Agenda completa de actividades presenciales y online de Emilio Carrillo para el Curso 2023-2024

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24/10/09

Recapitulación sobre el 2012 y reflexiones sobre el "Juicio Final"

Recapitulación sobre el 2012

En la entrada Las profecías sobre el 2012, del lunes 19 de octubre, se efectuó un recorrido por las cuentas o ciclos presentes en la tradición maya (aunque se plantearon una serie de reservas, dado lo mucho que se dice y escribe al respecto con escaso o nulo fundamento). Se recuerdan seguidamente tales ciclos, en orden de menor a mayor duración, sin volver a repetir sus contenidos, ya expuestos allí:

+ Calendario Sagrado o Tzolkin (260 días);

+ Año Vago (365 días);

+ Momento de la Sincronía entre el Tzolkin y el Año Vago (cada 52 años):

+Gran Ciclo o Cuenta Larga (5.125 años);

+Ciclo del Alineamiento (26.000 años);

+Ciclo Galáctico (26 millones de años); y

+Año Galáctico (225 millones de años).

Igualmente, se indagó en la interrelación entre estos ciclos y el solsticio de invierno de 2012, mostrando como tal fecha podría marcar la terminación y el reinicio periódico de tres de ellos: Gran Ciclo, Ciclo del Alineamiento y Ciclo Galáctico.

Posteriormente, en la entrada La Ciencia y el 2012, del pasado miércoles 21 de octubre, se vio como, a la luz de los conocimientos científicos actuales, cabe admitir la posibilidad de que el 21 de diciembre de 2012:

+represente el final y nuevo comienzo de un Gran Ciclo que arrancó el 11 de agosto del año 3.114 a.c.; y

+sea la fecha de la alineación (Ciclo del Alineamiento) entre la Tierra, el Sol y el Centro Galáctico.

¿Qué impactos tendrá esto –o está teniendo ya, en la medida que nos aproximamos a la fecha- para la humanidad y nuestro planeta?. Del primero de los dos hechos citados puede deducirse, utilizando los registros geológicos y arqueológicos en torno al 3.114 a.c., un notable cambio climático, similar al que ya empezamos a experimentar. En cuanto a la segundo, el alineamiento, potencia y agrava dicho cambio climático, cuyos efectos se extenderán hasta la segunda mitad del presente siglo XXI. Por supuesto que las negativas influencias de la civilización humana están colaborando en el cambio climático, acelerando e intensificando sus efectos. Pero éste obedece en lo fundamental a la conjugación de los dos ciclos enunciados.

Por tanto, el 21 de diciembre de 2012 no acontecerá nada especial: ni cataclismos, ni días de oscuridad, ni “Juicio Final” (ahora de volverá a él para ahondar en sus contenidos), ni nada que se le parezca. Simplemente, marca un punto especialmente álgido dentro de un proceso que de cambio climático que ya comenzado y que será prolongado. Como se subrayó en la segunda de las dos entradas antes reseñadas, la humanidad debe prepararse para afrontar el debilitamiento de los campos magnéticos planetarios, el incremento de la energía proveniente del Sol, el deshielo de los casquetes polares, graves alteraciones climatológicas (sequía, desertización e incendios de montes y bosques en unas zonas y aumento de la pluviometría e inundaciones en otras), ascenso significativo de las temperaturas medias, elevación del nivel de los mares y océanos e inundación de litorales, tsunamis como consecuencia de choques entre las corrientes marinas de agua caliente y el agua fría procedente del deshielo, múltiples anomalías atmosféricas, interferencias magnéticas que pueden afectar a las telecomunicaciones o inutilizar el uso de determinadas tecnologías y un amplio etcétera.

Y como también se escribió allí, no se trata de que cunda el pánico, máxime cuando algunos, seguro, intentarán usar el miedo en su propio beneficio, pero sí es preciso que las personas tomemos consciencia de lo que posiblemente se avecina y empecemos a entender que es momento de unión, solidaridad y apoyo entre todo el género humano.

