Siguiendo con la cautela a la hora de utilizar la palabra “dentro”, el fracaso del que estoy hablando se origina del siguiente modo.
El neófito oye y lee que debe dejar de aplicar sus facultades externas a las cosas externas y trabajar interiormente. Pero como no es capaz de esto último, sus esfuerzos llegan a frustrase. Se vuelve morbosamente introspectivo y fuerza sus facultades, como si por la fuerza bruta pudiera conseguir que sus ojos vieran y sus oídos oyeran cosas interiores. De igual manera, abusa de sus sentidos exteriores y de sus emociones. Así, violenta su naturaleza, presionado sobre su imaginación tan brutalmente con su estupidez que su mente al fin estalla, llenándose de ficciones, ilusiones y sensaciones que hasta corporalmente le afectan.
El pobre insensato, por desgracia, queda atrapado por estos engaños y cree que ha alcanzado la contemplación, enredado y entretenido en suaves pensamiento sobre Dios.
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