MENTE, PRESENTE Y PRÁCTICA DEL AHORA
+Lunes 12. Mente, Presente y Práctica del Ahora (I): La mente, al servicio de la Consciencia.
+Martes 13. Mente, Presente y Práctica del Ahora (II): Vamos a contar mentiras.
+Miércoles 14. Mente, Presente y Práctica del Ahora (III): Las dos dimensiones del momento presente y del ser humano.
+Jueves 15. Mente, Presente y Práctica del Ahora (IV): Actuar en las dos dimensiones y Consciencia del Yo Soy.
+Viernes 16. Mente, Presente y Práctica del Ahora (y V): Ho´oponopono.
15. Consciencia del Yo soy y no oponerse a la vida
Al ego le parecerá increíble que mediante prácticas tan primarias se pueda expandir la dimensión espiritual del ser humano. Le gustan prácticas espirituales más complicadas, especialmente las que proponen multitud de pasos que se extienden durante meses o años de ejercitación. Como le aterra el presente y se alimenta de la confrontación con la vida, con el ahora, le encanta la idea de estar largo tiempo practicando cómo llegar al futuro, cómo ser mejor. El pequeño yo se nutre de tiempo y desea tiempo para llegar a donde sea, incluso a Dios. Demasiados buscadores espirituales responden inconscientemente al mismo patrón y, en lugar de coger por los cuernos el toro del momento presente y vivir y ser de verdad en él, transitan por un laberinto de lecturas, escuelas, prácticas meditativas y experiencias esperando conseguir la iluminación en un futuro próximo.
Pero la consciencia del Yo soy y no oponerse a la vida no precisa de tiempo, pues sólo requiere el ahora. Tampoco de libros, ni conocimientos, ni estados meditativos. Nada de eso. Todo es simple e inmediato: Ser y existir, en paz con la vida; dejar de enjuiciar y etiquetar; aceptar lo que es; permanecer continuamente alineado con la forma del momento presente, un momento que es siempre el mismo, el ahora, aunque adopte formas diferentes. Desaparecen los pensamientos que antes surgían involuntariamente para juzgar y etiquetar cuanto nos rodeaba y ocurría, incluido a nosotros mismos. Fluye sin obstáculos la dimensión profunda de nuestro ser, abriéndose el espacio interior que permite al momento presente, incluida su forma y contenidos, ser lo que es. Siento íntimamente -no sólo mentalmente- el sí al ahora. Y percibo, lo que no tiene forma, el verdadero Yo, el atemporal, el que nada tiene que ver con la pequeña historia personal del falso yo cuando funcionábamos bajo la batuta del ego.
Al verdadero Yo lo siento como presencia. Es la consciencia pura de Ser, un estado que es alerta y, a su vez, espacio. Muchas personas, tras años de prácticas meditativas, no captan tal presencia porque buscan un objeto mental. Pero no es esto ni se le parece. Es “consciencia”: “alerta” y “espacio”. Nos percatamos de que somos el espacio para todo lo que sucede, para cada situación, sea de gozo o de dolor; constatamos que somos el espacio para el mundo exterior y traemos a él nuestra dimensión profunda.
La práctica del ahora, tan directa y sencilla, nos ayuda a elevar el grado de consciencia mucho más que cien libros o técnicas de meditación. Cuando el nivel consciencial aumenta se establece la conexión entre la dimensión interior y exterior, espiritual y material, del ser humano. Y la mente, en su sabiduría, apaga el piloto automático del ego. La toma de consciencia permite que el verdadero Yo tome la dirección consciente del ser humano y se transforme en lo que somos: el espacio en donde todo es.
16. Actuar en las dos dimensiones
La “consciencia” se relaciona con “ser” y cuenta con dos esferas inseparablemente unidas: “consciencia de lo que se es” y “consciencia de lo que es”. En términos que se acaban de citar, la primera se refleja en estar “alerta”: sé y siento lo que soy (toma de consciencia de lo que se es). Y la segunda, con el “espacio”: sé y siento lo que es, sé que soy el espacio en el que surgen las formas del ahora (toma de consciencia de lo que es). “Yo soy el que soy” sintetiza de modo rotundo la consciencia de ser en su doble perspectiva: consciencia de lo que soy -consciencia de Ser-, esto es, alerta; y consciencia de lo que es -consciencia de lo Real-, es decir, mi ser como espacio en el que surgen las formas.
Y tomo consciencia de que cada situación cuenta con estas dos dimensiones, que no están confrontadas, sino en armonía: la profunda y multidimensional del Ser y la de las formas del mundo tridimensional. Nuestro componente corporal está en el mundo tridimensional y, desde luego, en él hay que actuar y hacer cosas. Y, bajo el mando del Yo verdadero, acometo las ocupaciones que correspondan, pero sin perder la consciencia de Ser. Por esto precisamente, la mente no activa el piloto automático, ignora las pre-ocupaciones y sitúa los pensamientos a nuestro servicio. Los que aparezcan en ella, serán los útiles y pertinentes para el ejercicio de las ocupaciones; si surgen otros, ya no tienen importancia porque no pueden hacernos infelices. Podremos seguir usando la mente muy eficazmente cuando la necesitemos, pero con la capacidad de ir más allá del pensamiento.