Los mayas se referían al periodo que ahora vivimos como la Sala de los Espejos, pues los acontecimientos obligan a verse cada uno como realmente es, a que cada uno muestre como de verdad es. Por tanto, una gran experiencia y oportunidad de cambio y aumento del grado de consciencia de cada ser humano y la humanidad.

También hay que considerar la posibilidad de los propios procesos y ciclos cosmogónicos que impulsan el fuerte cambio climático proporcionen un suplemento energético al sistema solar, a la Tierra, a la humanidad y a cada persona. Si se permite la comparación, una especie de vitaminas energéticas y conciénciales: una sobrecarga de energía vibratoria y electromagnética que coadyuva a activar componentes durmientes o semi-durmientes del ADN humano y planetario.

Pero tal suplemento de nada servirá si cada uno no realiza un trabajo propio e interior que eleve su grado de consciencia. Que nadie espere que este trabajo lo haga alguien por nosotros. Ni alienígenas, ni ángeles ni fuerzas cosmogónicas son responsables de nuestras vidas. Que cada cual asuma al 100 por 100 la responsabilidad de su vida. Por algo somos Hijos de Dios no ya porque nos haya creado Él, sino porque somos Él.

Reflexiones sobre el "Juicio Final"

Como se ha reiterado, el 2012 no es el día del “Fin de los Tiempos”. Aunque sí un magnífico momento para adquirir consciencia acerca del significado de esta figura, reiterativa en muchas tradiciones espirituales y que el cristianismo califica como “Juicio Final”.

De hecho, con tal expresión no se hace mención al 2012, pero sí a un fenómeno real de carácter cosmogónico y trascendente cuyo verdadero contenido ha quedado postergado tras siglos de ignorancia. Tiene su base en el hecho de que en la Creación todo es suma de partes y forma parte de una suma superior, aunque cada parte es a su vez el Todo. Tal es la grandeza de la Divina Unidad, que se expresa tanto en términos físicos y materiales como energéticos y vibracionales.

Por supuesto, lo anterior es perfectamente aplicable a cada uno de nosotros. Como ser humano soy suma de partes, ya que estoy conformado por multitud de órganos y células que en mi unidad vital se vivifican. Y formo parte de una suma superior, la humanidad y, aún más, el planeta Tierra, ser vivo en el que vivo y me vivifica. Igualmente, la Tierra se encuentra dentro del sistema solar de Ors, del que como ser humano formo parte y en el que vivo. Y su Sol, astro central, es un ser vivo que me vivifica. Ors pertenece y se halla en un brazo menor (denominado brazo de Orión, por su proximidad a esta constelación) de una galaxia, la Vía Láctea o Galaxia Dorada (unos doscientos mil millones de estrellas), de la que en mi condición de ser humano formo parte y en la que vivo. Su Centro es un ser vivo que me vivifica, aún estando a 30.000 años luz. Y la Vía Láctea se integra en un Grupo Intergaláctico o Cúmulo de Galaxias, una treintena aproximadamente, del que formo parte y en el que vivo y cuyo Centro Intergaláctico es un ser vivo que me vivifica. Este Cúmulo Galáctico es uno entre los muchos que acogen a miles de millones de galaxias que conforman el Universo. Y el Universo se integra, a su vez, en el colosal y multidimensional Omniverso, del que formo parte y en el que vivo, en el que conviven diversos Universos en distintas Dimensiones.

En este espectacular marco se desarrolla la vida en una innumerable cantidad de modalidades de existencia, encuadrables en muy distintos planos dimensionales y de frecuencia y rango vibratorio. Y en él también se despliega la consciencia, pues, como ya se ha reiterado, la Creación es Consciencia en expansión, por lo que la Creación es también Creador. Y el ser humano participa en ello a través de la elevación de su grado consciencial, que colabora a la expansión de la consciencia de la suma superior de la que forma parte y, así, a la expansión de la Consciencia de la Unidad.

