No te molestes si te parece que escribo como si careciera de sano juicio. Lo hago adrede, pues creo que mi Yo Verdadero ha inspirado mi mente durante los últimos días para sentir así y expresar a algunos de mis otros buenos amigos lo que ahora te digo a ti.
Una razón que tengo para aconsejarte que no te dejes arrastrar por el anhelo del corazón de hacer realidad que tu humanidad se llene de tu Ser Profundo es que, cuando logras contener tal anhelo, conviertes en más cercana y factible esa realidad. Al controlar el deseo de que tu Ser Profundo aflore con toda su fuerza, es, precisamente, cuando lo consigues; y mucho mejor que por cualquier otro medio.
Otro segundo motivo es que quiero que te vayas independizando de tus constantes emociones; y que llegues a experimentar a Dios en la pureza y profundidad de tu Espíritu.
Finalmente, deseo ayudarte a atar el nudo espiritual del amor ardiente que ligará tu dimensión corporal con tu dimensión espiritual hasta el punto de que la primera quedará al servicio de la segunda, la materia al servicio del Espíritu, desactivándose el pequeño yo que antes tenía el mando de tu vida y asumiendo las riendas de ésta tu Yo Verdadero. Como bien sabes, Dios emana su Esencia, que es Espíritu; y esté se halla en ti y eres tú como Espíritu Santo. Y todo aquel que desea unir su cuerpo a Él y poner la mente a su entero servicio ha de entrar en la verdad y profundidad de una comunión espiritual que trasciende con mucho toda representación terrena.
Por tanto, cuanto más enraizado está nuestro deseo en las emociones, más alejado de Dios se encuentra; y más cercano cuanto más lleno se halle simplemente de la actitud gozosa del Espíritu puro y profundo.
Ahora ya puedes entender mejor por qué te aconsejo alegremente que no te dejes llevar por el deseo de hacer realidad que tu humanidad se vivifique plenamente con tu Yo Verdadero. Con ello no te estoy sugiriendo que lo evites totalmente, pues sería el consejo de un loco, además de ser una tarea imposible. Pero te ruego que eches mano de tu inocencia y pureza para que lo hagas en la mayor medida posible. ¿Por qué digo esto?. Porque quiero que introduzcas tal deseo en la profundidad de tu dimensión espiritual, lejos del contagio de caprichosas emociones que lo alejan de Dios.
Sé, además, que en la medida en que tu Ser Profundo vaya aflorando, estarás menos dominado por el pequeño yo y sus querencias materiales y más íntimamente unido a Dios. Te harás connatural con Él y serás, por encima de cualquier otra cosa, Espíritu viviendo experiencias en el plano humano.
Y tengo todavía un último motivo para pedirte que no permitas que te arrastre el ansia de que tu Yo Verdadero llene tu humanidad. Tú y yo y muchos como nosotros estamos muy inclinados a desfigurar la realidad espiritual y a concebirla literalmente. Quizá si te aconsejara que sí permitieras tal ansia, demostrarías tu deseo físicamente, con gestos, sonidos, palabras o cualquier otra actividad. Pero esto sólo convertiría tu obra de contemplación en menos simple y pura, pues nosotros presentamos las cosas físicamente de una manera y a la divinidad que somos de otra.
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