Dejemos a un lado esta discusión ahora y volvamos a lo que comencé a decir sobre la comprensión espiritual de ciertas palabras clave.
Dije más arriba que los jóvenes discípulos de espiritualidad que no tienen cuidado con la presunción están muy inclinados a interpretar mal la palabra “arriba”. Oirán decir o leerán que los contemplativos deben “levantar su corazón a Dios”. Inmediatamente comienzan a clavar la mirada en las estrellas como si estuvieran en otro planeta y a escuchar como si esperaran captar cantos celestiales de ángeles. A veces enfocan su curiosa imaginación a penetrar los secretos de los planetas y a perforar el firmamento con la esperanza de ver en el espacio exterior. Están inclinados a imaginarse a Dios según sus propias fantasías, viéndole en suntuosa vestimenta y sentado en un trono exótico. Alrededor de él se imaginan ángeles en forma humana, dispuestos como músicos en una orquesta.
No te engañes. Todo esto es una ilusión, a pesar de sus matices piadosos, pues al mismo tiempo el corazón está vacío de fervor genuino. Por el contrario, esas locas fantasías le han llenado de vanidad. Es un engaño lamentable.
Estas gentes, sin embargo, no ven el engaño y están convencidas de que emulan a santos como Martín, que, en una revelación, vio a Cristo entre los ángeles vestido de esplendor; o Esteban, que vio al Señor glorioso en los cielos; o los discípulos, que le estaban mirando mientras desaparecía en las nubes. Creen que, como ellos, deberíamos mantener nuestra mirada fija en los cielos.
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