Ahora bien, junto a esta perspectiva “de abajo hacia arriba” (incremento mi grado de consciencia y contribuyo a la expansión de la consciencia de la suma de la que formo parte y, con ello, de la Unidad), hay que contemplar otra que es “de arriba hacia abajo”. No en balde, la suma superior de la que como humanos formamos parte, piénsese en la Vía Láctea, está compuesta por otras muchas modalidades de existencia que también avanzan consciencialmente. De manera, que esa suma a la que pertenecemos puede experimentar un salto consciencial aunque la humanidad, parte de la misma o un ser humano concreto no hayamos o haya alcanzado el grado de consciencia suficiente como para participar activamente en el mismo.

Ambas perspectivas –de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo- son plenamente coherentes entre si y están perfectamente interrelacionadas, dando cuerpo a la “interacción consciencial” de la suma y sus partes. Por tal interacción, cada persona, si eleva el grado de consciencia, contribuye a la expansión de la consciencia de la suma a la que pertenece y de la Unidad; por el contrario, no ayuda a tal expansión si mantiene un bajo grado consciencial. Y también por tal interacción, cuando la expansión de la consciencia de la suma alcanza un determinado punto de calidad e intensidad energética -salto consciencial-, genera una oleada electromagnética, energética y vibratoria que impacta y tira vibracionalmente de aquellos de sus componentes que hayan alcanzado un grado de consciencia cercano al polo del Bien, en palabras usadas en párrafos anteriores, pero que no afectará a los que conserven su grado consciencial próximo al polo del Mal.

La alegoría sobre las vírgenes en el Evangelio de Mateo

La suma a la que pertenecemos, conviene repetirlo, puede experimentar un salto consciencial aunque la humanidad, parte de la misma o un ser humano concreto no hayamos o haya logrado el grado de consciencia suficiente como para poder participar activamente en él. ¿Qué sucede entonces?.

De forma alegórica, son numerosos los textos sagrados que responden a esta cuestión. Verbigracia, el Evangelio de San Mateos, que señala: “El Reino de los Cielos llegará a ser semejante a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del novio. Cinco de ellas eran necias, y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar sus lámparas, no tomaron consigo aceite, mientras que las prudentes tomaron aceite en sus frascos, además de sus lámparas. Como el novio tardaba, todas sintieron sueño y se durmieron. Mas a mitad de la noche se levantó un clamor: “¡aquí está el novio, salgan a su encuentro!”. Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. Mas las necias dijeron a las prudentes: “dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas están a punto de apagarse”. Replicaron las prudentes: “no sea que no alcance para nosotras y para vosotras; id a los vendedores y comprad para vosotras”. Mientras ellas iban a comprar, llegó el novio y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas; y la puerta fue cerrada. Después llegaron las otras vírgenes y dijeron: “¡señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “les digo la verdad, no las conozco”. Manteneos pues alerta, porque no sabéis ni el día ni la hora” (25,1-13).

En esta metáfora dirigida a explicar como llegará el Reino de los Cielos, éste se encuentra representado por el “novio”, que, aunque tarda, puede aparecer en cualquier instante. Los seres humanos somos las “vírgenes” que lo esperan, siendo la “lámpara” nuestro nivel consciencial y el “aceite” el trabajo interior de cada uno (dinámica vibratoria interactiva) para encender la consciencia, es decir, para elevar su gradación. Las vírgenes “prudentes” son las personas que a lo largo de la cadena de vidas avanzan consciencialmente y, a través de los correspondientes estadios de conciencia y experiencias, logran y conservan un alto grado de consciencia. En cambio, las “necias” son los seres humanos que en su cadena de vidas no incrementan el nivel consciencial o, incluso, retroceden en él, permaneciendo en un bajo grado de consciencia. Por último, el clamor que se levanta en un determinado momento –“¡aquí está el novio, salgan a su encuentro!”- refleja la venida del Reino de los Cielos, que es un salto de consciencia de la suma en la que los seres humanos estamos integrados. El influjo vibracional de este salto tirará energéticamente –“banquete de bodas”- de las personas que gocen de un alto grado de consciencia, mientras que no tendrá tal efecto –“la puerta fue cerrada”- para los que cuenten con un bajo grado consciencial.

