimiento por un acto tan puro y conmovedor.
Las costumbres niponas son de un gran respeto hacia los fenecidos, así como a las personas de avanzada edad. Hace años, las propias familias se encargaban de embalsamar a los difuntos, hasta que las funerarias se hicieron eco del negocio y lo subcontrataron a empresas. Es a una de ellas a la que se incorpora Diago. El propietario es Shouei Sasaki, el otro personaje central de la película.
Shouei vive de los muertos y es capaz de soportar dicha carga día tras día. Los hechos del pasado lo marcan. De pocas palabras, entrañable, de mirada seria, pero con gran sentido del humor, hace labores de maestro, enseñando a honrar a los muertos y a sus familias en un momento que siempre esta ligado al dolor y la oración. Tal como ve la muerte, contempla la vida.
En las relaciones que se establecen entre Diago y Shouei planea la figura del padre del primero, que Diago perdió en la infancia y del que ahora el joven reniega constantemente, a pesar de los tiernos recuerdos que persisten en su memoria, entremezclados con la afición que tenía cuando niño de observar las formas de las piedras.
Y aprendiendo de la muerte, Diago hace un viaje a la vida. De hecho, es a través de la muerte como encuentra una nueva vida. Adquiere consciencia de que, como le sucede a tanta gente, perseguía un sueño que no es real y que, más que suyo, era de otro. Esto, junto a la mejor comprensión de la muerte, lo impulsa por la senda de una vida más llena.
El montaje y la música son piezas claves en este engranaje. Se utilizan diferentes planos otorgando distintas perspectivas, siempre con el acompañamiento de sonidos provenientes de instrumentos de cuerda. Esta música carga de énfasis tanto los momentos cómicos como los dramáticos, ensalzando al chelo como maestro de ceremonias.
Un acierto de Yojiro Takita, el director, ha sido emplear en Despedidas los cuatro elementos de
Con todas estas claves y guiños, la película nos hace ver que la muerte no es algo tétrico, sino esperanzador y dulce: la muerte como viaje, el último y más importante de nuestra vida actual. Este convencimiento nos enseña a vivir el momento presente sacándole el máximo provecho, a rodearnos con alegría de las personas que queremos y a arriesgarnos, sin miedos, a descubrir el Amor, limando la piedra con nuestras experiencias hasta que quede totalmente lisa, en paz, logrando que nuestra existencia pivote sobre nuestra dimensión espiritual. Será así como, a la hora de la despedida, la afrontaremos con naturalidad, sabiendo que se ha cumplido un ciclo vital y experiencial que es, precisamente, la puerta para otro nuevo y renovado: la muerte como transición, como una parte más de la vida continua y eterna. Y siendo conscientes de que nunca es un "adiós" a los seres queridos, sino un "hasta luego" a las almas que en nuestra cadena de vidas hacen de acompañantes y colaboradoras.
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