Puedes apoyarte confiadamente, por tanto, en el ciego impulso del amor contemplativo y seguirle donde te lleve, pues es tu guía seguro. Este amor es la esencia de una buena vida y sin él nada bueno es posible. Básicamente, significa una radical y personal entrega a Dios y a tu Yo Verdadero.
Esto supone que tu voluntad como persona está armoniosamente sintonizada a la suya, haciéndose de hecho una en tu vida humana, en permanente alegría y entusiasmo. Esta es la esencia de la más alta perfección: dejas de tener una vida personal, es decir, dirigida por tu pequeño, tu ego y tu efímera personalidad, para disfrutar de una vida impersonal, esto es, la que impulsa tu Yo Verdadero, divino, eterno, situado más allá de pequeñas historias personales y egóicas. Las dichas y consolaciones de la vida personal, del ego, de los sentidos físicos y el mundo material, por sublimes que parezcan, son meramente accidentales en comparación con las propios del Ser Profundo. Digo que son accidentales porque importa poco que un ser humano los experimente o no. Son contingentes a la vida física en
Estoy seguro, además, de que el hombre y la mujer que han madurado en una voluntad impersonal, en el sentido expuesto, no experimentan delicia o consolación a la que no puedan renunciar voluntaria y gozosamente por el influjo de su Yo Verdadero y divinal.
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