De ahí que se nos inste a mantenernos “alerta” -consciencia despierta y elevada- porque no sabemos “ni el día ni la hora” en el que la suma de la que formamos parte experimentará el salto de consciencia, generando en toda ella, también en la Tierra y en la humanidad, un incremento energético que lanzará a otra dimensión vibracional a aquellos de sus componentes -seres humanos incluidos- que tenga un grado de consciencia alto y hayan contribuido a la propia expansión de la consciencia de la suma y de la Unidad.

A este respecto, cuando se hace mención a la elevación del grado de consciencia, es obvio que la clave radica en el Amor. Emotivamente lo recoge el propio Evangelio de San Mateo refiriéndose a los que gozan de un alto grado consciencial: “Heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme (…) Cada vez que lo hicisteis por uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (25, 34-36 y 40).

“A la tarde te examinarán en el amor”, lo resumió San Juan de la Cruz, aunque no hay ningún juez ni autoridad externa que nos examine, sólo nosotros con nosotros mismos y el camino consciencial que hayamos seguido en libre albedrío, pues el amor al prójimo -dar de comer, beber, vestir,…- son las acciones innatas a nuestro Yo profundo, Espíritu o Amor, y señal de que éste ha cogido el mando de nuestras vidas, apagando el piloto automático del ego.

El “Reino de los Cielos” está cerca

Por tanto, el “Juicio Final”, considerado en el mundo católico como verdad de fe desde el Concilio Lateranense IV, no responde a la manida exégesis de un Dios justiciero que coloca a su derecha a los rectos y a su izquierda a los impíos, premiando a los primeros por sus buenas obras y castigando a los segundos por sus pecados. Tal interpretación es una imagen alegórica para describir un fenómeno cosmogónico y vibracional derivado de la conformación íntima de la Creación: la interacción consciencial entre la suma y sus partes. Una interacción que permite afirmar, aunque sea coloquialmente, que el “Juicio Final” es un punto de corte o de paso en la evolución espiritual de los seres humanos.

Dado que tal evolución se plasma en el grado de consciencia acumulado por el alma, aquellas almas que reciban la influencia vibratoria del reiterado salto consciencial será porque gozan de un alto grado de consciencia. Y, a partir de ese tirón energético, no volverán a encarnarse en el plano humano, sino que lo harán con el Espíritu en otras modalidades de existencia, de las muchas que pueblan el Cosmos, de menor densidad material y mayor pureza vibratoria (“Cielo”).

En cambio, las que por tener un bajo grado de consciencia no reciban el influjo del salto consciencial, seguirán encarnadas como seres humanos, aunque en una humanidad en la que ya no estarán sus componentes más activos consciencialmente y habrá quedado reducida a sus miembros de menor grado consciencial (de ahí lo del “Infierno”).

Que el salto consciencial está próximo es algo anunciado por distintas religiones –así lo indica Jesús: “está cerca el Reino de los Cielos” (Mateo, 4,17; Marcos, 1,15)-. En textos como el Libro del Conocimiento se señala que, dado su avance consciencial, para muchos seres humanos –su Espíritu y alma- la vida actual será la última de la cadena de vidas en las que se ha plasmado su encarnación en el plano humano. Otras escuelas espirituales relacionan determinas profecías con el momento del salto consciencial, si bien cuando tal salto vibracional acontezca -sin descartar que ya haya comenzado a producirse- abarcará un periodo de tiempo coherente con su dimensión cosmogónica y, por ende, relativamente amplio en términos de nuestra cronología.

Del mismo modo, otras escuelas adelantan que tras dicho salto la raza humana actual desaparecerá para dar paso a otra nueva. En este sentido, señalan que la raza actual, llamada “aria”·, es la quinta que ha habitado el planeta, por lo que sería una sexta raza la que ocuparía su lugar. A esta quinta raza es a la que se pueden referir los Evangelios cuando utilizan el vocablo “generación” -verbigracia, para señalar “que no se le dará un signo a esta generación” (Marcos, 8,12)-.

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