Los conceptos ya no son importantes. Disfrutamos de un saber mucho más profundo que el que se plasma en conceptos mentales. Una sabiduría innata para el Ser interior que emana del estado sin pensamiento, en quietud y alerta. Actuamos libres de culpa y sin estrés; sin los apegos e insatisfacciones del ego; y sin resistencia al momento presente. En el fondo sentimos un estado de alerta que es la esencia del Ser. Y al adquirir esta conexión con el Yo verdadero no utilizo el ahora en otra cosa –ni acumular conocimientos, ni meditar, ni experimentar,…- que no sea Amar.
En el momento presente nuestra acción será sólo y absolutamente Amor incondicional. Un Amor que no es de este mundo, porque el mundo tridimensional es forma y este Amor radica en lo que no tiene forma, en nuestra dimensión profunda que proyectamos a las formas del momento presente. Observamos sin enjuiciar que en el mundo exterior cada persona tiene sus ocupaciones, pero que en el interior todos tenemos un mismo y único propósito: traer el Cielo a la Tierra; vivir en las dos dimensiones y ser una puerta para que la dimensión informe fluya y entre en el mundo de las formas para convertirlo no en algo hostil, sino bondadoso, con Amor.
Ya alcancé el “conócete a ti mismo”: soy consciente de lo que soy –alerta- y de lo que es Real –espacio-; y siento mi Ser profundo estrecha e inseparablemente ligado a la Unidad. Un estremecimiento de quietud y movimiento me recorre energéticamente cuando me inunda tal conocimiento de mí mismo. ¡Tantas travesías buscándolo por fuera en piloto automático y resulta que lo encuentro en mi interior cuando conscientemente decido tomar el mando de mi vida!.
Y “ahora” que lo siento sé que es un estado más allá de los pensamientos e imposible de captar como objeto mental. Tal es así que esta es la mejor manera de expresar el conocimiento de uno mismo: uno no puede conocerse a sí mismo porque uno no es uno, sino Uno. Indefinible, innombrable, indescriptible e infinito; no admite definición porque ningún pensamiento –ninguno- puede abarcarlo. Y entre ese Uno y Yo no hay diferencia ni separación alguna.
Yo soy el Ser Uno hasta el punto de que no puedo explicar con palabras la realidad de la Unión. Soy la Sabiduría y, sin embargo, me es imposible utilizar los conceptos, no tengo ningún pensamiento o definición de quién Soy porque lo real escapa de las categorías mentales. Soy un continuo momento presente en el que lo eterno se desenvuelve. Soy Creación. Soy la Consciencia e Inteligencia que me hacen Creador. Soy Creación y Soy Creador. Soy el Espacio en el que todo surge. Soy el Amor incondicional que el ego no entiende y que Yo, un estado de Dios, Dios mismo, plasmo en el plano humano para que el Amor Incondicional, Contra Resistencia, fluya en la tridimensionalidad.
17. Ojos nuevos para otro mundo mejor posible
Siento en lo más íntimo que Yo soy el Milagro. El mundo es, ni más ni menos, un reflejo de mi consciencia; y lo transformo por medio del incremento del grado consciencial. Y mi vida es mi responsabilidad al 100 por 100, tanto mis actos y pensamientos como los de aquéllos que se relacionan conmigo (se pormenorizará al respecto a propósito del “ho´oponopono” en la entrada que se insertará mañana).
El mundo no se puede cambiar pensando cómo hacerlo, con programas; no hace falta pensar cómo transformar el mundo. Descubro que para hacer otro mundo mejor posible sólo se precisan ojos nuevos (elevación del grado de consciencia) para “Ver” el mundo. La esencia del Ser es la nueva consciencia que cambia el mundo –las formas- a través mía (como decía San Pablo, si tú fueras mejor, el mundo sería mejor).
El verdadero Yo dirige conscientemente mi persona. De hecho, vivo una Vida Impersonal. Actúo y realizo las ocupaciones del ahora y, al hacerlo sin cargas, en libertad plena, no doy otra cosa que lo que esencialmente soy, es decir, Amor. Así, transformo el mundo invisiblemente. También mediante palabras escritas o habladas que, de repente, vienen a mi pluma o a mi boca aunque no son mías; y por las acciones que tomo en el mundo ante ciertas situaciones, sabiendo que proceden de lo profundo del Ser y llevan energía de paz.
El nuevo mundo es el reflejo de este cambio interior. Y lo estoy construyendo Yo contigo, que eres Yo, como Yo soy Tú. Este es nuestro destino en el momento presente más allá de los pequeños destinos personales de cada uno. Concentrados en el Ser, desplegamos Amor y conectamos la tridimensión con esa dimensión que no tiene forma, con la Consciencia, Ser, Amor.
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