Te debo advertir que una persona sin experiencia en la contemplación se halla expuesta a una gran decepción si no está constantemente alerta y no es lo suficientemente sincera para buscar un guía seguro en su propio Ser Profundo. El peligro es que puede dar al traste con su fortaleza física y caer en aberraciones mentales por medio del orgullo, la sensualidad y una engañosa sofistería.
He aquí como puede insinuarse la decepción.
La persona recién iniciada en el camino de la contemplación empieza a oír hablar del deseo por el que el ser humano eleva su corazón a Dios, ansiando incesantemente experimentar su amor; escucha también acerca de la tristeza que acabo de describir en el capítulo anterior. Y, considerándose vanamente diestra y sofisticada en la vida espiritual, no tarda en comenzar a interpretar lo que oye en términos literales y materiales, perdiendo completamente de vista el sentido espiritual más hondo. Y por eso, violenta locamente sus recursos físicos y emocionales más allá de toda razón.
Despreciando la inspiración de su Yo Verdadero y excitada por la vanidad y la presunción de su pequeño yo, fuerza su aguante tan mórbidamente que en poco tiempo se encuentra fatigada y extenuada en cuerpo y espíritu. Después, siente la necesidad de aliviar la tensión creada buscando una compensación baladí, material o física, como relajación del cuerpo y del espíritu.
Suponiendo que salga de esto, su ceguera espiritual y el abuso que inflige a su cuerpo en esta pseudocontemplación, pues difícilmente se puede llamar espiritual, le pueden llevar a fomentar sus pasiones de forma no natural o crear un estado frenético. Y todo es el resultado de una pseudocontemplación y del maltrato de la corporeidad. El Yo Verdadero va quedando, con ello, relegado. Y, consiguientemente, el ego se reactiva alimentado por el orgullo, la sensualidad y la presunción intelectual.
Estas personas creen, por desgracia, que la exaltación que sienten es el fuego del amor encendido en sus pechos por el Espíritu Santo, su Yo Verdadero. De este engaño y otros semejantes surgen problemas, preocupaciones y frustraciones de toda clase, hipocresía y error. Esta especie de pseudocontemplación trae consigo el falso conocimiento del “propio ser” comentado en el capítulo precedente.
La falsedad de la pseudocontemplación y del falso conocimiento del “propio ser” se da de mil maneras y situaciones según las diferentes mentalidades y disposiciones de los engañados, de la misma manera que la experiencia verdadera de la actividad contemplativa asume muy diversas formas subjetivas.
Pero voy a detenerme aquí. Sólo describiré aquellas trampas, por llamarlas de algún modo, que puedes encontrar con más facilidad a medida que avanzas en la contemplación. Te digo que puedes ser avisado de antemano.
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